ACERVO EN EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DE ARTE CONTENPORÁNEO DE CORRIENTES
Por Facundo Sagardoy
I. EL GESTO COMO ORIGEN
Toda colección es, en esencia, una forma de relato. Pero cuando ese relato se funda en la donación, el arte trasciende su valor material y se convierte en un acto de confianza entre creador y comunidad. La Colección Luis Niveiro nace de ese gesto inaugural: el ofrecimiento generoso de los artistas que, al donar sus obras, eligen compartir su tiempo, su historia y su sensibilidad con los demás. Este gesto, reiterado a lo largo de los años, ha construido una trama de vínculos que sostiene la colección como un espacio de encuentro, memoria y proyección.
Desde sus primeras incorporaciones, el acervo se fue consolidando no solo como un conjunto de obras, sino como un proyecto cultural de largo aliento. Cada donación fue incorporando nuevos lenguajes, nuevas geografías, nuevas generaciones, hasta conformar un corpus que hoy abarca más de cinco décadas de creación, desde 1971 hasta 2024. En ese arco temporal se perciben los cambios de sensibilidad, las rupturas formales y las búsquedas estéticas que acompañaron el devenir del arte argentino y latinoamericano.
La colección, por tanto, no se limita a custodiar objetos, sino que resguarda procesos y gestos. Cada pieza conserva la huella de una historia personal y colectiva, donde la relación entre artista y comunidad se inscribe como principio curatorial. En este sentido, la donación no es un acto accesorio: es el núcleo simbólico que define el carácter de la colección y la distingue dentro del panorama museístico contemporáneo.
El espíritu fundacional de la colección encuentra su fuerza en la reciprocidad. Lo que el artista entrega, la institución lo transforma en patrimonio, y ese patrimonio, a su vez, regresa a la sociedad bajo la forma de experiencia estética y conocimiento. Así, el ciclo del don se completa y se renueva, proyectando la obra hacia nuevos horizontes de interpretación.
De este modo, la Colección Luis Niveiro se erige como una memoria viva de la generosidad artística, un territorio donde la creación y el compromiso se funden en una misma ética: la del arte como bien común.
II. IDENTIDAD Y DIVERSIDAD
La identidad, en el arte contemporáneo, no se define por la pertenencia a un lugar, sino por la capacidad de dialogar entre diferencias. La Colección Luis Niveiro abraza esa diversidad como principio fundante. Reúne artistas de distintas regiones de Argentina —Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Corrientes, La Rioja— y también de otros países, como Suiza y Chile. Este mapa geográfico no es casual: representa una cartografía del encuentro, una red de voces y miradas que convergen para construir un relato coral del arte argentino y latinoamericano.
Cada obra incorpora una perspectiva única sobre el mundo, y en conjunto, conforman un retrato plural de las sensibilidades contemporáneas. La presencia de artistas del Litoral, por ejemplo, introduce una dimensión afectiva y espiritual vinculada a la tierra y a la memoria popular. En cambio, las obras provenientes del centro y sur del país aportan un lenguaje más introspectivo y conceptual, donde el cuerpo, el color y la materia se convierten en signos de reflexión existencial.
Esta heterogeneidad estética es también una forma de resistencia frente a la homogeneización del arte global. En lugar de unificar estilos o discursos, la colección celebra la multiplicidad: lo gestual convive con lo geométrico, lo fotográfico con lo escultórico, lo matérico con lo digital. Así, la diversidad no fragmenta el acervo, sino que lo fortalece, otorgándole una identidad flexible, abierta y en permanente diálogo.
La inclusión de artistas de distintas generaciones permite, además, observar continuidades y desplazamientos dentro de la historia reciente del arte argentino. En las obras de Miguel Dávila o Eduardo Médici resuena la herencia de las vanguardias de los ochenta, mientras que en Emme Cantero, Julie Weisz o Karen Lüderitz se percibe la experimentación del siglo XXI. Cada artista, desde su tiempo y su sensibilidad, amplía el horizonte del arte como lenguaje común.
En definitiva, la identidad de esta colección no se define por un estilo ni por una escuela, sino por un principio ético y estético: el de reconocer el valor de la diferencia como fundamento de la memoria cultural.
III. TERRITORIO Y PERTENENCIA
El territorio no es solo un espacio físico: es una dimensión simbólica donde se inscriben las experiencias, las memorias y los afectos. En la Colección Luis Niveiro, el territorio aparece como un eje transversal que atraviesa la mayoría de las obras. El paisaje, la naturaleza, la ciudad, la casa o el cuerpo se presentan como escenarios donde se despliegan las tensiones entre pertenencia y desplazamiento, entre arraigo y tránsito.
Las obras de artistas del Litoral —como Con amor y payé de Emme Cantero o Las patitas de la Virgen de Mati Obregón— dialogan con la cosmovisión chamánica y con la poética del agua, del río y de la fe popular. En ellas, el territorio se vuelve sagrado, mediado por el símbolo y la emoción. Son piezas que respiran Corrientes y el NEA, pero también que se abren a lecturas universales sobre la espiritualidad y la memoria del pueblo.
En contraste, artistas como Miguel Dávila, Germán Wendel o Juan Longhini abordan el espacio desde una perspectiva más introspectiva, donde la relación entre figura y fondo, entre geometría y gesto, evoca el vínculo entre el ser y su entorno. Sus obras revelan una poética del habitar, donde el territorio se transforma en estado del alma.
Por su parte, las creaciones de Karina El Azem o Mirta Kupferminc amplían la noción de territorio hacia una dimensión política y cultural. En sus trabajos, el cuerpo y la identidad migrante se inscriben como campos de resistencia y reflexión. La geografía deja de ser mapa para convertirse en experiencia humana.
En conjunto, las obras de esta sección muestran que el territorio no se posee: se comparte, se recuerda, se sueña. Es el escenario donde la comunidad y la creación se encuentran, y donde la colección reafirma su raíz en el arte como lugar de pertenencia y memoria.
IV. TÉCNICA Y EXPERIMENTACIÓN
La Colección Luis Niveiro destaca por su amplitud técnica y por su vocación de documentar las transformaciones del arte contemporáneo en sus lenguajes materiales. Las obras reunidas abarcan desde técnicas tradicionales —óleo, acrílico, grabado— hasta recursos tecnológicos como la impresión giclée, el corte láser o la fotografía digital sobre papel algodón. Esta pluralidad convierte al acervo en una radiografía de la evolución técnica del arte argentino en el último medio siglo.
Lejos de establecer jerarquías entre soportes, la colección propone una convivencia entre lo manual y lo tecnológico, entre lo pictórico y lo objetual. Obras como Ascenso y descenso de Silvia Brewda o Resiliencia de Julie Weisz exploran el papel y la fotografía como territorios de experimentación sensorial, mientras que Banco macizo I y II de Bally y Growe recuperan la fuerza escultórica del material tallado a mano.
La experimentación, sin embargo, no se reduce al dominio técnico: implica una búsqueda conceptual. Cada artista investiga el modo en que la materia puede transmitir significados, emociones o tensiones. En Rojo y Azul – Citas Andinas, Karen Lüderitz combina técnicas mixtas y textiles impresos para articular tradición y contemporaneidad, pasado y presente.
El resultado es una colección que celebra el proceso tanto como la obra terminada. En cada pieza se percibe la presencia del hacer: la huella del pincel, el pulso del corte, la textura del papel. Esa atención al detalle y a la materialidad revela un profundo respeto por la creación como acto de pensamiento encarnado.
En su conjunto, las obras demuestran que la técnica no es un medio neutro, sino un lenguaje poético que expresa la libertad, la duda y la intuición del artista. La Colección Niveiro, en su diversidad, se convierte así en un testimonio del arte como laboratorio de sensibilidad y conocimiento.
V. MEMORIA Y CONTEMPORANEIDAD
Toda colección es una forma de memoria, pero la Colección Luis Niveiro asume esa función desde una mirada contemporánea. No busca fijar un canon ni establecer jerarquías históricas, sino construir una memoria en movimiento, una red de resonancias entre tiempos, generaciones y sensibilidades. Las obras de distintas épocas conviven en el presente del espectador, generando nuevas lecturas que reactivan su sentido.
En las piezas más antiguas —como El Saludo de Miguel Dávila (1971)— convive el impulso vanguardista de una época de cambios con la serenidad de la madurez estética. En las más recientes, como Con amor y payé (2024) de Emme Cantero, la contemporaneidad se expresa en la hibridez de lenguajes, en el cruce entre arte urbano, ritualidad y cultura popular. Esta convivencia temporal convierte la colección en un archivo afectivo del presente.
La memoria que la colección propone no es nostálgica, sino activa. No busca preservar el pasado como reliquia, sino mantenerlo en diálogo con las preguntas del presente: ¿qué significa crear hoy?, ¿cómo se construye la identidad en una cultura globalizada?, ¿qué papel tiene el arte frente a la transformación social? En estas preguntas se encuentra el sentido contemporáneo del acervo.
Cada obra, al ser donada, entra en un nuevo tiempo: el del museo, el del espectador, el de la relectura. La colección se convierte así en un organismo vivo que crece con cada mirada, que se reinterpreta con cada contexto. La memoria deja de ser archivo para transformarse en presencia activa.
De este modo, la Colección Niveiro no solo conserva el arte contemporáneo argentino, sino que lo actualiza como experiencia colectiva, garantizando que cada gesto creativo siga generando sentido más allá de su tiempo de origen.
VI. EL VALOR DEL DON
En el corazón de esta colección late una convicción profunda: el arte es un acto de dar. La donación, en este contexto, es mucho más que una transferencia patrimonial; es una forma de comunicación espiritual y ética. Cada artista que entrega una obra confía en la institución y en la sociedad, y a través de ese acto afirma su pertenencia a una comunidad cultural más amplia.
El valor del don radica en su capacidad de transformar la propiedad en pertenencia compartida. Lo que antes fue íntimo, personal o privado, pasa a integrar un acervo que pertenece a todos. En este gesto se revela una dimensión política del arte: su poder para construir vínculos y fortalecer el tejido simbólico de la comunidad.
El coleccionismo de Niveiro se distingue precisamente por esta actitud de apertura, de custodiar lo común, de permitir que la obra encuentre nuevos interlocutores y nuevas formas de permanencia. La colección se vuelve, así, un territorio de reciprocidad donde la creación se mantiene viva gracias al flujo entre quien da y quien recibe.
En tiempos en que el arte se asocia a menudo al mercado y la exclusión, la práctica del don emerge como un gesto de resistencia y humanismo. Donar es afirmar que el arte tiene un valor que excede el precio: el valor de ser compartido, de conmover, de educar y de trascender.
La Colección Luis Niveiro, al sostener este principio, se convierte en testimonio de una ética estética: la del arte que se ofrece como vínculo, como herencia y como promesa.
VII. EL ARTE QUE SE COMPARTE
En su conjunto, la Colección Luis Niveiro es mucho más que un acervo: es una metáfora del encuentro humano a través del arte. Cada obra es una voz que se suma a un coro de sensibilidades, un gesto que prolonga el tiempo y una mirada que amplía la comprensión del mundo. La colección no impone un relato único, sino que invita al espectador a trazar el suyo propio, a descubrir en la diversidad de obras una imagen plural de la creación contemporánea.
El acto de compartir, en este contexto, se convierte en el hilo conductor de todo el proyecto. Compartir es abrir la experiencia estética al otro, reconocer que la belleza y la reflexión no pertenecen a un individuo, sino a la comunidad que las recibe y las transforma. En esta apertura reside la fuerza poética de la colección: su capacidad de multiplicar la sensibilidad a través del tiempo.
Cada donación, cada incorporación, cada mirada sobre una obra reitera el sentido fundante del acervo: el de preservar la emoción humana en su forma más elevada. Las obras aquí reunidas no están detenidas en vitrinas: laten, se transforman, dialogan con quienes las observan. Son parte de una trama mayor donde el arte se convierte en lenguaje compartido.
Así, la colección proyecta su vocación de futuro. Lo que hoy se conserva será, mañana, fuente de nuevas interpretaciones y aprendizajes. Las generaciones venideras encontrarán en este acervo no solo obras, sino una ética del arte como don, como memoria y como encuentro.
El arte —como la memoria— solo perdura cuando se comparte. La Colección Luis Niveiro, tejida por manos diversas, solidarias y generosas, es la prueba viva de esa permanencia que une el pasado con el porvenir.