(Por Susana Santos*) Un acápite sigue al título Cuentos para no dormir la siesta (2025) en la misma portada del libro: “Somos los actores de una comedia escrita por un autor desconocido que ni siquiera nos conoce”.
Un acápite sigue al título Cuentos para no dormir la siesta (2025) en la misma portada del libro: “Somos los actores de una comedia escrita por un autor desconocido que ni siquiera nos conoce”. Con la retórica de un manifiesto de vanguardias, el argentino oriundo de Corrientes Alejandro Bovino Maciel y las paraguayas oriundas de Asunción Amanda Pedrozo y Mabel Pedrozo declaran una certidumbre: el mundo es una obra de teatro escrita de antemano y la humanidad una compañía de actores y actrices.
El tópico del theatrum mundi se remonta en Occidente a la Antigüedad Clásica. En su prolífico linaje destaca como una de sus altas realizaciones el auto sacramental barroco El gran teatro del mundo (1655) del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca.
Inquietante planteo. Herederos de historias y de bibliotecas, si actuamos en el tablado de un mundo pensado como escenario, de manera ligera equiparamos teatro a ficción: a falsedad. Somos, como declara Macbeth en la tragedia del también barroco William Shakespeare, “una sombra que camina, un pobre actor que sube a escena para no poder volver a ser oído. La vida es una historia contada por un idiota, llena de ruido y de furia, que no significa nada” (acto V, escena V).
¿Será la condición dramática estructura sustancial de lo humano? Y la existencia, ¿un mero juego de representaciones? ¿Juego de apariencias y de máscaras?
En este pórtico, esbozado de manera sumaria, se inscriben los textos de *Cuentos para no dormir la siesta*. Según el orden que propone el Índice del volumen: “La Santa”, “La Piel”, “El sillón de mimbre” y “La niña de los olores” (de Amanda Pedrozo); “La siesta guaraní”, “La Muerte Hija y las tres Parcas”, “Confidencia final de la Átropodos” y “El fotógrafo de Durango” (de Alejandro Bovino Maciel); “Rugido de Arcángel”, “Enfermo terminal” y “Cascos” (de Mabel Pedrozo).
Cada uno de los textos hace suyos signos de la cultura. Están poblados de satanes, endemoniados y exorcistas, de personificaciones de la muerte, de centauros y licantropía. Sin embargo, no parecen esos signos objetos de utilería o recurso libresco. Antes bien, transmiten pasión y nostalgia, amor y desdicha en una realidad que por arte de la literatura se nos vuelve presente e inmediata.
LA LENGUA, UN ECLESIÁSTICO Y UNA MUJER
“Algunos hombres sabios proponen esta razón: que hay tres cosas en la naturaleza: la lengua, un eclesiástico y una mujer, que no saben de moderación en la bondad o el vicio…”, se lee en el *Malleus Maleficarum* (Martillo de las brujas), obra de dos monjes dominicos del siglo XV. Elegimos esta cita porque ilumina, y se ilumina, respecto al cuento “La Santa” de Amanda Pedrozo.
Sor Ricarda “tenía vocación y cuerpo de santa”. La monja relata a un eclesiástico, el Padre Amancio, en secreto de confesión, sus visiones. Pensamientos impuros que no le daban respiro a pesar de sus oraciones, ayunos y penitencias. El conflicto tiene antecedentes en una vasta literatura y puede resolverse de dos maneras: resistir o pactar con Satanás. En el cuento, la tensión dramática se despliega entre la monja, su confesor y un microcosmos conventual cargado de poder.
¿Quién es en verdad Sor Ricarda? ¿Recibió solicitación? Hija de confesión del Padre Amancio, la monja se entrega a una carrera de mortificaciones. En este relato, la exaltación, el misticismo y los recelos forman parte de la misma función narrativa.
“Lo más profundo es la piel”
El protagonista del cuento “La Piel” es un periodista de policiales que guarda en su casa objetos sustraídos de los casos que cubre, hasta reunir un peculiar museo privado del delito. La última pieza es inquietante: un pedazo de piel humana levantado de la escena de un parricidio.
La piel cobra vida. Surge entonces la pregunta: ¿dónde está el ánima?, ¿cuál es el límite entre la vida y la muerte?
EL IRREALISMO DE LA REALIDAD
“El lugar es Ygatimi”, anuncia el narrador de “El sillón de mimbre”. Doña Trifonia, enferma, reclama a su hija Elsita, que regresa a asistirla. Pero mientras, sus mellizos ingresan al solar prohibido de un finado. ¿Quién apareció en el sillón de mimbre? ¿Es un juego de la imaginación, orgullosa y temblante?
UNA "MAGDALENA" SIN PASADO
En “La niña de los olores”, último cuento de Amanda Pedrozo, la protagonista arrastra aromas pegados a su piel. Desde miel y flores hasta el olor de los cementerios. La historia se vincula con el *Spirit Attachment*, antigua forma de posesión en la que una entidad se adhiere a una persona.
El relato se resuelve en misterio: ¿qué impulsó a Adelina, la hermana? ¿Quién es responsable de la desaparición de la niña?
*Dra. Susana Santos / Facultad de Filosofía y Letras / Universidad de Buenos Aires
Alejandro Bovino Maciel, Amanda Pedrozo y Mabel Pedrozo,
Cuentos para no dormir la siesta*. Argentina, Corrientes.
Ediciones Moglia, Colección Claroscuro, 2025.
ISBN 978-987-691-476-1
Alejandro Bovino
talomac@gmail.com