Corrientes, viernes 06 de diciembre de 2024

Opinión Corrientes

En el altar del superávit, los jubilados como ofrenda

26-08-2024
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“El aumento a jubilados es una estafa moral, un acto de demagogia populista y una irresponsabilidad fiscal; y por lo tanto será vetado por este Gobierno”
-Javier Milei,presidente de la Nación


( Por Jorge Simonetti). Para escribir un artículo con pretensiones de análisis riguroso, es dable nunca olvidar el contexto en el que se desenvuelven los hechos.
Al “uppercut” en la mandíbula recibido por el gobierno el miércoles en Diputados, con el rechazo del aumento en cien mil millones de pesos de los “gastos reservados” de la Side (nombre de triste fama), se sumó un gancho al hígado asestado por Senadores el jueves, al aprobar un incremento de haberes a los jubilados nacionales.
De un lado “la casta”, que de un aparente estado de sopor, apareció con sendos duros golpes a la humanidad de un gobierno que parece inmune a los gritos de la hinchada, pero que se sintió atontado, de ninguna manera “groggy”, por dos contrataques que reunió números hasta ahora desconocidos.
Pero como éste no es un gobierno de recular, redobló la apuesta el jueves a la noche, anunciando formalmente que iría a vetar el aumento a los jubilados, en pos de mantener el fetiche mayor del altar mileísta: el superávit fiscal.
¿En qué contexto se da esta pelea, que las carteleras pugilísticas preanunciaban, aunque en principio parecía postergada en los anaqueles de la cámara alta?
Para no hacer demasiada larga la historia, nos remontamos a apenas menos de un año atrás, en que el gobierno libertario recibía en condiciones paupérrimas el gobierno por parte del tándem Alberto/Massa, con reservas negativas en el Banco Central.

Con números desusados, tanto Diputados, anulando los 100 mil millones de gastos reservados de la Side, como Senadores, con el aumento jubilatorio, le muestran los dientes a un gobierno que amenaza con el veto.


Por un lado Alberto, ese farsesco personaje de la comedia nacional, dispuesto a cambiar la careta cuándo el libreto lo exige. Ése mismo, él de la inolvidable comedia “Mi querida Fabiola”, que recién hoy parece estar teniendo un final de tragedia.
Por el otro, el inefable Sergio, el émulo de Luis XIV, “después de mí el diluvio”, que supo dejar inundadas las arcas del Banco Central luego de haberle quitado todas sus reservas con el Plan Platita de su campaña electoral.
El dúo, uno por comisión de su ambición sin límites, el otro por el craso desentendimiento de sus obligaciones presidenciales, dejaron campo minado para el león que asumió sobre el fin del año pasado.

Y, hay que decirlo, Milei no hizo la Gran Menem, que de la Revolución Productiva y el salariazo prometido en su campaña, terminó con el mayor programa liberal que hasta hoy se recuerde. Milei dijo la verdad. Achicar el Estado, reducir los gastos a los mínimos posibles, y aplicar una voraz motosierra sobre todo lo que se levantara a más de un centímetro del suelo liberal.
Y, sin perjuicio de inconsistencias varias, mensajes confusos y algunos casos de doble moral, hizo lo que vino a hacer: ajustar el torniquete, hasta que el paciente saque la lengua, aún a riesgo de cortarle el hilo de oxígeno que lo mantenga vivo.
En esto debemos coincidir, dejando de lado las ideologías y los intereses políticos. Si había alguien que podía realizar ese brutal ajuste sobre la economía y la sociedad argentina, ese era Javier Milei, un político fuera del “establishment”, el único con las condiciones psicológicas para cortar sin asco aún en los sectores más débiles de la cadena social, sin que se le moviera un pelo.
Y así lo está haciendo, y continúa contando con la adhesión de un importante sector de los argentinos. Su total falta de empatía y desinterés sobre las consecuencias de sus políticas, constituyen el robot ideal que el libertarismo podía sentar en el sillón de Rivadavia para concretar sus políticas.

Hoy nos encontramos en una encrucijada. Es cierto, la paciencia comienza a mostrar sus primeros signos de agotamiento en el escenario social, la casta toma vuelo a causa de inconsistencias del gobierno, y le asestó sendos golpes, con números legislativos importantes, que preanuncian un futuro difícil si el diálogo no llega.
¿Qué difícil debe ser estar en el cuero de un jubilado nacional, que dejó de ser un ser anónimo para pasar a constituirse en la principal variable de ajuste de un gobierno que no tiene piedad en tomarlos como pato de la boda?

Y me estoy refiriendo a los “verdaderos jubilados”, ésos que aportaron toda su vida y que hoy, con los “jubilados truchos” de la fiesta populista del kirchnerismo, se encuentran inmersos en una masa indiferenciada que aportan al gasto del Estado en un casi un 40%.
El kirchnerismo, no sólo volteó de un mazazo los presupuestos legales y morales de una jubilación luego de una vida trabajada y aportada, sino que mas que duplicó la masa jubilatoria con personas que no cumplían con los requerimientos normales. Resultado: gastos previsionales casi imposibles de solventar.
Con su pseuda política de “más derechos”, proletarizó a los compatriotas de la tercera edad, decretando la jibarización de los haberes jubilatorios, dónde “más es menos”: el doble de jubilados con ingresos de miseria. La misma plata, repartida entre muchos más.

La falta de diálogo, muestra el costado más flaco de la política, dónde, tanto el ejecutivo como el legislativo, pasan a ser parte del problema y no de la solución.


Entonces, si vamos a tener pretensiones de imparcialidad en el análisis del veto anunciado por el presidente del aumento jubilatorio, no olvidemos el origen de este descalabro previsional.
Pero tampoco olvidemos el 14 de octubre de 2010, día en el que la presidenta Cristina Kirchner, a través del decreto 1482, vetó la ley aprobada por el Congreso de la Nación que estableció una jubilación mínima que represente el 82% del salario mínimo vital y móvil fijado para los trabajadores activos.

Los fundamentos del veto cristinista parecen escritos por Milei: “Su promulgación implicaría prácticamente la quiebra no sólo del Sistema Previsional Argentino sino del propio Estado”.
Si señor, es difícil para cualquiera, en especial para la clase política y para los que ejercieron el gobierno, pasar indemnes a través de los archivos. Los que sí los pasan, sin peligros de inconsecuencias, son los propios jubilados, que cada vez están peor.

Es cierto, duele tanta insolidaridad gubernamental ante las víctimas del ajuste. No es necesario sobreactuar, más vale callar que “con el silencio, la decencia”. Es intolerable seguir idolatrando a una entidad incorpórea, a un resultado económico, como si fuera un dios encarnado del olimpo: el superávit fiscal, sobre todo cuando el mismo se alcanza con el simple expediente de castigar a los que no se pueden defender, a los mayores.
Entre tanto tuit innecesario y estúpido, destaco el de José Luis Espert: “Casta, vení a tocarme el superávit fiscal”, una fantochada del calvo legislador, que muestra el nivel de empatía de los gobernantes.

Parece que los jubilados nacionales, entre tanto discurso insolidario y fiscalista, entre tanta parafernalia política descartable, entre tanto desamparo y olvido, tendrán que recordar el dicho del máximo enemigo de los libertarios, el economista inglés Jhon Maynard Keynes, cuando dijera: “A la larga, todos muertos”.