El analista político y consultor en temas de gobernabilidad, protección y desarrollo social y reformas del sector público dialogó con momarandu.com sobre el contexto político y las estrategias que asume el oficialismo, las reacciones de sus aliados y opositores a las nuevas reformas, la reaparición del ex presidente Mauricio Macri y el enfoque de liderazgo que imprime Javier Milei.
El analista indicó que el oficialismo ha obtenido un crédito extraordinario, en parte por la confianza y el oportunismo de las fuerzas políticas, lo que les permitió avanzar en varias reformas clave.
No obstante, advirtió que al avanzar con decretos y reformas sin la discusión adecuada en el Congreso, el gobierno parece haber superado ciertos límites, generando incomodidad y motivando a la oposición a poner un freno a estas acciones.
Indicó que la oposición y algunos sectores políticos consideran necesario limitar las acciones del gobierno, especialmente en cuestiones que no están estrictamente relacionadas con la emergencia, como la reforma fiscal y la educación pública.
Indicó que Mauricio Macri parece tener dos objetivos principales: entrar al gobierno en áreas clave como la Cancillería y el Ministerio de Educación, y preservar el control de la Ciudad de Buenos Aires, donde el crecimiento del voto para Milei y la presencia de Lousteau podrían representar un desafío significativo.
Por último, sostuvo que Javier Milei, al igual que otros líderes presidenciales en América Latina, parece centrado en consolidar su base de apoyo, priorizando un enfoque que refuerza su imagen de liderazgo, en detrimento de un diálogo más amplio y reformas institucionales que requieren consenso.
- ¿Se puede interpretar que la oposición comenzó a poner un límite al oficialismo?
- El oficialismo obtuvo un crédito extraordinario, en parte por la confianza y en parte por el oportunismo de casi todas las fuerzas políticas. Esto fue una mezcla de paciencia, resignación y la voluntad de no asumir el costo de asfixiar a un gobierno o de impedirle resolver sus problemas más estratégicos y urgentes. Sin embargo, esta dinámica se evidenció especialmente en la ley de bases y en la lucha en torno a las facultades emergentes, donde se concedió un generoso proceso de facultades en materia económica. Esta situación llegó hasta el propio pacto, que fue una concesión al gobierno bajo la idea simbólica de que todos "deponían las armas", como menciona el discurso oficial, en un intento de lograr un pacto similar al de 1860. Sin embargo, muchos observaban con paciencia esta situación, esperando el momento oportuno para discutir los temas de fondo. Pareciera que el gobierno consideró que había excedido los límites, sintiendo que estaba diluyendo su propuesta y perdiendo la dureza que le había dado éxito, especialmente en el conflicto electoral. En consecuencia, el gobierno aceleró su marcha, impulsando nuevamente decretos y ciertas partes de la reforma con las que no estaba satisfecho con lo logrado en el Congreso. Creo que las fuerzas políticas juzgaron que era necesario poner un límite a estas acciones, dejando en claro que las leyes deben ser discutidas, sobre todo aquellas que no están estrictamente relacionadas con la emergencia, sino con cuestiones previas al sistema, como la reforma fiscal, la educación pública y otros temas que surgieron inesperadamente, como la desacertada idea de proponer un DNU con una asignación de 100.000 millones de pesos para mecanismos de inteligencia. Esto no estaba pactado ni discutido, y aunque no rompió ningún pacto, generó incomodidad, especialmente entre los partidos de oposición y algunos miembros clave del Congreso. En cuanto a Mauricio Macri, parece que persigue dos objetivos. Primero, quiere entrar al gobierno en áreas que ha decidido, como la Cancillería, el Ministerio de Educación y un superministerio de Transporte que incorpore la Hidrovía, abarcando casi todas las áreas más sensibles, excepto seguridad y economía, donde no tiene interés en involucrarse. Segundo, busca preservar la Ciudad de Buenos Aires, donde el crecimiento de un voto para Milei y la presencia de Lousteau, junto con un electorado que ya le dio un susto a Rodríguez Larreta en la última elección, podrían poner en riesgo el control de la ciudad.
- ¿El futuro veto del Presidente es por una decisión económica o política?
- Ha habido varios análisis sobre esto desde el fin de semana. El cálculo del impacto sobre el déficit mínimo, similar a los cálculos apresurados sobre la inflación, ha sido superficial y exagerado. El impacto real de esta nueva ley está más relacionado con la posibilidad de que el Estado asuma la deuda de las cajas provisionales. La mayoría de los economistas coinciden en que no hay un gran impacto y que el gobierno debería ser más prudente, optando quizás por un veto parcial que deje funcionar un 8% que ya está en el presupuesto nacional prorrogado, lo que afecta directamente a los jubilados. Parece que el gobierno, en lugar de consultar con sectores más amplios, ha optado por una postura dura y voluntariosa, algo que no muchos le pedían. La falta de consulta ha generado una oportunidad perdida de dialogar con aquellos que comparten la base económica del gobierno, pero no la idea de que los jubilados deban seguir soportando el financiamiento de esta división fiscal.
- ¿Por qué el presidente sigue con un discurso de campaña de guerrilla en lugar de adoptar el rol de estadista o conductor de un país?
- Tengo la impresión de que Milei, al igual que otros líderes presidenciales en América Latina, sigue siendo ante todo un candidato. No tiene equipo, responsabilidades territoriales, ni gobierno de provincia, ni tampoco senadores que lo respalden. Su única obligación es consigo mismo, lo que lo lleva a una exacerbación del presidencialismo, con una visión peyorativa del Congreso y de las instituciones. Parece preferir fortalecer ese 30% de voto propio y construir una nueva fuerza política, en lugar de invertir su capital político en reformas institucionales que requieren diálogo y consenso. En mi opinión, muchas fuerzas políticas en Argentina están dispuestas a acompañar reformas institucionales profundas, y hay un amplio consenso sobre la necesidad de cambios. Sin embargo, Milei prefiere una política dura, demostrando que es lo suficientemente fuerte como para imponer una reforma sin concesiones.