(por Jose Miguel Bonet) .
El siglo de la soledad” o sobre cómo los nuevos tiempos estan creando personas más aisladas
Respuestas de la autora del libro,ante las preguntas.
El siglo de la soledad, de la escritora e investigadora británica Noreena Hertz, que plantea duros cuestionamientos sobre el creciente lugar de la soledad en el mundo en que vivimos.
Uno de los elementos que impulsa este aislamiento, asegura Hertz, son las redes sociales, que tienen un fuerte impacto en el proceso de alejamiento de las personas, algunas de las cuales han llegado al punto de sustraerse del mundo exterior e interactuar solo de manera virtual.
Las redes sociales fueron una señal que determinó este comportamiento, pues antes de la pandemia se considera que muchas personas entablaban una relación a distancia con otras personas e incluso Noreena Hertz menciona que empezó a dañar no solo la parte emocional, también la salud y económica
La soledad no siempre es algo bueno, puede ser mal vista e incluso hay quien asegura que los seres humanos no estamos hechos para estar solos; sin embargo, las dinámicas de este siglo, incluyendo la pandemia, están llevando a la humanidad a un momento de aislamiento nunca antes vistos.
Antes de la pandemia ya se veía una separación entre lo que hasta ahora se consideraba una especie netamente social, impulsada, entre otras cosas por el nuevo mundo digital y las aplicaciones, que estaban creando personas cada vez más solitarias, algo de lo cual se habla en el libro El siglo de la soledad, de la escritora e investigadora británica Noreena Hertz, que plantea duros cuestionamientos sobre el creciente lugar de la soledad en el mundo en que vivimos.
Uno de los elementos que impulsa este aislamiento, asegura Hertz, son las redes sociales, que tienen un fuerte impacto en el proceso de alejamiento de las personas, algunas de las cuales han llegado al punto de sustraerse del mundo exterior e interactuar solo de manera virtual.
Las redes sociales fueron una señal que determinó este comportamiento, pues antes de la pandemia se considera que muchas personas entablaban una relación a distancia con otras personas e incluso Noreena Hertz menciona que empezó a dañar no solo la parte emocional, también la salud y económica.
“Nunca hasta ahora ha sido tan omnipresente o generalizada, pero tampoco nunca hasta ahora hemos tenido tanto a nuestro alcance para poder hacer algo al respecto”.
Con la pandemia empezamos a conocer lo que fue el “distanciamiento social” el habito cotidiano que poco a poco desmoronó ya que, si las personas que se mantenían detrás de las redes sociales ahora podían quedarse detrás de la pantalla no solo de sus amistades, incluso hasta en el trabajo.
Aunque esto no es culpa de la tecnología, la autora menciona que también esto es consecuencia del tejido de la sociedad y el desmantelamiento de las instituciones pues tiene que ver “la reorganización radical del lugar de trabajo, la migración masiva a las ciudades y décadas de políticas neoliberales que han colocado el interés propio por encima del bien colectivo”.
La soledad es tan mala como fumar quince cigarrillos al día y también cuesta millones al año. Afecta a la situación política, alimentación, extremismo y que se debe de resolver.
La enfermedad de la soledad no es algo que se vive en este siglo, es cuestión de reconocer que había ya elementos como los trabajadores remotos en Londres, alquilar a un amigo en Manhattan hasta tejer gorros en un asilo de ancianos en Japón.
Que lejos estamos hoy de Ernest Hemingway que dijo una vez: En nuestros momentos más oscuros, no necesitamos soluciones ni consejos. Lo que anhelamos es simplemente conexión humana - una presencia silenciosa, un toque suave. Estos pequeños gestos son los anclas que nos mantienen fuertes cuando la vida parece abrumadora.
Era 1979, cuando Christopher Lasch publicó La cultura del narcisismo (Capitán Swing, 2023), libro que se convirtió inmediatamente en best seller en su Estados Unidos natal. De cariz profético a ojos contemporáneos, en él advierte de que la agitación política de los años sesenta daba lugar, una década después, a un ensimismamiento carente de valores susceptibles de desarrollarse a largo plazo —como la solidaridad, el civismo—, al culto a la inmediatez. Como sustitución de la protesta o la rebelión, afirma, se yergue el consumismo engarzado de ego a través del que se compra, no un objeto, sino la práctica de transformación en un sujeto alienado, quien procura con el mismo veneno que lo daña labrarse un antídoto. Estas páginas, que alertan asimismo de la disolución del futuro y la destrucción de un compromiso intergeneracional (si sólo me miro el ombligo, no existen responsabilidades frente a quienes vengan más tarde), lanzan al público reflexiones en su día populares que hoy se encuentran más o menos sepultadas: Pasolini examinó la potencia del consumo de masas para destruir culturas enraizadas en la clase social; Packard denunciaba el desperdicio resultante en un mundo de recursos escasos, y Sontag, según recuerda el propio Lasch, analizó la proliferación excesiva de imágenes hasta el punto de que esta consigue que perdamos “el sentido de la realidad”.
Jose Miguel Bonet desde Mburucuyá