(Por Alejandro Bovino Maciel*) El arquitecto José Ramírez es, ya, una figura emblemática e indispensable a la hora de pensar en el Carnaval Correntino. Además de su docencia en artes plásticas, además de su inteligente desempeño en la dirección del Teatro Vera, José Ramírez es dueño de un singular talento creativo que puso de manifiesto en lo que —yo interpreto—, es la segunda parte de su trabajo como diseñador, coreógrafo y regisseur de nuestros carnavales.
Presencié por primera vez, azorado, ese maravilloso despliegue de talento y felicidad en los últimos años en los que el desfile se realizó en la Costanera. Hasta allí, las dos comparsas mayores se citaban cada año presentando “temas” del despliegue (París, los Piratas, por ejemplo) en los que invariablemente Copacabana afinaba la puntería desarrollando cada tema de un modo muy inteligente, haciendo hincapié en tres o cuatro detalles de cada tema que eran tratados con profundidad creativa, esquivando el clisé en los que uno y otro año Ará Berá incurría con total indolencia.
¿Qué significa esto?
Que si Ará Berá anunciaba que su tema sería “España” no faltaría la música de “Carmen” de Bizet, los toreadores, los abanicos, el flamenco, las castañuelas, las jotas. Todo lo que uno ya esperaría de los lugares comunes (la cultura de Billiken) estaba invariablemente presente, sin el menor empuje creativo. Mucho lujo, mucho despliegue que la llevó a ganar premio tras premio; pero la verdadera creatividad, el arte, estaba en la vereda de enfrente.
Obviamente, los clisés atraen a las masas populares que rápidamente los asimilan por su facilidad, pero esa misma amplitud de criterio para todo el mundo disipa la posibilidad del arte, que necesita y solicita esfuerzo para ser interpretado.
José Ramírez habrá entendido este código. Decidió apartarse —quizás porque su propio genio creativo lo impulsaba, no por necesidad de destacarse— y hacer de cada “puesta” una apuesta con el público más refinado en cuanto a la recepción del espectáculo. En lo que yo llamo la segunda parte de su creación decidió definitivamente que, si nuestro carnaval, el correntino, está exento de la carga política del carnaval de Río, por ejemplo, no puede estar asimismo vacío de representatividad. Y Corrientes, no es España, ni Estados Unidos, ni Rusia, ni Checoslovaquia. Corrientes tiene su propia identidad y José Ramírez halló en ese tesoro la veta para zambullirse y zambullirnos en la mitología y el rico pasado que tiene nuestra provincia. Desde ese momento, José Ramírez empezó a generar prodigio tras prodigio porque cada presentación, cada año, el tema correntino iba cobrando más y más unidad en las distintas puestas. El traje de la reina, las cordoneras, las pasistas, la música, los solistas, los despliegues coreográficos, la carroza, todo apuntaba a un solo tema, casi obsesivamente: Corrientes. José Ramírez nos mostró otro Corrientes que muchos desconocíamos. Nos enseñó a ver el rico patrimonio mitológico, la simbología del espacio: la fauna hechizada como por milagros en cada traje que no copiaba, como los gallos de Ará Berá, sino insinuaba ese fino contacto entre el objeto y su símbolo, aludía como si solo se atreviese a señalarlo desde una distancia por medio de la belleza.
Esas alusiones al cacuy, a las garzas, al atardecer, al sol, a la luna, al suelo correntino refinaron su percepción, que pudo convertir en un pequeño universo en el que cada parte estaba en relación con las demás, en el que nada estaba suelto.
Y eso, solo eso, es lo que yo llamo arte.
Lo demás puede ser brillante, decorativo, llamativo, pero es artesanía.
*BUENOS AIRES ABRIL 2025
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