Corrientes, lunes 08 de diciembre de 2025

Cultura Corrientes
DIEZ DÍAS DE FESTIVAL

Eduardo Sívori: “La Fiesta del Chamamé 2026 será del 16 al 25 de enero”

08-12-2025
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La Fiesta Nacional y Mundial mantiene el cronograma anunciado, confirmó su director, consultado por momarandu.com, repasó el proceso que llevó al crecimiento del chamamé desde 2004, la decisión estratégica de trasladar la fecha a enero, la expansión internacional del género, y los desafíos de organización que llevaron a una meseta en 2024 y 2025. Además, destacó la relevancia del anfiteatro Cocomarola, el impacto de la televisión pública desde 2010 y la importancia de preservar la esencia cultural del chamamé.

El director de la Fiesta Nacional del Chamamé y de las Artes Escénicas del Instituto de Cultura de Corrientes, Eduardo Sívori, confirmó que el cronograma de la edición 2026 se mantiene sin modificaciones y que “La Fiesta del Chamamé 2026 será del 16 al 25 de enero”.

Agregó que “el cronograma de la Fiesta Nacional y Mundial sigue vigente tal y como se anunció al cierre de la última edición, y hasta el momento no ha sufrido cambios”, en referencia a las expectativas generadas tras el cierre del festival 2025.

Destacó que la relación con los comunicadores se consolidó con los años en base al trabajo conjunto y al crecimiento que experimentó el chamamé, un fenómeno cultural que, según señaló, avanza sostenidamente desde hace dos décadas.

Sívori recordó que el proceso que culminó en la declaración del chamamé como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad no fue un hecho aislado, sino el resultado de políticas y acciones culturales sostenidas desde 2004, con un salto decisivo en 2008. Destacó que este trayecto permitió profesionalizar el festival, coordinar actores e instituciones y ampliar progresivamente el alcance regional.

Explicó que algunos factores externos también actuaron como impulso, entre ellos la referencia de otros festivales como el de Federal, que desde la década de 1970 desarrollaba un modelo consolidado que motivó a Corrientes a jerarquizar su propuesta.

El director subrayó que la decisión política de trasladar la fiesta a enero fue un momento clave para su proyección. Indicó que la medida evitó superposiciones con celebraciones religiosas y permitió extender la duración del evento.

Explicó que esta modificación estaba diseñada para aprovechar la gran cantidad de correntinos que retornan a la provincia durante las fiestas de fin de año, lo que generaba un potencial de concurrencia que antes no se podía captar plenamente. En ese sentido, señaló que la estrategia apuntó a que los visitantes prolongaran su estadía y se integraran a las diversas actividades festivas.

La expansión territorial del festival también se apoyó en actividades complementarias que favorecieron su crecimiento, como las bailantas de Riachuelo, que según Sívori sumaron una dimensión popular y masiva. Añadió que el festival original había nacido en el club Juventus como una celebración acotada, pero que con los años logró transformarse en una verdadera fiesta que integró tradición, música, danza y participación comunitaria.

En ese recorrido, resaltó el rol del padre Julián Zini como figura que otorgó sustento conceptual al evento, al señalar que “una cosa es festival y otra cosa es fiesta”, lo que impulsó a pensar la celebración desde una dimensión espiritual, cultural y colectiva.

EXPANSIÓN CULTURAL, INNOVACIONES Y AUDIENCIAS

Sívori remarcó la importancia que tuvo la bendición religiosa inicial como un acto que trascendía lo estrictamente litúrgico y se convertía en un gesto cultural vinculante. Señaló que, para muchos asistentes, esa instancia representaba la apertura simbólica de la fiesta y sintetizaba la visión integradora promovida por Zini. A partir de allí, destacó que el chamamé amplió su presencia regional e internacional, alcanzando territorios inesperados como el sur de Chile, donde existe una audiencia creciente impulsada por comunidades de correntinos radicadas en esa zona.

En este proceso, Sívori afirmó que la Fiesta Nacional del Chamamé fue un factor determinante para posicionar al género en el ámbito internacional, incluso antes de la distinción patrimonial. Explicó que el ingreso de la televisión pública en 2010 produjo un punto de inflexión decisivo, ya que permitió transmitir la celebración en todo el país y alcanzar a espectadores de diversas latitudes. Según subrayó, esa ampliación de audiencias multiplicó el impacto cultural del evento y generó un reconocimiento sostenido para artistas y grupos locales.

En paralelo, Corrientes incorporó innovaciones tecnológicas que marcaron tendencias en la organización de festivales. Sívori recordó que la provincia fue pionera en Argentina en el uso de pantallas LED como escenografía, una decisión que luego fue replicada por otros eventos tradicionales como el Festival de Cosquín.

Enfatizó que esta transformación no solo modernizó la puesta en escena, sino que contribuyó a generar una identidad visual que fortaleció el perfil contemporáneo de la celebración.

El director también destacó el valor simbólico y artístico del anfiteatro Cocomarola, al que describió como un escenario con un carácter singular donde “cantar en el anfiteatro era todo un desafío”. Señaló que su capacidad y su mística generan un clima especial para los artistas y para el público, convirtiéndose en un factor que colabora en la construcción emocional de cada edición.

A ello sumó el impacto internacional del festival, al indicar que recibían mensajes de audiencia desde Brasil, Paraguay, Uruguay y diversos puntos de América Latina, así como de países lejanos como Egipto y Grecia.

DESAFÍOS, RESISTENCIAS Y PROYECCIÓN HACIA 2026

Sívori explicó que la participación de artistas de otros géneros generó resistencias durante los primeros años, ya que algunos sectores consideraban que esas incorporaciones podían desnaturalizar el espíritu del chamamé.

A pesar de ello, afirmó que la apertura favoreció la expansión del festival hacia nuevas audiencias y permitió construir puentes culturales que fortalecieron su atractivo. Mencionó también que decisiones previas, como la incorporación de artistas brasileños por parte de Antonio Tarragó Ros, habían sido resistidas al inicio, lo que demostraba que estos debates formaban parte natural de la evolución de la fiesta.

Asimismo, destacó que muchos artistas invitados, tras participar de la celebración, adoptaron el chamamé como parte de su universo musical, atraídos por su fuerza expresiva y su impronta emotiva. Señaló que estas experiencias demostraban la capacidad expansiva del género y su potencial para vincularse con otras tradiciones musicales.

En paralelo, recordó que el crecimiento sostenido del festival entre 2004 y 2020 permitió consolidar un modelo que combinaba diversidad artística, profesionalización técnica y desarrollo comunicacional.

Sívori admitió que la fiesta ingresó en una meseta durante las ediciones 2024 y 2025, lo que representó un descenso respecto de temporadas anteriores. Identificó que esta situación respondió a factores múltiples y que fue acompañada por dificultades de organización y decisiones desacertadas en la construcción de las grillas artísticas.

Explicó que, con el paso del tiempo, el equipo organizador aprendió que ciertos artistas funcionan mejor en determinados horarios y que estos aspectos no deben ser subestimados, ya que forman parte esencial de la experiencia del público.

Finalmente, advirtió que la organización de la Fiesta del Chamamé no puede improvisarse y que sus resultados dependen de un trabajo continuo que incluye aprendizajes en iluminación, puesta televisiva, escenografía y planificación general.

En ese sentido, sostuvo que “a veces las ganas de tener un público eufórico hace confundir los caminos” y subrayó que “el chamamé no se puede hacer negocio”. Consideró imprescindible rectificar los errores de la edición 2025 para garantizar que la Fiesta 2026 conserve su esencia, mantenga su proyección internacional y recupere la solidez que caracterizó sus mejores años.