Imagen tomada del sitio celag data
( Por Alejandro Bovino Maciel). Nuestra humana personalidad tiene tres tipos de efectos: los Sentimientos, que son duraderos y más o menos estables; las Emociones, que son efímeras por naturaleza, y las Pasiones, que son siempre turbulentas, agitadas y feroces.
Entre estas Pasiones, se encuentra el Odio, que nunca es constructivo.
El filósofo Baruch Spinoza, que lo analiza en Etica more geométrico, Libro III, dice que el odio siempre es nocivo porque arrastra tras de él a la ira, que a su vez es proclive a la venganza, que consiste en hacer daño real a quien odiamos. Como podrá advertir el atento lector, la cauta lectora de esta nota, todo este siniestro entramado es miserable. Lo contrario del odio sería el amor, pero el amor se confunde fácilmente con la atracción sensual, y en este caso no siempre se llega a la felicidad que promete, ya que quien es rechazado, o sospecha infidelidad, también suele decaer en la venganza, que es hija del odio, en nombre del amor.
En todo esto también intervienen los usos y costumbres de la sociedad que instaló el machismo hace siglos y lucha por descartar ese lastre que produce tanto malestar. El machismo toma a la mujer como un inmueble de su propiedad, como posesión única y exclusiva del marido.
Lentamente por medio de la enseñanza se van desterrando estos prejuicios dañinos.
En esta agitada contemporaneidad electrónica y financiera todavía el odio sigue vigente como fuerza disolutiva para la sociedad. Basta un pequeño “paseo” por las redes sociales para verificar comentarios burlones, iracundos, destructivos y violentos superan siempre a la empatía y solidaridad que nos debemos para establecer una comunicación mínimamente respetuosa con otras personas.
Lo peor, lo realmente pésimo es cuando el ejemplo viene “de arriba”, de los sectores oficiales donde históricamente prevalecía la racionalidad y la cordura, que siempre tiende a disipar conflictos, no a generarlos.
En el día de hoy sucedieron dos hechos que tuvieron resonancia mundial y están en las antípodas. El odio generado por Jair Bolsonaro al perder las elecciones presidenciales y atacar el Palacio de Justicia y el Planalto hoy tuvo su condigno castigo: 27 años de prisión e inhabilitación para volver a postularse de por vida. Tratar de negar lo que todos vimos por televisión y noticieros, es infantil. Cientos de testigos aportaron pruebas de que don Jair organizó la horda. El Tribunal Supremo de Brasil dictó la sentencia que seguramente será ejemplar para otros dictadorzuelos de opereta que pretendan atropellar el sistema institucional del país.
Por otra parte, un agitador de la ultraderecha norteamericana llamado Charlie Kirk fue asesinado mientras exponía, en el predio de la Universidad del Valle de Utah, su acérrima defensa de la libre portación de armas para los ciudadanos de EEUU, sin restricciones. Una estudiante, con toda razón, le cuestionaba esta idea preguntándole ¿adónde nos llevará esto? A lo que el señor Kirk, gran aliado de campaña de Trump, respondió con soltura: “Y habrá que pagar el precio que sea”. Como si fuese un dictado del destino, en ese preciso momento pagó el precio que sea: su propia vida.
Como decía mi tía: el que siembra vientos, cosecha tempestades.
BUENOS AIRES, SEPTIEMBRE 2025