Corrientes, miercoles 03 de diciembre de 2025

Cultura Corrientes

Zama, el que espera y desespera

09-02-2025
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(Por Alejandro Bovino Maciel). Antonio di Benedetto, mendocino, escribió la novela “Zama” en la década del ’50 del pasado siglo seguramente sumido y convenientemente aislado de los sacudones políticos y sociales que agitaron la historia del país con civiles y militares alternando en el poder, la sumisión de las masas a un proyecto aglutinante: el peronismo, que supo ganar tantos amigos como enconados adversarios y que terminó enfrentando las clases obreras y patronales de un modo que ni Marx comprendería, lo que generó un clima de crispación general del que era difícil sustraerse.

“Zama” es una novela inquietante cuyo tema central es la quietud casi pietista del paisaje donde se desarrolla; el autor nos quiere como testigos de la narración y deliberadamente, creo yo, utiliza la técnica apropiada para conseguir un relato de curso sereno y engañosamente calmo. Hay en “Zama” un retraso deliberado, una mora que se vuelve desesperante y agobiadora, por esa razón la novela está dedicada por el autor a “las víctimas de la espera”, no sin ironía.

“Zama” describe la historia o mejor los detalles domésticos de la vida de don Diego de Zama, funcionario de la Corona de España quien por algún designio malicioso ha sido enviado a la villa de Asunción del Paraguay en el derrumbe del siglo XVIII. Desde la primera página don Diego nos hace participar de la espera de su traslado a Buenos Aires y en toda la novela esperamos con él. Creo que la técnica maestra de Benedetto estriba en el uso de largos párrafos en los que las comas, insistentes, sucesivas, producen zancadillas en el discurso cuyo flujo, entorpecido por medio de este recurso, trancado por las vírgulas impresas en el papel, produce un efecto que excede lo esperante y se vuelve desesperante como en estos dos tramos:

“Era de nuevo la siesta, que me hacía deseable, pero riesgoso, el lecho; era la siesta que, al menos ese día, tan cercano al del baño de las mujeres, no quería repetir a campo”

“No obstante, me adentré y, embozado por la vegetación, vi un instante, de frente, desnudos cuerpos, morenos y dorado-oscuros, y de costado, ocultas facciones, pues sólo distinguía una nuca y pelo recogido arriba, otro que no supe si era blanco o mulato”

(Citas del primer capítulo: “Año 1790”)

¿No será la misma sensación de encierro, de obstrucción y opresión que el autor pensó en su personaje, absurdamente postergado en el traslado que anhela e intuimos poco a poco que nunca llegará? ¿No será esta espera una figura o tropo para significar tramposamente nuestra propia espera de la muerte mientras transcurre eso que llamamos, para conjurarlo mágicamente, “vida”?

La novela de Antonio di Benedetto no tiene escenografía, nada en el paisaje delata la paraguayidad: no chillan loros en las palmeras ni las cascadas murmuran canciones ni el lago es azul. Si en algún pasaje el autor no nos dijera que se trata de Asunción del Paraguay fácilmente podríamos pensar que los hechos corresponden a cualquier otra villa de la Corona; evidentemente a Antonio di Benedetto no le preocupaba el espacio ya que en ese mezquino ámbito de selva y soledad encerró a su personaje y a nosotros, los lectores, con él. Al autor, en cambio le interesaba el tiempo; la novela abre con un capítulo cuyo único título es una fecha: 1790. Bien. Estamos en el ocaso del siglo XVII, en una ciudad perdida en medio de la selva, en la organización deficiente de la colonia española que languidece lentamente hacia la decadencia empujada por la metrópolis que los abandonó a su suerte; la hidalguía española no está ausente:

“Mi mano puede dar un golpe en la mejilla de una mujer, pero el abofeteado seré yo, porque habré violentado mi dignidad”.

En 2017 la directora Lucrecia Martel convirtió “Zama” en una película. Conviene repasarla para quienes ya la vieron, conviene verla para quienes no la vieron. Los testimonios de la colonia española se reflejan vívidamente en las escenas de Martel, con una fotografía maravillosa.

Nuestro pasado está ahí, a mano para ser actualizado.

talomac@gmail.com