Corrientes, lunes 01 de diciembre de 2025

Opinión Corrientes

Culpa de la culpa

20-01-2025
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Foto: El célebre sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman.

(Por Alejandro Bovino*) En esta continua revisión que somete el posmodernismo a los valores y conductas del pasado, hay un ítem que con frecuencia se confunde: el de la responsabilidad, asimilado a la culpa.

En el farragoso léxico jurídico pervive el concepto de culpa, sin duda extraído de algún catecismo religioso. El insobornable código penal establece sanciones para los delitos, y en su desarrollo no pocas veces decae en ese adjetivo de la “culpa”. En un punto se refiere a crimen doloso (cuando el asesino tuvo toda la intención de matar a su víctima) y crimen culposo, cuando mató a otra persona en forma inintencionada, accidental.

Los parroquianos que asisten a oficios religiosos pueden hablar libremente de “culpa”, reservado a los pastores, imanes, rabinos, sacerdotes, obispos y personal administrativo de la Curia; pero en el lenguaje ciudadano conviene tener en claro el concepto de “responsabilidad”. La culpa siempre traerá detrás el lastre de su origen metafísico, el olor a incienso y el sonido de cánticos gregorianos. La responsabilidad es más cotidiana. Además, la gente oficiosa que los mezcla impunemente no advierte una diferencia crucial: la responsabilidad está antes, antecede al delito. La culpa viene después, lo sucede. Créanme que esta diferencia no es nimia. Siendo yo el eventual damnificado ¿de qué me sirve que el malhechor que me atropelló sufra el acoso de la culpa? El daño ya está hecho, y mil lágrimas del culpable no volverán las cosas al estado anterior. Antes bien preferiría que su responsabilidad lo lleve a pensarlo mejor antes de inferirme el daño, no después, cuando ya no le sirve a nada ni a nadie. Cuando uso el verbo servir no le estoy dando solamente el uso utilitarista personal, estoy extendiendo a la utilidad general, social, para el bienestar de todos quienes convivimos en una sociedad organizada.

El sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman describió a esta confusa época como de “modernidad de valores líquidos” ahíta de conceptos dinámicos como Fluidez, adaptación, cambios, flexibilidad (laboral, por ejemplo, que está de moda). Esto de líquido sería una imagen contemporánea en la que todo cambia vertiginosamente, sin tener en cuenta sus estados anteriores (“olvidemos la historia, total, estamos destinados al futuro” piensan ingenuamente los posmo) tal como hace el agua, modelo de líquido que fluye como ríos sin tener en cuenta la nieve de las altas cumbres de la que provino. Lo “líquido” no se ciñe a un espacio ni a un tiempo, no se detiene y tampoco se deja atrapar fácilmente. En el pasado, en el que predominaban los valores sólidos, opuestos a los líquidos, el mundo social y político se mantenía más o menos predecible, la gente tendía a mantener la rutina y las costumbres con sus usos sociales. Entre esos valores sólidos que mantienen la armonía social, Baunam rescató la responsabilidad.

Toda esa solidez de hace unas cuatro décadas se desvaneció con el advenimiento de la posmodernidad que empezó a inquietar el clima calmo después del final de la Guerra Fría, cuando se derribó simbólicamente el Muro de Berlín (1989) y la Unión Soviética inició las reformas del señor Gorbachov dejando sin oponente a la vista al capitalismo liberal. Después del simbólico año 2000 las cosas se complicaron en todo el arco humano: lo económico (el brutal colapso del 2008), lo social (revoluciones y migraciones por donde se observe), lo político y fundamentalmente la comunicación humana que fue avasallada por Internet que empezó a sonreírnos prometiendo hacernos la vida más fácil pero vamos descubriendo que con el caballo de Troya vinieron los señores civilizados que buscan colonizar los intereses económicos y financieros, tirándonos como migajas un e mail, algún blog y las inefables redes sociales que colonizan nuestra mente con oro y barro.


*Alejandro Bovino
talomac@gmail.com
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