Corrientes, miercoles 03 de diciembre de 2025

Cultura Corrientes

Marcos Benitez: “Mi arte nace del abrazo entre la tierra, la historia y el silencio de la memoria”

24-05-2025
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(Por Facundo Sagardoy) En este presente creativo que conjuga memoria y proyección, Marcos Benítez no solo plasma su obra en espacios de prestigio, sino que también se convierte en un actor comprometido de la escena local. Actualmente expone en Arte CO, un espacio que dialoga con las nuevas corrientes del arte contemporáneo, y sostiene un compromiso profundo con su comunidad como miembro donante del Museo de Arte Contemporáneo de Corrientes. Este vínculo simbiótico entre creación y acción pública reafirma su apuesta por un arte que trasciende el lienzo para construir redes culturales que sostienen la identidad y el futuro.

En el abrazo íntimo nace el arte de Benítez: un gesto creativo y un acto de comunión con raíces que se extienden más allá de las fronteras políticas, un territorio cultural donde el susurro del guaraní, el crujir del quebracho y la memoria ceramista se funden en una voz ancestral. Su obra se erige como puente entre pueblos y tiempos, donde la cerámica se convierte en huella viva de tradiciones que resisten a desaparecer, un canto silencioso que reclama su lugar en la contemporaneidad, en el corazón de Sudamérica y más allá.

El recorrido de Benítez es también el mapa de un artista que habita su geografía interior, transitando la madera, el textil y el barro como quien navega un río que lleva historias, heridas y esperanzas. Su obra, un sudario tejido con técnicas que abrazan la interdisciplinariedad, revela un tiempo detenido y en movimiento a la vez, donde la naturaleza y el hombre dialogan en una danza ritual de creación y preservación. Cada huella que imprime no es mera repetición, sino un mantra, un acto de resistencia poética que defiende el valor sagrado de la memoria en su forma más tangible y silenciosa.

Pero ese tránsito entre la agreste naturaleza de sus orígenes y el brillo de los espacios urbanos donde exhibe su obra no borra la esencia del territorio, sino que la proyecta con fuerza, incluso cuando las voces originarias parecen desvanecerse. En la distancia, Benítez se vuelve custodio de saberes que se extinguen, homenajeando con respeto a quienes sostuvieron esos legados, como Rosalina Robles, última ceramista de una tradición que se apaga. Así, su arte es un acto de amor y duelo, una declaración profunda que nos invita a escuchar el latido silente de la tierra, a reconocernos en esa memoria compartida y a sostener con pasión el presente y el futuro de nuestra identidad cultural.

— Bienvenido, Marcos. Cada vez que venís es una celebración. Tu obra es hermosa y se recibe muy bien. ¿Cómo te encontrás hoy en Arteco 2025?
— Bueno, yo soy el privilegiado, porque para mí Arteco y Corrientes no son solo una feria o un encuentro de galerías. Para mí tiene que ver mucho con lo afectivo, ¿viste? Tengo vínculos, amigas que hicieron conmigo la facultad, gente que conozco desde hace mucho tiempo. Generé muchos lazos y para mí es venir a visitar a amigos, a compartir. Me tratan como si fuera de la familia, me siento en mi casa, mejor que en mi casa, entonces estoy muy contento.

“En cada abrazo nace un vínculo”

— ¿Qué podemos ver de tu obra? Porque sabemos que se muestra en redes, en notas, en Paraguay, en Buenos Aires, en Corrientes, en Resistencia... en todos lados donde hay un espacio de arte contemporáneo. ¿Qué traés para esta oportunidad, en este marco que nos convoca?
— Acá en Arteco traje una obra que forma parte de un gran proyecto que empecé en 2005 y concluí en 2023. Tiene que ver con pueblos ceramísticos y mujeres ceramistas de Paraguay, que están distribuidos en las afueras de Asunción, la capital de Paraguay. Empecé en Área, luego fui a Itá, Tobatí, y terminé en Yaguar. El último proyecto de Yaguar es el que traje acá para Arteco. Está expuesto en La Alondra y se llama Mbeyú Rova, que quiere decir la cara Mbeyú — cara en Mbeyú. Son unos platitos en cerámica que trabajó Rosalina Robles, la última ceramista que mantuvo esta tradición. Ella falleció el año pasado, y con su muerte se perdió esa tradición. Entonces, esta obra es un homenaje a ella.
Además, la estoy exhibiendo en una sala donde la gente se reúne a comer, a compartir, a relacionarse. Para mí, exponer en ese espacio tiene que ver también con la gastronomía, porque el comer es algo que nos nutre y se comparte, generando vínculos. Entonces, esta obra tiene mucho que ver con eso. La gente puede visitarla de 8 de la mañana hasta las 8 de la noche.

“Entre platitos de barro, el alma de un pueblo se despide y renace”

— Tu obra transita sobre algunos símbolos del patrimonio natural y también gastronómico, esas costumbres que nos unen. ¿Qué similitudes ves en este aspecto que se forja entre Paraguay, el norte argentino y cómo todo esto va transitando hasta Buenos Aires con tu obra? ¿Qué te devuelven las personas?
— Primero que todo, trabajo el tema del territorio como un territorio cultural, ¿no? Como un territorio geopolítico con fronteras arbitrarias. Corrientes para mí tiene que ver con ese territorio cultural que compartimos, especialmente en la gastronomía, que es un eje fuerte en mi obra. Acá se come mbeyú, chipá, hablamos guaraní, y todo eso nos vincula. Por eso me pareció interesante traer una obra que muestra cómo nuestras culturas se conectan.
Y, aunque no lo creas, estoy más cerca de circuitos internacionales con Arteco que en mi propia capital, porque acá es donde me vinculo con galeristas y coleccionistas de Buenos Aires. Hay proyectos que surgieron gracias a Arteco, incluso coleccionistas que adquirieron mi obra a partir de este evento. Para decirte lo trascendente que es esta feria para mi obra y mi crecimiento profesional.

— ¿Qué opinás del movimiento y la expectativa que se ha generado en los últimos años y que en estos meses llegaría a su punto culminante con la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo, reuniendo el acervo del que ya sos parte? ¿Cómo te sentís siendo ya un miembro más de este maravilloso movimiento que instala un punto en el corazón de Sudamérica para el arte contemporáneo?
— Para mí siempre es una celebración la inauguración de un museo, porque alberga obras, las custodia, las conserva y las exhibe. Vi el edificio, es muy lindo, fue restaurado y da la pauta de que con insistencia, ganas y pasión se puede lograr.
Sé que este proyecto se inició en 2016 y fue creciendo con la iniciativa de Luis Niveiro, un gran amigo de Paraguay — hay obras suyas allá en museos. Su persistencia y pasión hicieron que esto se concrete. Estamos en la recta final y es una alegría enorme ser parte de esta colección, que incluye artistas correntinos, argentinos e internacionales. Ser parte de un museo siempre es importante para un artista.

“El territorio no tiene fronteras cuando el arte cose los lazos invisibles”

— En Arteco te vimos de muchas maneras, te oímos y te vimos respirando tu obra, esa reconstrucción de geografía y patrimonio que nos encuentra y pone en valor a la naturaleza. ¿Cómo pensás el arte? ¿Cómo vivís tu momento de creación? ¿Cómo te preparás para concebir una obra?
— En realidad, las cosas me encuentran a mí, diría yo. No es que me siento a pensar “quiero trabajar esto”, sino que van surgiendo y, si me apasionan, empiezo a investigar, a leer, a acumular imágenes y registros. Me gusta trabajar mucho con registros, con imágenes, con historiadores, con la historia del lugar o de las cosas que voy desarrollando. A partir de ahí se van desplegando como historias o como un libro con capítulos.
Luego voy eligiendo la materialidad, que depende del contenido. A veces trabajo solo con audio — vos fuiste parte de eso — y paso el audio a audiovisual, fotografía, cerámica, textil. Soy un artista interdisciplinario y cada vez más se borran las fronteras entre disciplinas en el arte contemporáneo. Ya no sos solo un artista fotógrafo o grabador; eso se diluye según el proyecto. Creo que eso es una riqueza. Además, hay colaboraciones con otras disciplinas como el cine o el teatro. Estas colaboraciones son muy comunes hoy en el arte contemporáneo actual.

“Envuelvo árboles, piel y tierra: huellas que el tiempo no podrá borrar”

— ¿Qué te llevas? ¿Qué te llevaste de la experiencia a la que te llevó tu obra de imprimir la identidad de esos árboles? ¿Qué te llevaste de lo que creaste con todo eso?
— Yo creo que esa obra es como la culminación de un inicio en mi carrera. Yo empecé con el grabado, con la ciclografía, y tiene que ver con el tema de la madera, ¿verdad? La madera siempre fue un elemento con el que tuve vinculación y también, obviamente, estudié con varios maestros en Paraguay. Siempre el tema de la huella, el registro, fue una constante; la multiplicidad en mi obra, la serialidad, la serialidad no para repetir, sino como una posibilidad de afirmación, ¿verdad? Como los mantras o las frases, más por ese lado que por repetir una misma cosa. Entonces, el tema del hacer los sudarios fue como mezclar varias técnicas, eso que te decía de diluir esas técnicas porque cuando tengo que explicar no es grabado, no es impresión, no es cerámica, es todo. Porque yo envuelvo con textil, que tiene que ver con una historia del telar, que es fibra de algodón pero industrial. Viene con una historia del telar, la opoí, donde yo arropo estos árboles, envuelvo, abrigo, voy mojando y uso la técnica del bruñido de la cerámica para sacar esas huellas, ese registro. Entonces es como una mezcla de todo. Creo que es la culminación de este proyecto mío cerámico, esa mezcla. Entonces como que ahora me siento, aparte tuvo mucha repercusión, me invitaron, siempre me invitan a llevarlo. Compraron colecciones y siempre me dicen: "Yo compro porque nunca vi esta técnica". Y yo les digo, sí, la verdad que yo la inventé. La inventé porque es una mezcla de todo y estoy muy satisfecho.
Y la verdad también la obra te va encontrando, como te decía, porque empezó desde una necesidad que estuvo en una residencia en el Chaco, que está aislada, todo. Te vas cruzando con lo que es Puerto Casado. Yo dije: "Tengo que llevar textil, tengo que hacer algo textil porque allá no va a haber nada, solo tierra." Bueno, mojé estas telas en el río, las dispuse sobre el patrimonio, que es un puerto destruido hecho por quebracho, madera del quebracho, que es lo que se explotaba ahí en las tanas. Desde ahí empezó esto. Tenía que sacar la huella a esto. Primero trabajé con fotografía, después saqué la huella del puerto destruido hecho por quebracho, y a partir de ahí empecé a trabajar con esto, ¿verdad? Y ahí fui mejorando la técnica. Eso fue en 2019 y después aproveché la pandemia para seguir investigando y surgió esta obra.

“Mi arte nace del abrazo entre la tierra, la historia y el silencio de la memoria”

— Una pregunta más. Tu obra sale de ahí, de la esencia, del lugar donde habitas, ese momento creativo donde te conectas con seres, con esencias, con materiales distintos que constituyen la naturaleza, lo originario, las bases de nuestra cultura, de las culturas originarias, y la vas llevando en la medida que hacés una ruta hacia espacios cada vez más urbanos. ¿Cómo vivís salir de la naturaleza más pura o agreste, desde donde se la mire, hasta estos lugares cada vez más lujosos, donde la obra se experimenta, llega y el mensaje trasciende? ¿Cómo vivís ese tránsito?
— Bueno, muy interesante tu pregunta. Primero te voy a decir que me tocó ir en residencias como en Barcelona o en Francia, ciudades europeas o fuera, y me sentí un pez fuera del agua. No tenía mis elementos. Estoy en una residencia acá y me pregunto: ¿de qué agarro, qué hago? No tengo mi tierra, no tengo la gente con la que me comunico, y me vuelvo en mí mismo, reflexiono sobre mí mismo en relación a ese lugar. Entonces, en Francia, por ejemplo, surgió lo del idioma. Trabajé con impresiones y ampliaciones de mi propia piel, de mi lugar de residencia, con textos de diccionario. Eso por un lado. Necesito producir en mi entorno natural, como decís.
Por otro lado, soy un enamorado del arte popular indígena. Cuando me enfrento a una cerámica popular o un arte indígena —bueno, el indígena no tiene otro concepto— esa belleza extrema, como el arte popular indígena, que encima no está concientizado, sino internalizado, me siento ridículo. Esto lo digo siempre yo. ¿Qué hago ante esta pieza? Nada, o sea, nada de lo que yo pueda hacer me va a generar esto que yo siento. Entonces, trato de valorizar y expresar mi admiración. Rindo homenajes, como en el caso de Rosalina Robles, que estoy exponiendo en Londres. Le digo a la gente: "Por favor, compren cerámica, esto va a desaparecer". Murió Rosalina Robles y terminó esa tradición con ella. Muere Julio con ella esa producción. Ella no tiene descendientes, no hay nadie que siga su trabajo. Son seres en vía de extinción, ¿entendés? No te digo que la cerámica va a extinguirse, sino estos seres que producen ese imaginario, lo mismo con los pueblos originarios. Cada vez son menos, esto se va a diluir. Entonces, valorizar es importante.
Tengo varios proyectos que tienen que ver con eso, sobre todo en la residencia en Barcelona. Estuve en un proyecto llamado "Invernadero", la consigna era el territorio. Trabajé sobre la etnomedicina, que tiene que ver con mi historia personal al mismo tiempo como paraguayo y persona individual, porque mi mamá fue una gran conocedora de las hierbas medicinales. Nunca nos dio nada de laboratorio, todo era así: aceite caliente en la oreja, té de hoja de guayaba, ¿entendés? Yo mamé eso de chico, entonces me interesó trabajar la etnomedicina, rescatando un poco eso. Me decían que para nosotros es importante el territorio porque nos vamos a quedar sin medicina, sin nuestras hierbas medicinales que nos sanan, que necesitamos para curarnos. Más allá de la necesidad del territorio, es algo que poco se habla y tiene que ver con nuestra identidad en Paraguay. La gente toma muchas hierbas medicinales y conoce, es algo inherente a nuestra cultura. Entonces, esas cosas me apasionan.
Lo de las ciudades, creo que las grandes ciudades están volcadas ahora a todo este tipo de propuestas. Incluso te diría que se está volviendo una moda y a veces son tratadas como algo romántico o superficial, y uno dice: "Bueno, esto se hace porque está de moda." No veo una profundidad o una problematización del tema. Pero por lo menos hay un interés en volver a la materia, a la naturaleza, a hacer cosas manuales. Por eso hay mucho textil, mucho bordado, mucha cerámica. Hay interés en todo el mundo, ¿verdad? Entonces, las colecciones buscan artistas que trabajan cerámica. Hay un fenómeno en Argentina, como Martín Chile, por ejemplo, que trabaja cerámica, o las artistas textiles que trabajan en el Chaco, que me parece muy bien. Hay interés en el mercado y en el circuito del arte.

— Última pregunta. Ticio Escobar, representante de la cultura de Paraguay, estudioso, y Marcos Benítez, dos nombres que suenan siempre en nuestros oídos como representantes e intérpretes de la cultura visual, del lenguaje visual. ¿Cómo vivís el hecho de ser abanderado también de tu país en estos lugares próximos y en otros más lejanos?
— Bueno, primero que Ticio es el grande. Yo soy un pequeño al lado de él, un gran maestro, una persona que ha dedicado su vida a investigar, escribir textos y teorizar todo lo que es el arte popular indígena, poniendo ese arte al mismo nivel que el arte urbano, sin esa clasificación de mayor o menor importancia. Es el culpable de que yo me haya enamorado de todo esto, de acercarme desde otro lado. Porque si bien me enamoré de la estética leyendo sus textos y siendo alumno 12 años en sus seminarios, pude profundizar y tener una mirada más crítica, problematizar esa belleza y esas realidades. En cada seminario tenía que presentar una propuesta con un tema y un contenido para desarrollar durante el seminario. Él es responsable de muchas producciones. Ahora sí, que la voy a tener.

— Muchas gracias.
— Vamos, vamos, vamos.