(Por Alejandro Bovino Maciel*) Recientemente se presentó en la SADE Central un curioso libro: “Revolcaos en un merengue” El tango crítico: texto y contexto, del médico y escritor valenciano Alejandro Font de Mora. Ediciones olé Libros, Valencia, 2005.
El colega Alejandro Font de Mora integra la Academia del Tango de Valencia. Donde uno menos espera, ahí el tango hace nido y reproduce el milagro del arte para fortuna del público que se enriquece al contacto de esa música hipnótica y sensual. Font de Mora, como Susana Rinaldi, nos señalan el valor de las letras del tango y destacan la importancia de lo que se dice y cómo se dice en las estrofas de los tangos más reconocidos. Font de Mora pone el lente en aquellos tangos que, fuera de las postales decorativas de arrabales y cielos morados, describen la situación social de la gente común sufriendo los vaivenes de la política argentina, los procesos productivos, el nacimiento de los movimientos populares (El Radicalismo de Yrigoyen, el Peronismo después) y los sucesivos golpes militares que fueron quebrantando la vida argentina con interrupciones institucionales y mortificaciones económicas y financieras por endeudamientos, devaluación de la moneda, el dólar signando los destinos de esta sociedad casi a la deriva, y las consecuencias que estas distorsiones producen en la gente que las padece cíclicamente. Tal como sucede en nuestros aciagos días.
No hay nada nuevo bajo el sol, dice el Eclesiastés. Y para la política argentina, que no es la de Suiza, la verdad no puede ser más contundente. Por eso Font de Mora establece un paralelismo interesante, una especie de recorrido por los arrabales de nuestra historia y los tangos que produjo cada época: el reflejo no puede ser más fiel. Toda la miseria gubernamental arrastra el lodo de la miseria social, invariablemente. Font de Mora arranca el registro en paralelo de política y tangos en la década de 1880 del Periodo Conservador: Riqueza y desigualdad de la Sociedad Rural a los conventillos donde fueron a recalar los primeros inmigrantes europeos. En 1916 asume la presidencia Hipólito Yrigoyen rompiendo la hegemonía del liberalismo conservador que prevaleció desde la institucionalización constitucional de 1853. Esos son los tiempos que añora Milei: la de unos pocos ricos y millones en la miseria. Tiempos de José Castillo (padre de Cátulo Castillo) con Agustín Magaldi cantando “Obreros, tened conciencia / y guerra al dios Capital”, o Matufias, de Angel Villoldo “el progreso nos ha dado / una vida artificial / los curas las bendiciones / las venden, y hasta el misal”. Font de Mora nos hace un repaso de nuestra historia argentina a través del espejo de las letras de los tangos. Va desfilando el pasado convertido, por obra de este prestidigitador valenciano, en una amarga reflexión que nos debemos los argentinos. La crisis de la Bolsa de N. York en 1929 nos otorgó como coletazo el golpe de Estado del olvidable Uriburu (1930) y ahí escriben Enrique Cadícamo, Celedonio Flores “Yo nací, señor juez, en el suburbio / suburbio triste de la enorme pena / en el fango social donde una noche / asentara su rancho la miseria” y el genio inolvidable de Enrique Santos Discépolo. “Lo que falta es empacar mucha moneda / vender el alma, rifar el corazón / tirar la poca decencia que te queda / ¿Te creés que al mundo lo vas a arregalar vos? / ¡Si aquí ni Dios rescata lo perdido! / ¿Qué querés vos? ¡Hacé el favor!” No podemos olvidar la interpretación canyengue de este tango en la voz de Tita Merello.
Así, gota a gota se va desangrando la Historia infausta de esta Argentina que amamos a pesar de nuestros desencuentros ideológicos. Este maravilloso libro nos ayuda a comprendernos. Van desfilando los gobiernos de Perón, la “revolución” de Aramburu, Illia, la otra “revolución” del orate de Onganía, el peronismo de la tercera con Isabelita y López Rega, de nuevo el “Proceso de Reorganización” de Videla, Agosti, Massera y Martínez de Hoz, represión, desaparecidos, muertos. El regreso de la ansiada institucionalización con Alfonsín, las dos espantosas presidencias del payaso riojano, la Alianza fallida, el Corralito.
En los ’90 el tango vuelve a dar respuestas a las crisis. Héctor Negro escribe “Carrito Ciruja” (1998) donde describe el nuevo fenómenos de la miseria en los cartoneros: “Yira el carrito ciruja / traqueteando por el barrio / bajo sonámbula luna / y un cielo atorrante y manso / Lo empujan cinchando fiero / dos brazos que nunca arrugan, / y unos chiquilines reos / picoteando la basura”. En ese lodo indigno se cultiva después la delincuencia porque quien ha perdido la dignidad buscando su porvenir en el basural, no puede tener un destino afortunado. Está casi predestinado a permanecer en ese charco donde lo hundimos con carencias de salud, educación, alimentación y dignidad.
Este libro ayuda a pensarnos, como dije. El hecho de que su autor sea un valenciano, es obra del azar. Podría haber sido un esquimal o un maorí. Lo único importante a la hora de ponderar una obra crítica es que nos diga la verdad sin diplomacias berretas que nos hagan creer que, como decía el riojano olvidable “estamos en el primer mundo” cuando en realidad estábamos en el culo del mundo.
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