( Por José Alfonso ).Desde Carayá, Corrientes. Escribo estas líneas mientras la lluvia no da tregua. Lo hago desde Carayá, en ese límite difuso entre San Miguel y Concepción donde el tiempo parece haberse detenido, pero el agua no. Desde este rincón observo cómo la provincia naufraga bajo lluvias que ya no pueden calificarse de "sorpresivas".
El cierre de este último domingo de 2025 nos encuentra en una Corrientes de contrastes profundos. Aquí, el colono queda atrapado en una "tierra de nadie" burocrática; donde, por poner solo un ejemplo, a veces no se sabe ni qué comisaría le corresponde para hacer un reclamo. Por nombrar algunas localidades como Mburucuyá, Concepción, Ituzaingó, San Cosme y Paso de la Patria, donde los nuevos funcionarios apenas están desembarcando entre el barro.
Pero el drama es aún más evidente en San Luis del Palmar, donde no existe el beneficio de la duda ni la excusa de la inexperiencia: allí el intendente es el mismo y su gestión continúa. Sin embargo, más allá de los nombres, lo que San Luis del Palmar grita es la necesidad de una inversión histórica y estructural; una planificación de fondo que permita finalmente saltear la trampa del agua y dejar de ser noticia cada vez que las nubes se cierran.
A este escenario local se le suma la reciente aprobación del Presupuesto Nacional de Javier Milei, un esquema de equilibrio fiscal donde los senadores por Corrientes jugaron un rol clave al votar a favor de puntos estratégicos. Sin embargo, este acompañamiento no fue gratuito en términos sociales: el voto de nuestros representantes generó un profundo malestar en diversos sectores, especialmente en los gremios docentes y la comunidad educativa.
La aprobación ha sido leída como un aval directo al ajuste sobre la educación pública y otros pilares sensibles para el territorio nacional, provocando una reacción inmediata. De hecho, estos sectores ya han comenzado a difundir con fuerza su rechazo, exponiendo el sentido de un voto que consideran perjudicial para el futuro de las aulas correntinas.
Este nuevo orden pone a la provincia ante un desafío de hierro: con el recorte de transferencias y la obra pública nacional limitada, Corrientes queda obligada a una eficiencia extrema. Ya no hay margen para el error: cada peso que no se invierta en infraestructura será una herida abierta que el gobierno provincial deberá explicar con recursos propios.
Es justo decir que la Provincia ha bajado al territorio con asistencia, enviando máquinas viales y recursos para paliar la crisis, pero la maquinaria por sí sola no puede contra la falta de planificación previa; el parche llega cuando el agua ya entró a las casas. Mientras tanto, para muchos, la respuesta oficial viaja por fibra óptica pero no llega a las zanjas.
Es hora de hablar con honestidad brutal. Hay una parte de nuestra sociedad que parece haber olvidado el concepto de comunidad. El vecino es sucio, sí. Lo vemos en la basura arrojada en los sumideros y en la desidia de quien no levanta los desechos de su mascota. La limpieza es una construcción colectiva, no un favor que le hacemos al municipio.
Sin embargo, resulta indignante que ante cada inundación, los mismos sectores que fallan en la gestión salgan a pedir solidaridad. Se piden colchones y ropa para paliar lo que la infraestructura no pudo prevenir. La solidaridad del correntino es inmensa, pero no puede ser el "plan de contingencia" eterno. Es más fácil pedir una donación que diseñar un sistema de drenaje eficiente que soporte más de 40 milímetros. La comunicación gubernamental se ha transformado en una pasarela de egos. Hoy, los canales oficiales parecen agencias de modelos enfocadas en el Reel, en el "me gusta" y en instalar la foto de un funcionario con música de tendencia.
La verdadera comunicación pública debe servir para informar sobre salud, alertar con datos reales y educar. El trabajo bien hecho es lo único que debería instalar el nombre de un representante. Las luces de las cámaras no solucionan el olor de las aguas servidas, ni le devuelven el animal robado al productor que, en la confusión de jurisdicciones, no tiene a quién reclamar. Si tenemos los datos del pasado, es negligencia no organizar el futuro. La "luna de miel" terminó bajo el agua para los que recién asumen, y para los que se quedaron, el tiempo de los diagnósticos ya pasó. Las máquinas viales en la calle son necesarias, pero el trabajo de fondo se hace antes de que caiga la primera gota. ¿Hasta cuándo vamos a seguir aceptando que la gestión se mida en reproducciones y no en obras terminadas? Correntino, la próxima vez que veas un video oficial con música feliz, preguntate:
¿Ese Reel limpia tu sumidero? ¿Esa luz de estudio ilumina el camino del productor olvidado en San Luis o en Mercedes? Dejá de dar "like" a la ficción y empezá a exigir realidad. Porque cuando el agua sube, no hay Reel que valga.