(Por José Miguel Bonet).Que bien viene recordar este discurso humano,Alfonsín manifestó que había que construir una “sociedad flexible” que superara una “sociedad bloqueada” por faccionalismos y regímenes de privilegio.
La democracia como un significante político, el debate que a partir de 1983 se instaló en Argentina acerca de "qué" democracia era necesario construir.
En sus multiples discursos se puso en juego una serie de categorías como la de cultura política, garantías, ciudadanía plural, consenso fundamental, participación, que pretendían construir un nuevo "sentido común" para entender la dinámica política. En esa construcción, y en las discusiones político-ideológicas que ella suscitó, es posible ver revitalizado un viejo debate de la teoría política entre democracia formal y democracia sustantiva. En él se sintetizaban las preocupaciones por pensar la democracia como el reinado de la "pura forma" y el lugar que debía ocupar el sujeto y la acción política en ese contexto.
En ese lugar, el radicalismo realizó un recordado Plenario del Comité Nacional a fines de 1985. Allí, Raúl Alfonsín pronunció el famoso “discurso de Parque Norte” donde propuso un pacto de coincidencias básicas con fuerzas políticas y sociales. El Presidente agregó que los principales objetivos gubernamentales debían ser la búsqueda de “modernización”, “democracia participativa” y “ética de la solidaridad”.
Sin solidaridad no se construye ninguna sociedad estable y el primer deber que
nos impone la ética de la solidaridad es incorporar al trabajo común a todos aquellos
que, sin renegar de su historia, se sientan convocados por un proyecto como el que
hemos definido. Pensamos en primer término en quienes fueron condenados por
políticas injustas a la miseria y a la marginalidad. Pensamos también en las jóvenes
generaciones que han sufrido el enclaustramiento de una educación autoritaria y la falta de oportunidades y se integran hoy a la vida política con su impulso decidido y
su energía vital dispuestos a construir un mundo nuevo.
Pensamos además en quienes fueron desplazados de la vida política efectiva por
la marcha de la historia, herederos de los ideales y ambiciones que guiaron a buena
parte de los hombres que en las últimas décadas del siglo pasado comenzaron la edi-
ficación de la Argentina moderna. En quienes enaltecieron hasta el límite el valor de
la libertad como el más preciado por encima de cualquier doctrinarismo económico.
En quienes son herederos de la acción ejemplar del socialismo humano, democrático
y ético. En quienes buscaron conjugar su creencia religiosa con la construcción de un
mundo inmediato mejor para los hombres y que no han logrado incorporar ese noble
ideal a la práctica política concreta de vastos sectores sociales. En quienes compren-
dieron que no hay país posible sin desarrollo y entienden la exigencia ineludible de la
ética política y del método democrático. En quienes se desprendieron del viejo tron-
co radical en busca de marchas más veloces. En quienes procuran una vía efectiva
para terminar con la injusta división del país entre un centro relativamente próspero
y un interior relegado, acudiendo a mecanismos locales. En quienes fueron protago-
nistas de una experiencia histórica donde la justicia social conmovió como proyecto
a nuestra sociedad y veían en la democracia su necesario sostén.
A todos ellos convocamos hoy para que, en pluralidad de ideas y de propues-
tas pero en comunidad de aspiraciones y, de ser posible, en una acción conjunta y
un ámbito común, construyamos el país del futuro. Una convocatoria que, además,
comprende a ese vasto conjunto de instituciones, comunidades y organizaciones a través de las cuales se expresa la riqueza espiritual y la voluntad de compromiso y
participación de la sociedad, tanto aquellas cuya presencia se remonta a los oríge-
nes de la Patria como a las que han ido surgiendo como respuesta a las exigencias
de este tiempo o al compás del dinámico crecimiento social. Ya ha terminado en el
mundo la era de las convicciones absolutas del siglo pasado, la era de los mesianis-
mos y de los historicismos fáciles. El futuro no está predeterminado ni en un papel
vacío donde podemos diseñar en forma absoluta nuestra voluntad. Venimos de un
pasado y a partir de él podemos poner cauces racionales al porvenir sin renegar de
nuestra herencia pero sin esclavizarnos a ella. Ella nos pone límites, pero desde esos
límites no hay un solo camino. Elijamos el de la libertad, el de la solidaridad y el de la
tarea conjunta para afianzar la unión nacional. Ya pasó la era en que se pudo llegar a
creer que la felicidad del género humano estaba a la vuelta de un episodio absoluto,
violento, definitivo, que al otro día inauguraría la vida nueva. La revolución no es eso
ni lo ha sido nunca. Revolución es una etiqueta que los historiadores ponen al cabo.
de siglos a un proceso prolongado y complejo de transformación. Pero también se
terminó la época de las pequeñas reformas, de la ilusión que con correcciones míni-
mas se podía cambiar el rumbo de una sociedad que, como la nuestra, fue empujada
paulatinamente al desastre. No hablemos ya de reforma ni de revolución, discusión
anacrónica. Situémonos, en cambio, en el camino acertado de la transformación ra-
cional y eficaz. Nuestro país debe emerger de su prolongada crisis con vigor; y este
vigor encontrará su alimento en la decisión de participar de todos los componentes
de la sociedad los responsables de interpretar y representar las necesidades y aspi-
raciones de los distintos sectores sociales deben asumir con firmeza y vocación de
servicio esta exigencia Debemos aprender a unirnos y a sumar el trabajo de cada uno
con el del otro y crear así la transformación y lo nuevo. Es la unión de lo que cada uno
de nosotros produce desde su lugar. El discurso político debe llegar con este nuevo
espíritu de construcción a todos los argentinos. Estemos dispuestos a marchar juntos. Debemos lograr la unión de lo desunido.
Debe tratarse de una disposición, de una voluntad, pero también de un compro-
miso para alcanzar la concreción de las ideas en la vida real de las personas. En cuan-
to a nosotros, los radicales, debemos comprender que es necesario estar a la altura
de esta misión, poner al servicio de las demandas y urgencias del país nuestra fuer-
za histórica, seguros que al hacerlo comenzamos a solucionar esas demandas y esas urgencias y evitamos quedar cautivos de los bolsones de la Argentina vieja. Despo-
jados de toda arrogancia y de todo prejuicio, trabajemos, estudiemos y preparemos
junto a nuestros compatriotas el país nuevo, el país del futuro.
La corrupcion,un mal que no aqueja intensamente,El problema de la corrupción se enmarca dentro de la necesidad de construir una sociedad democrática basada en la honestidad. La lucha contra la corrupción es una demanda para la consolidación de la democracia y para evitar que se viera amenazada,limpieza administrativa y política" para generar confianza pública.Se requiere la moralidad administrativa, la conducta de los gobernantes. Seremos más que una ideología, una ética. La lucha contra los corruptos, contra la inmoralidad y la decadencia es el reaseguro del protagonismo popular. Las dos cosas, en realidad, van juntas: no se puede luchar contra la corrupción, que está en las entrañas del régimen, sino a través del protagonismo popular, pero no se puede preservar el protagonismo popular sin sostener una política de principios, una ética que asegure su perduración.
Que lejos aún estamos de esas propuestas,pero son un mojon importante,para la República y la Democracia de hoy!!!