El abogado especialista en Derecho Internacional Agustin Ulanovsky recordó con profunda emoción el impacto que el atentado tuvo en su vida y en la comunidad judía en Argentina.
Señaló que la brutal explosión no solo cobró la vida de 85 personas y dejó cientos de heridos, sino que también marcó un antes y un después en la historia del país, instalando un sentimiento de vulnerabilidad y desprotección.
Remarco que el ataque no solo fue un crimen contra la comunidad judía, sino también contra toda la sociedad argentina, que aún hoy sigue exigiendo respuestas y justicia.
Consideró que la impunidad en torno al caso AMIA es el resultado de una compleja red de corrupción que ha permeado las instituciones encargadas de esclarecer lo ocurrido y argumentó que la falta de voluntad política y la interferencia de distintos sectores han impedido el castigo de los responsables, perpetuando un clima de desconfianza en el sistema judicial.
—Ya cerca de los treinta años, y muchas veces, año a año, recordamos con dolor porque nos tocó a todos.
—El atentado a la AMIA fue hace treinta años, en julio del 94. Yo hoy tengo treinta y ocho años, así que en ese momento tenía ocho. Recuerdo que fue después de la final de la Copa del Mundo entre Brasil e Italia, en vacaciones de invierno. En ese entonces, yo iba a una escuela primaria de la comunidad, y fue un lío. Siempre recuerdo el temor de mis padres cuando volví al ciclo escolar y el dilema de seguir enviándonos a mí y a mis hermanos al colegio de la colectividad. Estos atentados buscan generar terror, por eso se les llama terrorismo: paralizan y buscan cambiar vidas. Afortunadamente, mis padres decidieron mantenerme dentro de la red escolar judía y no ceder ante el miedo. Lo que se conmemora la semana que viene son 33 años del atentado a la Embajada de Israel, que ocurrió dos años antes del atentado a la AMIA. Muchas veces nos preguntamos si, de haberse tomado medidas tras ese primer atentado, se podría haber evitado el segundo. Pareciera que sí. En ese momento, el gobierno y las fuerzas políticas no supieron dimensionar el peligro en el que estaba Argentina y, bueno, luego ocurrió lo que ya sabemos. En el atentado a la Embajada yo tenía seis años, así que ahí sí que no tengo tantos recuerdos.
—Claro. Y usted menciona el tema de los gobiernos. Siempre se habló de una suerte de convivencia o encubrimiento en estas décadas, de ocultar lo que realmente pasó. Esto nos lleva a recordar lo ocurrido con Nisman. ¿Cree que hay un poder político en Argentina que no quiere que se sepa la verdad sobre estos atentados, más allá de los dos años de diferencia entre ambos?
—Bueno, a ver. Pareciera que podemos dividir las investigaciones en dos partes. Por un lado, el hecho en sí del atentado a la AMIA, para el cual hay sobradas pruebas de que fue perpetrado por Irán junto con su brazo armado. Pero, como bien decís, independientemente del ataque en sí, lo que ha habido después es toda una red de corrupción y complicidades que han derivado en impunidad. Hoy, a 33 años del atentado a la Embajada de Israel, no hay ni una sola persona en la cárcel por estos ataques. El resultado de la justicia ha sido desolador. Es cierto que en juicios que involucran a terceros estados e investigaciones internacionales todo es más complejo, pero si comparamos con ataques similares en otros países, vemos que al menos en algunos casos hubo justicia y condenados. No es el caso de Argentina.
—¿Cómo toma la comunidad la nueva postura del gobierno nacional? Es decir, el acercamiento y posicionamiento firme, tanto institucional como personal, del presidente Milei hacia la comunidad judía.
—Sí, a ver, me excede hablar desde una perspectiva partidaria.
—No, no, claro, lo entendemos.
—Haciendo esa aclaración, creo que es positivo que un presidente argentino repudie el terrorismo internacional, condene los ataques del 7 de octubre y se solidarice con las víctimas del Holocausto en diversos actos. En lo personal, celebro que el presidente Milei tenga esta postura y creo que es el camino correcto. Lo que pretendería es que esto se transforme en una política de Estado, que cualquier presidente, sin importar su partido, entienda que el terrorismo internacional es un flagelo que afecta a Argentina, país que ha sido víctima de dos atentados terroristas.
—Entiendo. Y ahora, brevemente, ¿qué sintió al ver las imágenes de octubre de 2023? Las imágenes de lo que pasó en Israel, en la frontera con Gaza. Imagino que la comunidad revivió el dolor de lo que ocurrió hace 30 años en Argentina.
—Profundamente conmovido. Todo judío tiene algún amigo, familiar o conocido en Israel, y esas imágenes fueron desgarradoras. Nos transformaron la vida. Y lo peor es que el sufrimiento no terminó el 7 de octubre. Hoy seguimos teniendo secuestrados. Hace poco vimos cómo terminó la historia de los niños Kfir y demás víctimas en Israel. Esto sigue afectándonos diariamente. Además, ha habido un rebrote del antisemitismo, en parte producto de la guerra en la región, pero con implicancias directas para un judío argentino como yo.
—Entiendo. Y hacia adelante, Agustín, considerando estos 30 años de historia y la actualidad en 2025, ¿cuáles son los desafíos de la comunidad judía en Argentina?
—Mirá, entre otras cosas, creo que es importante hacer docencia sobre estos temas. Hoy en la UBA doy una materia llamada “Marco Jurídico del Conflicto Árabe-Palestino-Israelí”, y creo que es fundamental abrir espacios de diálogo y educación. Como judío argentino y comprometido con los derechos humanos, siento la necesidad de explicar estas situaciones.