Corrientes, martes 02 de diciembre de 2025

Cultura & Espectaculo Corrientes
MOMARANDU CON MARÍA KODAMA

“Si yo tengo que salvar un cuento de toda la obra de Borges, salvo 'Las ruinas circulares'

21-07-2016
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Aquí en Corrientes es una mañana fría, con frío de invierno de otro lado, pero el sol se pasea por el Paraná, entonces todo cambia, el frío resulta menos inusual para estas latitudes y se disfruta el abrigo que dentro de días, pocos, quizás ya debamos abandonar.
Camino hacia el hotel donde María Kodama me espera para conversar de Borges, por supuesto; es que este año se cumplen treinta años de su muerte y ella anda recorriendo paisajes hablando de él, de su obra, de ellos. Kodama inauguró la Feria Provincial del Libro con una conferencia sobre ‘El Otro’, uno de los temas que está presente en la obra del escritor. Sin apuro y tranquila, dialogó con momarandu.com.

MOMARANDU.COM: ¿Qué siente usted luego de treinta años del fallecimiento del “último exquisito o delicado” (frase dicha por el escritor y filósofo rumano Emile Cioran?
MARÍA KODAMA: (percibo que sonríe levemente) Yo digo que lo interesante en el caso de Borges es que su fama estaba cimentada hacía ya muchísimos años y sigue estando. Ahora lo interesante, que me hizo notar la gente, es que yo lo mantengo vivo en el sentido de que todos los actos, los homenajes que he ido haciendo durante treinta años, organizando en distintas partes del mundo junto con la gente que me acompaña en hacer estas cosas, distintos institutos, universidades a los que contacto, dan como resultado que él es como que no hubiera partido, porque está presente como ningún otro escritor. Quiero decir: hay escritores tan importantes como Borges que sin embargo nadie los nombra ya, porque para que eso suceda, como me decía la gente, tiene que haber alguien que dedique su vida a eso y no todo el mundo puede hacer eso.

M.: Eso es fuerte...
M.K.: Y es la verdad.
M.: ¿Sí? ¿Usted dedica su vida a él?
M.K.: Y yo creo que más bien, no cabe duda. Se la dediqué, lo conocí a los 16 años, hace treinta que partió y sigo con él...y el esfuerzo...yo escribo, yo doy conferencias, sin embargo mi esfuerzo no es para hacerme conocer yo sino para que él siga vivo, cosa a la que todos ustedes me ayudan.

M.: ¿Considera que los escritores argentinos, los que ha leído, han podido escribir sin parecerse a él?
M.K.: Bueno, hay un poeta que yo admiro muchísimo y que he dado conferencias sobre su obra, que es, justamente, de la generación siguiente a la de Borges y que hizo su trabajo independientemente de esa historia de “que hay que matar al padre, hay que destruirlo”, que es Alberto Girri, extraordinario poeta. También está Olga Orozco, extraordinaria poeta también, sobre todo en la poesía que es tan difícil, entonces hay muchos que han logrado hacer su camino.

M: En una entrevista que hicimos a Santiago Kovadloff... .
MK.: ¡Ah, si! Es un encanto de persona...(dice inmediatamente María al escuchar el nombre de Kovadloff)
M.: ...él decía que es muy complicado ser escritor después de Borges, ¿piensa que es tan así?
M.K.: No, yo no creo; es tan difícil como le fue para Borges figuras como por ejemplo Leopoldo Lugones o Darío, es decir: yo pienso que eso es algo como psicoanalítico que no tiene demasiado qué ver. Cuando una persona tiene dentro de sí algo para dar, lo da sin pensar si “me parezco, no parezco, tengo que superarlo o no tengo que superarlo”. La creación, creo yo, que es como algo mágico que se da en algunas personas y en otras no; otras simplemente hacen un racconto de lo que es la vida, que puede estar muy bien escrito, que pueden ser maravillosos, pero el ‘genio’ es otra historia, y eso no se puede ni imitar ni desear ser: nació o no nació así y hay que aceptarlo y dentro de lo que uno es, hacer lo mejor que uno puede.

De pronto el diálogo es interrumpido por alaridos de niños que sus padres, pareciera, no pueden controlar. María Kodana y yo debimos cambiarnos de lugar para poder hablar tranquilas. Y allí me narró una anécdota de Borges al respecto:

“Borges, para decir las cosas a veces era terrible, expresaba sus ideas como él las sentía, cayeran bien o cayeran mal, a veces era irónico y a veces no, era directo. En un viaje subimos al avión y un chico justo se sienta detrás de él y comienza a los gritos. Entonces, a los minutos, Borges me dice: “Ese chico, ¿qué pasa?”, y le digo, le cuento...luego me dice: “Pero es insoportable”, y yo, “pero bueno, ya pasará una vez que el avión despegue”. Pero el avión despega y fue peor todavía, entonces en el momento en que la azafata se inclina para decirle “maestro, ¿champagne, naranjada...?”, Borges, mirando hacia el avión del techo dice: “¡Herodes, Herodes, dónde estás!” Después de lo cual, la azafata se lo contó a la madre y a todo el avión. Cuando bajamos, la madre se acerca y le dice a Borges: “Yo creo que tiene razón Borges, yo tengo que soportarlo todo el día”...él tenía cosas así...

M.: La llevo por otro rumbo. Vamos a lo religioso, ¿era ateo, no lo era, su fe, su no fe?.
MK.: Borges ateo no era, era agnóstico y yo también...

M.: Pero usted viene de una fuerte tradición religiosa japonesa...
M.K.: ...sí, pero no la practico...ocho millones de dioses...

M.: ¿Cree que su herencia religiosa pudo haber influenciado en algo la escritura de Borges?
M.K.: ¡No, Borges sabía de Japón mucho más que yo! A él lo había apasionado la literatura de tres islas del siglo IX, cuando en Europa prácticamente no había una literatura fuerte de esa manera. Son literaturas que salen de islas, con mucha imaginación, una riqueza impresionante de vocabulario y una delicadeza extraordinaria: son Inglaterra, Islandia y Japón. Para Borges un país existía en la medida en que tenía una gran literatura sino no existía. La literatura japonesa y la islandesa, en el siglo IX ya tienen las sagas y los escritos de Sei Shōnagon que tienen característica de novela psicológica, que en Europa recién en el siglo XIX aparece. Ahora, lo que yo pienso, es que al ser islas, lógicamente, estaban como presos, porque estaba el mar. En esos momentos, siglo IX, no es como ahora que uno se toma el avión, se toma el barco y no pasa nada, pero en ese momento la isla era una prisión. Por eso esos países tiene un gran respeto por el otro, nunca tratan de invadir al otro, siempre mantienen como una cortés distancia, justamente porque eso les viene genéticamente incorporado...eso a Borges le encantaba, sabía muchísimo de Japón, había leído muchísimo todas esas novelas. Y curiosamente la gran literatura, la literatura japonesa antigua está escrita por mujeres, porque los hombres escribían usando los kanjis, que son los caracteres chinos que ahora se utilizan y que creo que hay que saber un número de 10 mil para ser considerada una persona más o menos culta. En cambio las mujeres escribían el silabario autóctono de Japón, que es el hiragana y el katakana, entonces la literatura que queda realmente como literatura japonesa es la que está escrita con el silabario que es el realmente japonés. Es muy interesante todo eso...

M.: Yo tengo la hipótesis de que más bien, Borges utilizaba las creencias religiosas como metáforas, imágenes...
M.K.: ¡Sí, claro! Sí, sí, sí. Y después, cuando uno recorre la obra de Borges encuentra una gran cantidad de citas impresionantes, justamente sobre la Biblia, todo el tiempo hay menciones, y eso viene de la línea paterna, de su abuela inglesa, porque para los ingleses estaba permitido la lectura de la Biblia, para los católicos, no. Los católicos hasta muchos siglos después no tenían el permiso para leer la Biblia por temor a las malas interpretaciones, en cambio los ingleses leían la Biblia como libro de cabecera, todavía hoy, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, hay en las mesas de noche de los hoteles, la Biblia. Él me contaba que su abuela sabía versículos y versículos de memoria de la Biblia y se los recitaba cuando era niño.
M.:Hablando de imágenes...el final del cuento ‘La casa de Asterión’, “-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió”... .
M.K.: ¡Ah...qué lindo ese cuento, precioso! –dice María para enseguida agregar: El minotauro...pobrecito.. (nuevamente percibo que sonríe)
M.: ¿Alguna vez Borges compartió con usted el modo en que le llegaban las ideas, esas imágenes?
M.K.: Es muy curioso porque Borges tenía una gran ventaja que era soñar y recordar los sueños al levantarse, entonces, por ejemplo, él se daba baños de inmersión y ahí analizaba si el sueño que había tenido servía o no. Si servía, empezaba a pensar si sería un poema o una prosa y entonces sobre eso me dictaba la prosa, el poema o lo que fuera.

M.: Borges tenía tópicos en su obra, usted estuvo hablando de ‘el otro’, uno de esos tópicos. ¿Qué considera que era ‘el otro’ para él?
MK.: En él, era él y el escritor; cuando se encuentra con él mismo en un banco y siempre es él o el otro en el sentido del otro o bien como escritor o bien como esa anulación del espacio y del tiempo que hace el otro cuando se encuentra con él mismo. O en ‘El Centinela’ cuando sabe que al final va a estar él mismo esperándose, que no va a poder soltarse de ese yo, pero esa duplicidad no era como en el caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, que uno era monstruoso y el otro un médico interesante. En el caso de él, uno es un ser común, como él decía, y el otro era el que escribía, otro porque sentía como que otra persona estaba haciendo eso por él. Él decía: “Bueno, es la musa que me visita”.

M.: Me imagino que después de tantos años debe fastidiar volver a aclarar que hay poemas que no son de Borges...
M.K.: Bueno, sí, yo ya hablé de eso, y eso demuestra lo que él decía, que en realidad aquí nadie lo leyó, que para qué perder el tiempo, y bueno, yo tardé ocho años de mi vida en dejar bien en claro que el poema Instantes no era de Borges, tengo las pruebas... .

M.: Sí, sí, yo se lo digo por lo que pasó en Buenos Aires en los subtes, que pusieron en las estaciones poemas que no son de Borges con su nombre...
M.K.: Ah, sí...pero yo no estaba acá. Lo que pasa es que no se lo lee, además la gente usa Internet, Google y eso está bien, pero no sirve porque no hay nadie que supervise eso, entonces encontrás cualquier cosa...y bueno...si la gente quiere saber si es o no tal poema de un autor, que consulte el libro. No digo que lo compre sino que vaya a una biblioteca y copie frases y ponga esas frases en su espacio...pero si no hacen eso, ¿qué se puede esperar?

M.: ¿Alguna vez entrevió en Borges el nacimiento de una metáfora para su escritura?
MK.: No sé, nunca pensé eso, pero probablemente. Lo que pasa es que teníamos una forma de pensar y de sentir muy, muy monstruosamente parecida ¿no? Yo tuve una experiencia maravillosa: yo tenía más o menos diez años y abrí una revista que había en mi casa –yo leía todo lo que caía en mis manos desde los cinco años que había aprendido a leer y a escribir-, de pronto la abro y leo “nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”, y yo dije: “¡Qué es esto!”...no entendí nada, yo tenía diez años, pero lo leí hasta el final y hasta hoy sigue siendo mi cuento preferido: si yo tengo que salvar un cuento de toda la obra de Borges y quemar todo el resto, salvo ese. Hace dos o tres años, en el Salón del Libro en París querían presentar un diálogo que Victoria Ocampo había hecho con Borges de una manera muy original. Ella le describía fotos y él le contaba qué sucedía o qué había sucedido en cada una de esas fotos, recordaba el momento en que esas fotos habían sido tomadas. Bueno, yo leí el libro atentamente porque tenía que hacer el prólogo y de pronto leo que Victoria Ocampo le dice: “Bueno Borges, acá hay una casa que tiene el jardín a la izquierda y la escalera a la derecha”... “Ah -le dice Borges- si es esa casa, esa es la calle Anchorena donde yo escribí ‘Las ruinas circulares’ en una semana. Durante esa semana yo trabajaba, salía con mis amigos, caminaba, iba al cine, pero yo solo quería volver para escribir ese cuento porque nunca, ni antes ni después yo pude escribir un cuento con la intensidad con que yo escribí ese”. Esa intensidad es lo que sintió una chica que no entendió una palabra y que quedó presa de ese cuento hasta el día de hoy. No hay que entender, es sentir la historia y si no la sentís es inútil que quieras entenderla. La comprensión es una etapa posterior, para mí, y yo necesito entender las cosas; pero de todos modos si no lo siento, no lo leo, porque si no me dice nada, se acabó.

M.: Treinta años sin Borges, una vida dedicada a él, ¿qué le dice aún el vivir?
M.K.: Que es una experiencia maravillosa, única, fascinante. Yo pienso que cada instante trae cosas que son fascinantes, algo maravilloso, espléndido y terrible. Pero es maravilloso para mí.