Corrientes, domingo 09 de febrero de 2025

Cultura Corrientes
ARTE FOLCLÓRICO, ARRAIGO, AUTENTICIDAD E IDENTIDAD

Coquimarola: "El futuro del chamamé radica en alentar a cada uno a hallar el propio"

19-01-2025
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(Por Facundo Sagardoy) Mario del Tránsito Cocomarola, hijo del Taita, el padre del chamamé, entrevistado por momarandu.com en la segunda luna de la 4° Fiesta Mundial, destacó el vasto legado musical que ha dejado su familia, con más de 300 canciones que han marcado una huella en la historia del género.

No obstante, indicó que este fabuloso acervo no debe ser visto como una fórmula a seguir, sino como un faro que ilumina el camino de los nuevos músicos, brindándoles una base sólida sobre la cual pueden construir su propio estilo y aportar su visión personal al chamamé.

El maestro enfatizó la importancia de que cada artista que se adentre en el mundo del chamamé transforme la tradición en una expresión única y personal.

A su juicio, el chamamé no debe ser solo una repetición de lo que ya se ha hecho, sino una oportunidad para que los músicos inyecten su propia esencia en cada acorde y melodía.

En este sentido, instó a los nuevos intérpretes a no temer a la innovación, sino a abrazarla con respeto hacia las raíces del género. La creatividad, remarcó, es fundamental para que el chamamé continúe evolucionando, sin perder su identidad, pero incorporando nuevos matices que lo mantengan vivo y relevante.

Cocomarola subrayó que el aprendizaje debe ser la fuente de inspiración para los músicos jóvenes, ya que solo a través del estudio y la dedicación se puede cultivar la autenticidad en el arte.

El chamamé, remarcó, como arte folclórico, requiere un compromiso profundo con las tradiciones, pero también una disposición para reinterpretarlas y adaptarlas a los tiempos modernos, como vehículo de una expresión genuina, y abrevie en un canto que resuene con la misma fuerza que cuando nació.

—En 2010, ¿recuerda que le pregunte?
—Dijiste que se viene un gran momento para el chamamé. ¿Cuántas obras se pueden contar solo con la obra de Cocomarola?

—¿Y como sigue ese tema, maestro?
—Entre nosotros nomás, los Cocomarola, tenemos hasta 300 o 400 canciones. Podemos llegar a eso.

—Es importante que los jóvenes y quienes se nutren del género sepan lo grande que es la obra de Cocomarola, lo inmensa que es la obra chamamecera. ¿Cómo se puede lograr eso, maestro?
—Mirá, yo te digo, no se trata de copiar o repetir la música de Cocomarola. No. Pero su obra puede servir como un árbol genealógico, una columna vertebral, para inspirarse en lo que uno hace, ¿entendés? Es un patrón musical en el que podemos apoyarnos, pero no para imitarlo, porque cada uno tiene su estilo, su forma de ser. Hablábamos de los estilos, ¿no? Entonces, hay que mirar esa base, reflexionar, y después sacar conclusiones desde el corazón. Vos vas haciendo lo que sentís que tiene que ser, pero siempre teniendo un patrón. Te doy un ejemplo: cuando estudiás una lección y la aprendés de memoria, la repetís tal cual. Pero si la leés y la reflexionás, decís lo mismo, pero con tus palabras. En la música pasa igual. Podés interpretar algo de una manera, pero cuando pasa por el filtro de tu corazón, tu alma, tus sentimientos, sos vos el que florece.

LA IMPORTANCIA DE LA INSPIRACIÓN

—Entonces, ¿el foco está en la inspiración?
—Exactamente. La inspiración es la clave. Ya tenemos patrones como Cocomarola, Montiel, Isaco, o el que te guste. Por ejemplo, Gavino Chaves. Él viene de una estirpe chamamecera que se reflejó en el Dúo Ubeda-Chavez. Primero cantaba con ellos, pero después tomó su propio camino, fue cantor solista, hizo lo que sentía y lo hizo muy bien. Sin embargo, pasó por el patrón de Dúo Ubeda-Chavez, ¿entendés? Eso es lo que quiero decir: no se trata de copiar, sino de usar esa base como guía. Es como cuando estudiás una lección: no la aprendés de memoria, sino que sacás tus conclusiones y después se la explicás al profesor con tus palabras. En este caso, el público es el profesor, y vos sos quien le muestra tu interpretación.

—¿Esa sería la propuesta musical?
—Sí, así es. La música que ofrecés a la gente debe venir desde vos, desde lo que sentís y lo que querés expresar.

EL ARRAIGO CULTURAL EN EL CHAMAMÉ

Hay una cuestión que conecta con la política, la cultura y todo lo que usted quiera: el tema del arraigo. En Corrientes hay algo muy particular. Tenemos muy buenos bailarines y excelentes músicos. Esta parece una tierra bendecida, y eso se percibe en su melodía. ¿Qué le parece?
—Sí, sí, es cierto. Pero, ¿cómo te explico? La música no tiene quien la cuide, y el baile no tiene coreografía. ¿Entendés lo que quiero decir? Eso es lo que tenemos que cuidar: que la música sea la verdadera música y que el baile sea el verdadero baile. No se trata de señalar y decir: “No, vos estás haciendo mal”. No, no, no.
Tenemos que nutrirnos de sapiencia, de conocimiento. Hay que observar cómo se toca un chamamé y transmitirlo a la persona que más lo aprecie. Con el baile pasa lo mismo, porque es igual de importante.
¿Sabés lo que significa cuando un gaucho expresa algo con las manos, con los brazos? Cuando le toma la mano a la dama, la acaricia, la acompaña con gestos... Todo con respeto, con ese respeto que nos caracteriza.
El correntino es una persona respetuosa. Puede saber de todo, pero jamás le pedirá a su dama algo que no pueda ser. ¿Me entendés? Para mí, el baile es algo fabuloso.
Ojalá algún día pueda contarte con más detalle. Te doy un ejemplo: hay un cura, el padre Luis, que bailó conmigo el año pasado. En ese momento no se pudo expresar del todo, porque estaba bailando para la gente. Pero imaginate llevarlo a una fiesta, que salga a bailar con libertad...
Él tiene un chamamé que le gusta mucho, y cuando lo escucha, se transforma. Es como si se convirtiera en otra persona. Parece un lobisón, ¿viste? Porque el que siente la música, el que la baila de verdad, se transforma. Y lo hace sin darse cuenta.
La dama acompaña muy bien, pero el que se transforma es el hombre. Es algo auténtico.

EL APOYO A LOS MUSICOS JÓVENES

—¿Qué destino le asigna usted al chamamé? ¿Qué misión les daría a los jóvenes que llegan al escenario a compartir su arte?
—¿Sabés qué pasa? Todo tiene su forma de ser. ¿Qué podría decirles a los jóvenes? Primero, que tiene que haber una estructura que realmente apoye a los músicos con talento. No hablo de darles plata, aunque es importante, sino de ofrecerles trabajo bien pago y permitirles hacer lo que saben hacer.
Hay muchos músicos talentosos que están trabajando en otras cosas, sin desmerecer ninguna profesión, pero no están siendo aprovechados. Por ejemplo, alguien que maneja un colectivo, pero también toca el acordeón, canta y tiene inspiración. Ese talento queda desaprovechado.
Para tener buenos intérpretes y músicos, necesitamos una estructura que los respalde de verdad. Y además, es fundamental fomentar la creatividad y la personalidad. No se trata solo de tocar chamamé de otros; se trata de tocar el chamamé propio, el de cada uno.
A veces se critica, por ejemplo: “Raulito Barboza viene todos los años y toca el Tren Expreso” o “Antonio viene y siempre toca El Toro”. Pero esa es la música que a la gente le gusta y la identifica. No podés venir a un festival y estrenar un tema nuevo, porque ni las moscas te escuchan. En estos escenarios, tenés que tocar lo que la gente conoce y ama.
Algunos dirán: “Pero este tema ya lo tocó el año pasado”. No importa. Es la música con la que te conocen y con la que conectan.
Estos festivales, este escenario, como hemos hablado antes, son el corolario de años de trabajo y esfuerzo. Aunque no sé si llamarlo sacrificio, porque cuando hacés lo que te gusta, no lo sentís como tal. Claro que tiene sus cosas: compromisos, viajes, momentos buenos y malos. Pero lo primordial es cuidar a nuestros músicos.
Porque al músico que no es músico de verdad, se le nota enseguida. Hay intérpretes muy buenos que pueden transformar cualquier melodía en algo único. Pero, como digo siempre, es como un mate mal cebado. Podés tomar y tomar, pero no te satisface. En cambio, cuando tomás un buen mate, disfrutás cada sorbo, y con siete u ocho ya te sentís pleno.
El chamamé es lo mismo. Cuando está bien hecho, lo disfrutás, lo sentís, y te llena.

EL LUGAR DEL CHAMAMÉ EN EL FOLCLORE NACIONAL

—¿Qué lugar ocupa el chamamé dentro del arte folclórico, principalmente a nivel nacional?
—Últimamente, el chamamé está ganando un lugar importante. Ha generado una gran expectativa. Fijate que, hace años, como hablamos alguna vez, el chamamé no existía en los grandes festivales. Ahora, en eventos como Jesús María, Cosquín y otros festivales importantes del país, siempre hay una, dos o tres bandas de chamamé. Eso es muy significativo, ¿no?
Además, acá en la provincia se está empezando a valorar a los músicos verdaderos, a los que han trabajado toda su vida. Ahora se les está dando un lugar que antes no tenían, y eso es fundamental. Cuando una provincia envía a sus representantes culturales a otros lugares, tiene que mandar gente idónea, músicos que realmente representen nuestra identidad, que nos dejen bien parados.
Cuando se transmite un festival por televisión, es importante que la gente escuche a quienes tocan chamamé acá, que entiendan cuál es nuestra esencia, nuestra religión cultural, nuestra manera de ser. Eso es lo que debe representarse.
No quiero dar nombres, pero muchas veces traen a gente de afuera que no vive ni siente el chamamé como nosotros. ¿Cómo puede alguien que no es de acá venir a decirnos cómo hacer chamamé? Eso es algo que no tiene sentido.
Antes, incluso los locutores y productores venían de Buenos Aires con todo armado. Desde la TV Pública, por ejemplo, nos mandaban un paquete cerrado: “A tal hora tiene que estar fulano”. Y esos artistas son los mismos que ves en televisión todos los fines de semana.
¿Por qué no mostrar la verdadera idiosincrasia de un pueblo, de una región tan vasta como la Mesopotamia? ¿Por qué no darle espacio a lo auténtico? Es como en Hawái, donde muestran con orgullo su estilo y su cultura. Las mujeres bailan y expresan lo que son, sin filtros ni imposiciones externas.
Nosotros deberíamos hacer lo mismo. Mostrar lo que somos, lo que sentimos, y hacerlo bien. Eso es lo que necesita el chamamé: autenticidad y respeto por sus raíces.