(Por Alejandro Bovino Maciel). Como todo el mundo sabe, el pasado sábado, las oficinas del Comité Central de la Unión Cívica Radical que preside el senador Martín Lousteau, fueron violentadas por cinco o seis personas que ocasionaron destrozos, revolvieron carpetas, rompieron muebles y dejaron tiradas las notebooks en el piso.
Primera conclusión: no fueron ladrones, ya que no se llevaron ningún artículo de valor. Horas después el Presidente de la Nación envió un mensaje vía Twitter acusando a la víctima, es decir a Martín Lousteau.
Típica maniobra de la derecha que, por lo visto, cambia de pelo pero nunca de mañas.
Todo el resto del arco político argentino repudió este atropello a la sede de uno de los partidos centenarios y que está en oposición. Aunque hay radicales como Loredo más libertarios que la libertad, hay tibios y hay Manes y Lousteau que tienen en claro su rol político y no transigen, no lo alquilan ni lo venden. Se oponen a todas las medidas arbitrarias que este nuevo plantel de la Casa Rosada viene implementando para forjar un fascismo bruto, sin contenidos más que los mantras econométricos a los que se sacrifica todo mientras los pillos de siempre sortean las riquezas de Argentina.
Recientemente, Lousteau se opuso a las auditorías caprichosas a las universidades que pretende imponer el gobierno. Todas las universidades nacionales, por ley, están sujetas a dos auditorías: interna, de la propia universidad que controla sus gastos; y externa, por parte de la AGN (Auditoría General de la Nación, que depende del Congreso de la Nación) según establece la Ley de Educación Superior. Todos los años, religiosamente, todas las universidades públicas deben rendir sus cuentas en estos dos ámbitos. El Gobierno quiere hacer una tercera auditoría por parte de la SIGEN que es el organismo que se encarga de auditar los gastos del Poder Ejecutivo, pero es sabido que las universidades públicas, por el propio principio de autonomía y autarquía, no dependen del caprichoso Poder Ejecutivo. Es lo que sostuvo Lousteau y le generó la antipatía inmediata del caprichoso Poder Ejecutivo que, como todos sabemos, actúa de un modo infantil y ególatra: si no se hace lo que el señor desea, ahí la tienen a la excanciller Mondino eyectada al instante.
Pero hay otro punto más inquietante.
El gobierno anterior poco a poco fue desmantelando lentamente el archifamoso servicio secreto del Estado (SIDE) que está bajo la observación de una comisión legislativa que preside Lousteau. Estos muchachos de la SIDE siempre han sido muy efectivos a la hora de generar disturbios políticos internos. Nunca advirtieron (esa es su verdadera función) los peligros externos que amenazan a la Nación. Tuvimos dos feroces ataques terroristas en los ’90 (AMIA y Embajada de Israel) ¿acaso la SIDE nos advirtió? ¿Acaso pudo impedir que sucedieran? ¿Acaso descubrieron a los autores?
Nada de eso.
Los “espías” de la SIDE, por ejemplo, se llaman Ciros y Cambises, reciben partidas presupuestarias enormes y sin necesidad de rendir cuentas. Allá van 700 mil dólares para una “misión” pero no hay ni recibos, ni auditorías ni control alguno.
Tal vez este ataque a la sede de la UCR no sea más que un patoterismo para amedrentar. Tal vez se deba a la necesidad de desacreditar a los pocos opositores que levantan la voz ante esta arremetida fascista de la Casa Rosada. Tal vez la SIDE no esté muy cómoda sabiendo que una comisión legislativa esté vigilando sus pasos, que siempre son turbios.
Todo eso, tal vez.
Lo que no puede quedar en tal vez es el repudio y el asco que la ciudadanía debe expresar ante el ataque a un partido político, que es la base del sistema republicano de una nación.
ALEJANDRO BOVINO MACIEL
BUENOS AIRES, NOVIEMBRE 2024
****** (Por favor, una foto de Lousteau.)
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Alejandro Bovino
talomac@gmail.com