“El político no sabe cómo crear riqueza y cuando lo hace, solo consigue corrupción” -Presidente Milei, en su visita a Mercado Libre
( Por Jorge Eduardo simonetti). Milei debería leer el milenario libro de Sun Tzu, “El arte de la guerra”, dónde el sabio militar chino enseña las estrategias a emplear en el desarrollo de un conflicto, sacando el mayor provecho a las fuerzas propias y evitando potenciar las del enemigo.
Mantener el mismo esquema estratégico ante escenarios y circunstancias cambiantes es un grave error. El discurso ideologizado, la identificación de un enemigo (la casta) a quién echarle todas las culpas, la actitud pendenciera hacia los que piensan distinto, pudo haberle permitido ganar las elecciones, pero gobernar es otra cosa.
Nuestra democracia es un sistema de instituciones, no un movimiento amorfo de constitución aluvional. Sostener el discurso de los votos mayoritarios como legitimación de sus medidas de gobierno, es típico del comportamiento populista que tanto daño le ha hecho al país.
¿Qué quiero decir con ello? Que los votos no santifican acciones de gobierno, que las encuestas no son suficientes para dejar a los jubilados en la miseria, a las universidades públicas sin presupuesto, a la Side con 100.000 millones de gastos reservados.
Creo que hasta el mismo presidente lo advirtió. De un desentendimiento casi absoluto de la tarea de gobernar, delegando en funcionarios no electos las responsabilidades presidenciales, en la semana transcurrida tomó intervención, ocupándose personalmente de hablar con legisladores propios y aliados por el tema del veto a la ley de recomposición de haberes de la gente en pasividad.
No sé si fue ya tarde, o apenas un bache en su tarea de constituirse en líder mundial de la extrema derecha, la cuestión es que el ejercicio de sus funciones gubernamentales le posibilitó tomar contacto con los verdaderos problemas que aquejan a la sociedad. Más vale tarde que nunca.
En sus primeros nueve meses de gestión se movió como una criatura caprichosa, de verbo insultante, aislada del mundanal murmullo, ocupada en imponer más que en componer.
Tal vez le haya servido para mantener un importante caudal de aprobación, pero, advertimos, puede resultarle una bomba con espoleta de retardo a poco que analicemos las pústulas que comienzan a aparecer en la epidermis de los distintos sectores sociales.
Con un pie en cada cabeza de sus conversos preferidos (Bullrich y Luis Caputo), cree que tiene cerrado el círculo de gestión, que le permitirán atravesar sus cuatro años con relativa tranquilidad. El superávit fiscal del duro ajuste y la represión para acallar las quejas.
El gobierno debe componer una mayoría operativa en el Congreso. Para ello, el único instrumento que tiene a mano es el diálogo.
Para colmo, un tercer converso está tomando cada vez más vuelo en el esquema del poder: Sturzenegger, el mismo que promete la eliminación de la obra pública y la continuidad del ajuste en el estado.
Todo puede estar muy bien en la planilla Excel, pero en la gestión de campo, en el duro escenario de las realidades, las cosas comienzan a ponerse oscuras, mucho más en un gobierno cerrado al diálogo y a los acuerdos políticos.
Mientras su eficiente Ministra de Seguridad contenía a los palos las protestas frente al Congreso, el presidente se ocupaba de seguir dialogando con su sector preferido, el empresario. Mercado Libre y su dueño Marcos Galperín eran sus anfitriones de ocasión, mientras la policía gaseaba a la manifestación.
No parece estar entendiendo que un 52% de pobreza y un 18% de indigencia no son gratis para un presidente obsesionado por la macro. La dermis social comienza a mostrar aquello que se empeña en salir a la luz: el descontento con el resultado de sus políticas económicas.
Hoy, el dibujado ámbito del superávit fiscal, tiene como protagonistas fundamentales a los jubilados con sus haberes de miseria. Pero también a muchos otros sectores, como por ejemplo a los profesores universitarios cuyos bajos salarios se parecen más a sumas simbólicas antes que medios de vida.
La actualización de tarifas de transporte puede significar un detonante de la situación social. El gobierno lo sabe y está conteniendo una suba de los pasajes, pero anuncia que tarde o temprano la realizará. Allí se ve la discriminación hacia las provincias, dónde de un plumazo se eliminó los subsidios.
Es que, aquí se advierte otra característica conceptual de la gestión libertaria: los esfuerzos recaudatorios son federales, los gastos, unitarios.
Hoy nada está garantizado en el ámbito institucional, la volubilidad presidencial vuelve sinuoso el camino de los acuerdos. Hoy somos amigos y mañana te insulto.
El gobierno, por impericia, ignorancia o dogmatismo, en lugar de socializar el ajuste con los bloques dialoguistas y hacerlo digerible para los sectores económicamente más débiles, los pone en la vereda de enfrente y los obliga a actuar por acción o por reacción
Creo que estamos en un momento clave en el desarrollo de la vida institucional y social del país. El gobierno, nuestro gobierno, debe demostrar que sabe modificar la estrategia cuando la situación lo amerita. Cambiar es de inteligentes, no de tontos dogmáticos.
La primera obligación para un gobernante es componer las coordenadas para que su gestión tenga las condiciones de gobernabilidad.
Y estamos en una encrucijada que definirá el futuro, en tanto tengamos en cuenta que tomar uno u otro camino significará la diferencia entre la paz social y la gobernabilidad, o el caos y la ingobernabilidad.
Por lo pronto, merced a la gestión de la bombardeada vicepresidenta, se logró que el Senado no sesione esta semana. Se temía una derrota legislativa de la gestión mileísta en toda la línea, con el rechazo del veto a la ley de incremento a jubilados y otros temas candentes, entre ellos los acuerdos para Lijo y García Mansilla.
Los días de tregua deberían ser aprovechados por todo el arco político para meditar, en especial al propio presidente. No son momentos de tensar la cuerda, es tiempo para que el gobierno adecúe su accionar a la situación que atravesamos, potencialmente explosiva.
¿De qué otro modo podríamos conseguir paz social y sostenibilidad económica que no sea a través de la vía del diálogo? No es tiempo de esgrimir votos y encuestas para imponer medidas de carácter innegociable.
Se ha logrado un singular ajuste, pero más difícil que establecerlo es sostenerlo en el tiempo, y esto sólo se logra adecuando el plan, para que su peso no recaiga completo sobre los sectores más postergados, en este caso el de los jubilados, que significan casi el 40% del gasto estatal.
No se gana en autoridad con insultos e imposiciones. Ya sabemos que Milei fue capaz de imponer su dogma a la acción de gobierno, lo que hasta ahora ignoramos es si tiene la muñeca del estadista, ésa que sólo la tienen los grandes y que consiste en establecer políticas públicas sostenibles en el tiempo.
Cómo Sun Tzu, es momento de adecuar la estrategia al difícil momento. ¿Colocará Milei la bisagra a su gestión, o la situación social y económica se lo llevará puesto?