(Por Facundo Sagardoy) Desde la espesura del Gran Chaco, entre cenizas, frutos silvestres y silencios elegidos, la obra de Beatriz Moreiro se despliega como un lenguaje vegetal que dialoga con la memoria, la espiritualidad y el pulso vivo de la naturaleza. Nacida en Buenos Aires en 1953 y radicada en Resistencia desde 1978, ha construido una trayectoria visual que entrelaza grabado, dibujo e instalación con una mirada poética y ética del paisaje. Su formación en instituciones porteñas y sus viajes de estudio a Polonia, Francia y España forjaron una sensibilidad singular, reconocida con más de cuarenta distinciones, entre ellas el Gran Premio de Honor en Grabado del Salón Nacional de Artes Visuales, en 2014, por su obra "Campoquemado", donde el fuego se vuelve símbolo de herida, memoria y renacer.
Su arte nace de una escucha profunda del entorno y de lo sutil. En piezas como las de "Habitantes de otro reino", los hongos de acero inoxidable sobre troncos de eucalipto se alzan como signos de resiliencia frente a la devastación humana. Durante la pandemia, esa percepción se volvió íntima y reveladora: "Flores en la noche", libro de artista creado en 2021, surgió del registro poético de flores efímeras que brotaban y desaparecían alrededor de su casa, metáfora delicada de la fragilidad y la esperanza en tiempos inciertos. Moreiro crea desde un lugar donde lo vegetal no es ornamento, sino presencia viva que conecta cuerpo, territorio y misterio.
En ArteCo 2025 participó junto a la galería Chacra 247, compartiendo espacio con Zulema Maza y Mario Quinteros. Allí reafirmó su lugar en el arte contemporáneo argentino con una propuesta profundamente arraigada en la tierra, la alimentación ancestral y la espiritualidad de lo cotidiano. Calabazas, zapallos y tortillas se convirtieron en signos de una poética de la subsistencia, donde lo originario persiste como saber y como símbolo. Más que una artista de técnica, Moreiro es una sembradora de sentidos, cuya obra se hunde en el humus de la historia para germinar nuevos imaginarios.
Con la humildad de quien prefiere el camino silencioso de las raíces, evocó su amistad con Luis Niveiro, a quien donó una obra para el Museo de Arte Contemporáneo, celebrando su visión con afecto y gratitud. Frente al reconocimiento de nuevas generaciones que la nombran como referente, respondió con la misma calma con la que dibuja. En un año marcado por la partida de figuras como Carlos Masoch y Felipe Noé, reafirmó su pertenencia al arte argentino desde una identidad expandida: una artista que habita el Chaco, de familia correntina, cuya obra, como los hongos que brotan tras la lluvia, no busca imponerse, sino persistir en la memoria fértil de su tierra.
—Beatriz Moreiro, pasó ArteCO 2025. ¿Cómo te sentiste?
—Y yo me siento yo, como siempre, haciendo lo que el ser supremo me manda como mensaje divino. ¿Qué debo hacer? Valorar lo que la Tierra nos da, los hongos que fueron los primeros habitantes del planeta Tierra. Será que dieron el oxígeno para hacer la vida habitable. Y después empecé a trabajar con la tierra y los frutos que aún la tierra nos da, las flores que dan frutos de los cuales nos alimentamos. Y lo que más a mí me place es la soledad. Y cuando me llega, me llegan esos mensajes como cuando los nidos, como cuando cada cosa me llega... el mensaje, como que es lo que debo hacer.
—Hace un tiempo expusiste en el Salón de los Pasos Perdidos, en la Legislatura de Corrientes. Una enormidad de gente pudo ver tu obra en esa oportunidad, y saludarte el primer día de exposición. Bueno, ¿cómo te sentís acá en Corrientes y en el marco?
—El de los Pasos Perdidos fue un homenaje que me hicieron como artista. Muy agradecida. Y en Corrientes… yo, mi familia es toda correntina. Mis abuelos, mis primos viven todos acá en Corrientes. Yo iba a Paso de la Patria cuando Paso de la Patria era un páramo y yo tenía 4 años. Ahí fue que me quemé un brazo, caí de un árbol. O sea, nuestros veranos eran con mis abuelos y mis tíos acá en Corrientes. Lo que hoy es el Golf Club, era la casa de mis tíos abuelos, hermanos de mi abuelo.
—¿A qué memorias, a qué paisajes llevan las obras que mostraste en la Feria de Corrientes?
—Flores, flores y frutos. O sea, todos los frutos salen de una flor, y son los que comemos aún. Esto, también lo hice Buenos Aires: tiene zapallos, calabazas, otros frutos terrestres. Voy hasta una ñangapirí. La tortilla, son cosas que comían los pueblos originarios. Y no sé, me viene como el mensaje, no lo puedo explicar.
“Soy muy feliz en soledad, dibujando”
—En ese traducir el mensaje del deber, que es el de hacer arte, algo que te caracteriza… bueno, la eminencia del dibujo y del grabado. ¿Por qué?
—Es felicidad total. Los objetos, y ahora el dibujo, porque como señalas, yo vengo del mundo del grabado, que es dibujo en metal, y con eso hice toda mi carrera: el Gran Premio, el Premio de la Academia de Argentina, premios internacionales con grabado. Pero al ser una técnica tan pesada y de mucho esfuerzo físico, después que gané el Gran Premio, y yo ya venía dibujando, me aboqué al dibujo y a los objetos y dejé el grabado. Pero el grabado es como un dibujo que todavía no ves el resultado. Y hago lo mismo, no sé... pero yo soy muy feliz en soledad, dibujando.
—Mientras estábamos haciendo la nota, vino y te dejó un saludo Luis Niveiro, fundador del Museo de Arte Contemporáneo
—Sí, es un gran amigo. Me pidió mi casa para hacer uno de los lanzamientos del MAC, hace ya muchos años, y yo hice unas empanadas caseras que serví yo misma e invitamos un público selecto: el arquitecto Gabriel Romero, el profesor arquitecto Federico Veiravé, la doctora Mariana Giordano, el licenciado Julio Sánchez Baroni, Fernanda Tocalino no pudo venir porque estaba de viaje. Fue un público del arte y amigos del arte. Luis es lo primero, lo primero, primero, primero siempre.
—Y de aquel momento a ver este edificio de seis pisos que se está por inaugurar acá este año…
—Que no lo vi todavía, lo vi en fotos, pero personalmente no. Una maravilla. Lo felicito a Luis, es su proyecto, es maravilloso, ya le doné una obra, un grabado: el Primer Premio del Salón Nacional en Grabado. Me parece magnífico que Corrientes haya abierto las puertas a su visión, y tenga gracias a él hoy tenga esto.
“Soy una artista argentina que vive en Chaco y de familia correntina”
—Beatriz, te pido una reflexión para los artistas que vienen en colectivos, muchos de ellos toman como ejemplo tu nombre, tu posición frente a tu propia obra, tu obra con nombre propio.
—Mis obras están mucho más altas en Buenos Aires. Yo le puse precios bajos acá.
—¿Pensás que está bien este anclaje de coleccionistas, que ves un movimiento lindo?
—Sí, entre todo lo que oigo, también oigo que soy un ícono, hay que decírselo a mi galerista porque el espacio funciona en mi casa, pero la que dirige la galería es ella. Yo no sabía que tomaban mi ejemplo, antes de llegar acá, pero me llamó la expresidenta de la Academia Nacional de Argentina, y remarcó yo soy un referente, que tengo que seguir estando.
—Este año se fue Carlos Masoch, se fue Felipe Noé. ¿Qué pensás de esto?
—Y no sabemos. Yo creo que son figuras icónicas de Argentina. Yo por eso me considero una artista argentina que vive en Chaco y de familia correntina. No soy una artista chaqueña, porque viene gente de todos lados. Yo estoy en Buenos Aires, estoy acá, pero vivo acá. Pero nací allá. Soy una artista argentina. Y bueno, no sé qué pasará en el futuro, como pasó con ellos. Quedaré como un ícono de la región. Lo dirá la gente, en mi memoria.
—Muchas gracias Beatriz.
—Muchas gracias, Facundo.