ARTE Y VIDA. La obra de Carmela y Lúcio nos invita a repensar el arte desde la fragilidad y la resistencia, desde la materia y el espíritu, reconociendo en la cerámica no solo un medio de expresión estética, sino un acto vital.
(Por Facundo Sagardoy).En el corazón de Garopaba, un rincón costero único, profundamente patrimonial del sur de Brasil, se inauguró la exposición de los ceramistas Carmela Slavutsky y Lúcio Nagib, dos artistas que, a través del barro, la tierra y el fuego, han logrado construir un puente entre la tradición y la contemporaneidad._
Carmela y Lúcio, originarios de Porto Alegre, han hecho de Garopaba su hogar desde hace casi dos años. Su llegada no fue motivada inicialmente por el arte, sino por un concurso público que Carmela, con más de 50 muestras nacionales e internacionales en su trayectoria, ganó, singularmente, como terapeuta ocupacional. Sin embargo, su pasión por la cerámica encontró en esta ciudad un nuevo espacio de expresión.
El arte como refugio y resistencia
"El mayor desafío para los artistas en Brasil es la falta de patrocinio", explica Carmela con firmeza. "El arte no es subvencionado y los costos de los materiales son elevados. Aun así, seguimos creando. Porque no se trata solo de vender o exhibir, sino de expresar lo que llevamos dentro".
Pero en el caso de Carmela, la cerámica trasciende lo económico. Para ella, fue una vía de salvación en medio de una profunda depresión que atravesó entre 1990 y 2000. "La cerámica me salvó la vida", confiesa con emoción, sus ojos brillando de recuerdos difíciles. "Si no fuera por el arte, yo no estaría aquí. Los psicólogos no sabían qué hacer conmigo, y fue la arcilla la que me devolvió las ganas de vivir".
La historia de Carmela se entrelaza con su linaje artístico y literario. Hija del reconocido escritor y psicoanalista Abrão Slavutzky y prima del destacado autor gaúcho Moisés Klier, creció rodeada de cultura. "Mi padre siempre me impulsó hacia las artes. Recuerdo que me decía: ‘La creación es un acto de sanación’. Y en mi caso, fue literal", relata con una cálida sonrisa.
El proceso creativo: entre la intuición y la terapia
Carmela no planifica sus obras. Deja que la arcilla hable por sí misma. "Empiezo a amasar sin saber qué va a surgir. La obra aparece sola. No sé de dónde viene", explica mientras sus manos imitan el gesto de moldear. "La arcilla tiene memoria, y cuando la tocas, esa memoria se activa. Es casi mágico".
Su técnica se basa en la cocción a baja temperatura, a 980 grados, un proceso que considera "íntimo y paciente". "La cerámica me enseñó a respetar los tiempos. No puedes apresurar el fuego", afirma.
Para Lúcio, su compañero de vida y arte, la cerámica llegó por casualidad. "Un día, durante una de sus clases, Carmela me pasó un poco de arcilla y ahí hice mi primera pieza. Desde entonces, no paré", relata. "Fue amor a primera vista con el barro".
Autodidacta desde 2013, Lúcio encontró en el barro un medio para expresarse y acompañar a Carmela en su viaje creativo. "La cerámica es un acto de resistencia. En un mundo acelerado, trabajar con algo que exige tiempo y paciencia es casi subversivo", sostiene.
La obra como diálogo y transformación
La exposición en Garopaba no es solo una muestra de cerámica. Es un diálogo abierto entre las piezas, el entorno patrimonial de la ciudad y el público. "A veces creamos una pieza y no le damos demasiada importancia, pero al verla en la exposición y observar la reacción de las personas, entendemos su verdadero valor", reflexiona Carmela.
Le gusta invitar al espectador a ponerle un título a las obras. "Es fascinante ver cómo cada uno interpreta la pieza desde su propia perspectiva. Eso enriquece la obra y la completa", dice. "Hace poco, un visitante llamó ‘Renacer’ a una escultura que yo había titulado ‘Silencio’. Eso me hizo ver la obra desde otro ángulo".
Cerámica y comunidad: arte que sana
Más allá del espacio expositivo, Carmela y Lúcio llevan la cerámica a ámbitos sociales y terapéuticos. Uno de sus proyectos más significativos fue en el Hospital del Cáncer en Caxias do Sul, donde realizaron talleres con pacientes terminales. "Por dos horas, esas personas olvidaban su enfermedad. Eso no tiene precio", comenta Lúcio.
Carmela amplía la idea: "La cerámica es profundamente terapéutica porque te obliga a estar presente. En el hospital vi cómo pacientes que apenas podían mover las manos se concentraban en modelar una simple esfera de arcilla. Era un momento de pura conexión".
Carmela, además, utiliza la cerámica en su trabajo como terapeuta ocupacional. "He trabajado con pacientes psiquiátricos graves, personas con movilidad reducida y otros grupos vulnerables. El contacto con la arcilla tiene un poder sanador inmenso", afirma.
El arte contemporáneo en expansión
En medio de la conversación, surge la próxima inauguración del Museo de Arte Contemporáneo de Corrientes Ñande MAC, bajo la coordinación del artista visual Luis Niveiro y el empeño que la Asociación de Amigos de Ñande Mac en coordinación con el Gobierno de Corrientes desempeña en ese sentido hace ya casi una década. "Me parece fantástico", responde. "Todo espacio que amplíe el campo del arte y permita a los artistas mostrar su trabajo es valioso. Participé en exposiciones en Argentina, dedicada a la cerámica mundial, y sé lo importantes que son estos espacios, son enormemente valiosos para los artistas, para el arte y la comunidad".
También destaca la creciente red de artistas del litoral argentino que están llevando la cerámica a nuevos espacios internacionales, y celebró la apertura de la primera Residencia de Artistas de Ñande Mac en Maldonado, Uruguay, con la participación de dos artistas visuales y ceramistas, Mónica Frette y Ana Fariña Núñez "Anisima", con la coordinación del propio Niveiro, junto a uno de los tres jueces del certámen, Oscar Bernal. "Cuando escucho que ceramistas de Corrientes están haciendo residencias en Uruguay, siento que la cerámica está conquistando lugares donde antes no tenía espacio", afirma.
Consejo a los jóvenes artistas
Al final de la entrevista, Carmela y Lúcio expresan un consejo para los jóvenes que desean explorar la cerámica. Carmela responde con claridad: "Permítanse experimentar. No piensen demasiado en el resultado. Tomen la arcilla, amásenla, sientan su textura. La cerámica es terapéutica y transformadora".
Lúcio coincide: "Cuando tomás arcilla en las manos, te desconectás del mundo. Es como meditar. Y, a veces, las mejores obras surgen cuando simplemente dejás que fluya".
La cerámica como acto de vida
La historia de Carmela y Lúcio no es solo la de dos artistas que moldean la arcilla; es la historia de dos personas que encontraron en el arte una vía de sanación, resistencia y conexión con los demás. Sus piezas son testigos silenciosos de procesos internos profundos y de batallas ganadas en pos de la celebración de la vida en su estado más puro.
En un mundo que avanza a velocidad vertiginosa, el barro —con su quietud y su esencia ancestral— recuerda la importancia de detenerse, sentir y crear. Carmela y Lúcio, con sus manos llenas de tierra y fuego, invitan a hacerlo.
La cerámica contemporánea: entre materia, identidad y sanación
La cerámica contemporánea ha dejado de ser percibida únicamente como una práctica artesanal para convertirse en un lenguaje artístico capaz de dialogar con problemáticas sociales, identitarias y existenciales. En este contexto, la obra de Carmela Slavutsky y Lúcio Nagib se inscribe en una corriente que ve en el barro no solo un medio de expresión estética, sino también un recurso terapéutico y un acto político.
La arcilla, como materia viva, esconde en su maleabilidad un poder simbólico ancestral. En manos del artista, se transforma en un espacio de proyección emocional, de memoria y de resistencia. Al elegir la cerámica como medio principal, Slavutsky y Nagib abrazan un lenguaje que desafía las lógicas efímeras del arte contemporáneo, proponiendo una creación que respeta los tiempos naturales del proceso y que revaloriza la manualidad frente a la virtualidad dominante.
Además, su enfoque comunitario y terapéutico sitúa la cerámica como una herramienta de transformación social. Al integrar su práctica artística en hospitales, centros comunitarios y espacios educativos, amplían el campo de acción del arte, llevándolo más allá de los muros de las galerías. Así, la cerámica deja de ser un objeto contemplativo para convertirse en experiencia compartida, en proceso de sanación y en puente entre lo individual y lo colectivo.