( Por Jose Miguel Bonet ).Estos días cunde en Venezuela una sensación de urgencia histórica. Después de 25 años de chavismo, por primera vez se vislumbra la posibilidad de un cambio de rumbo para el país.
Las elecciones presidenciales del 28 de julio, salvo giro inesperado, se van a celebrar y el candidato de consenso de la oposición, Edmundo González Urrutia, parte con ventaja -según los sondeos más fiables- frente a su rival oficialista, el presidente Nicolás Maduro. Sin embargo, el camino puede ser accidentado y aún más complejas se antojan las horas posteriores a una virtual victoria de la oposición.
Maduro debería enfrentarse a María Corina Machado, que arrasó en las primarias de la oposición. Machado se convirtió a partir de ahí en un fenómeno político capaz de arrastrar a una buena parte del electorado. El chavismo la inhabilitó y no la deja presentarse a las elecciones, pero eso no la ha detenido: ha acabado designando a Edmundo González y le ha otorgado todo su capital político. Este diplomático de 74 años, que resistió a ser elegido por los opositores -tenía ganas de encarar una encomienda de este tamaño-, ha pasado de ser un auténtico desconocido a que se haga popular la frase Todo el mundo con Edmundo. “Edmundo tiene más del 50% de intención de voto porque capta más del 90% del voto de María Corina. Maduro está cercano a sus topes en opinión pública, que es alrededor de 3 de cada 10 venezolanos inscritos en el registro electoral que se encuentran en Venezuela. Hay una diferencia importante”, explica Luis Vidal, politólogo, experto en datos y director de More consulting, empresa de análisis de opinión pública.
Lo que sucede hoy en Venezuela no se comprende al instante. Multitudes enfervorecidas emergen desde los lugares más recónditos del país para congregarse en actos políticos improvisados. Nubes de motociclistas acompañan a una mujer que se desplaza sentada sobre el parabrisas de un pequeño automóvil. La gente grita, llora, se abraza y se promete mutuamente que vencerán para siempre el horror actual, haciendo profesión de una fe casi religiosa.
Los venezolanos han experimentado una tragedia descomunal. El mundo entero lo sabe, pero una cosa es saberlo y otra es vivirlo. Venezuela sufre las consecuencias del verbo divisor, de la discordia sembrada con saña. Durante años ese veneno separó a sus familias, arruinó la economía, diezmó los servicios públicos y propició la emigración de la cuarta parte de la población. Como beneficiarios de esta diatriba, capaz de separar lo que siempre debió permanecer unido, los cizañeros se lanzaron con fruición a esquilmar las riquezas de la nación.
Ciertamente hay algo de religioso en el movimiento ciudadano que hoy abarca a toda Venezuela. En esencia, toda religión pretende re-ligare a los miembros de una comunidad. A menudo olvidamos esa necesidad cuando tenemos la fortuna de vivir bajo un racional estado de derecho. La olvidamos también al iniciarse los conflictos que irrumpen tras la violación generalizada de la ley, arrastrando la política hacia los predios de la guerra. Pero solemos recordarla cuando nos sentimos desamparados ante la tragedia. Dicen por ahí que sólo se acuerda uno de Santa Bárbara cuando truena.
Mañana el estruendo de recuperar la República,el respeto a las instituciones a la libertad del pueblo Venezolano,se escuchara en todo el mundo respetuoso de las libertades.
Nunca rendirse, nunca, nunca, nunca, nunca, en nada grande o pequeño, enorme o minúsculo, nunca rendirse salvo a las convicciones de honor y el buen sentido.Churchil.Hoy estos último sobra en Venezuela !!!
*desde Mburucuyá
**Bibliográfia Artículos Varios.