La patóloga Marta Cohen advirtió que la vacunación infantil en Argentina cayó al 46 por ciento y alertó que, con ese nivel, “no hay inmunidad de rebaño” y pueden producirse brotes de sarampión, rubéola, paperas, tos convulsa o poliomielitis. Cuestionó la difusión de información pseudocientífica en espacios oficiales y remarcó que las “fake news” influyen en decisiones familiares claves. Además, destacó que países como el Reino Unido aplican estrategias activas —como el monitoreo de aguas residuales y campañas territoriales— y sostuvo que el Estado argentino debe asumir un rol de liderazgo para recuperar coberturas y garantizar la prevención.
Cohen recordó que las vacunas forman parte de la medicina moderna desde hace más de dos siglos y que su desarrollo permitió erradicar enfermedades de alto impacto. Señaló que “las vacunas existen desde 250 años” y que la primera, desarrollada contra la viruela a fines del siglo XVIII, “logró erradicar la viruela, la viruela ya no existe más”. Explicó que, pese a ese recorrido histórico, la circulación de “fake news” influye hoy en las decisiones de familias que dudan en vacunar a sus hijos.
La especialista atribuyó este fenómeno a la masividad de redes sociales y plataformas digitales, donde “sirven para comunicar pero también sirven para transmitir noticias que no necesariamente son verdaderas”. Indicó que este entorno comunicacional contribuye a la instalación de discursos pseudocientíficos con alto alcance, incluso cuando parten de fuentes o eventos sin sustento científico.
DESINFORMACIÓN Y PSEUDOCIENCIA EN EL ÁMBITO PÚBLICO
El avance de contenidos no verificados adquirió relevancia institucional tras un evento reciente realizado en el Congreso. Cohen criticó que “autoridades llámese el Congreso de la Nación, uno de los poderes del Estado, abra sus puertas en forma institucional para un debate” basado en argumentos sin evidencia. Relató que, durante la jornada, se presentó a un hombre conocido mediáticamente como “hombre imán”, pese a que su exposición se sustentaba en mecanismos físicos básicos vinculados a la transpiración y no en magnetización alguna.
La patóloga también cuestionó la participación de una investigadora del CONICET que impulsó la iniciativa y publicó un artículo en una revista que definió como un “journal predatorio”, al que describió como anticiencia. Señaló que esa publicación “no tiene valor científico”, pero fue presentada como evidencia en un evento institucional, lo que a su criterio genera confusión en la ciudadanía.
En este contexto, Cohen alertó sobre la pérdida de perspectiva cuando los discursos virales reemplazan explicaciones completas sobre procesos sanitarios. Recordó episodios ocurridos durante la pandemia, como la publicidad televisiva de medicamentos sin eficacia comprobada, y sostuvo que figuras públicas con capacidad de influencia generan adhesión aun cuando la información que difunden carece de respaldo. “La gente les cree porque tienen una capacidad de liderazgo”, expresó.
La especialista planteó que la velocidad de la viralización digital supera los tiempos propios de la ciencia, que requiere análisis, contrastes y publicaciones revisadas. Consideró necesario fortalecer mecanismos de comunicación pública que transmitan información clara y verificable para evitar la propagación de relatos fragmentados que distorsionan el contexto.
POLÍTICAS SANITARIAS Y DESAFÍOS DE VACUNACIÓN
En su análisis sobre las estrategias para enfrentar la desinformación, Cohen propuso que los gobiernos adopten un rol activo. Afirmó que “hay que tomar una posición de liderazgo y de guía en donde salgan a vacunar” y sostuvo que la Argentina registra actualmente un 46 por ciento de cobertura en vacunas del calendario infantil, lo que abre la posibilidad de brotes de enfermedades prevenibles como sarampión, rubéola, paperas, tos convulsa o poliomielitis. Remarcó que “en cualquier momento va a haber brotes y pueden ser brotes letales”, especialmente en el caso del sarampión, una de las infecciones más contagiosas.
Cohen destacó experiencias internacionales que aplican monitoreos ambientales como herramienta preventiva. Explicó que varios países analizan “las aguas servidas, las cloacas” para detectar la presencia de virus y mutaciones, lo que permite anticipar brotes. Mencionó que en Londres, al identificarse poliovirus en aguas residuales, “fueron a vacunar a todos los chicos de hasta 10 años”, lo que calificó como una “actitud activa” necesaria para evitar la propagación.
La especialista insistió en que la respuesta gubernamental no puede limitarse a comunicados. Consideró que “hay que salir a vacunar, hay que salir a hacer campañas” y que la prevención debe sostenerse aun cuando no se hayan registrado casos clínicos. Subrayó que el modelo británico demuestra que la medicina preventiva llega de manera más efectiva cuando se integra a sistemas organizados de comunicación entre instituciones sanitarias y la comunidad.
Al ampliar su análisis sobre la estructura sanitaria, Cohen remarcó la importancia de un “servicio nacional de salud” que funcione sin condicionamientos partidarios y que permita coordinar acciones en todas las jurisdicciones. Detalló que, en el Reino Unido, los ciudadanos reciben avisos directos sobre turnos de vacunación, cartas domiciliarias e información periódica, lo que facilita la adherencia a los esquemas preventivos. Afirmó que “es muy importante llevar la vacunación y llevar la medicina preventiva a la comunidad”.
La patóloga sostuvo que el fenómeno antivacunas es global. Aseguró que es “mundial, es mundial” y mencionó el caso de Estados Unidos, donde autoridades del área sanitaria impulsaron investigaciones sin respaldo sobre vínculos entre vacunas y autismo. Recordó que la hipótesis fue introducida por Andrew Wakefield, cuya publicación de 1995 fue desmentida y derivó en el retiro de su licencia médica. Sin embargo, señaló que continúa siendo un referente para grupos antivacunas.
Cohen expresó preocupación por la caída en los niveles de inmunización en Argentina. Explicó que el país “era un país que lideraba la vacunación infantil” y que pasó del 95 por ciento de cobertura al 46 por ciento actual. Enfatizó que con ese porcentaje “no hay inmunidad de rebaño” y que un brote de sarampión podría derivar en una situación grave pese a tratarse de una enfermedad completamente prevenible. Advirtió que este escenario afecta especialmente a las poblaciones infantiles, que dependen del calendario obligatorio para garantizar su protección.