( Por José Miguel Bonet* **). El agotamiento extremo provoca que nos sintamos incapaces de enfrentarnos a las tareas más rutinarias y mundanas de nuestra vida. Devolver esa chaqueta que te queda mal, pedir cita para los análisis anuales, contestar los emails que se van acumulando en tu bandeja de entrada… no se trata de pereza, porque mientras no puedes con todos esos pequeños recados sigues llevando una vida de persona adulta autosuficiente (vas al trabajo, llevas a los niños al cole y haces la declaración de la renta). Es solo que sientes que en tu cerebro ya no queda espacio para nada más después de todas esas cosas importantes. A veces no hay espacio ni siquiera para hacer las cosas que te gustaban, como dar un paseo con tu pareja o ir al cine. Simplemente, no te sientes capaz de hacerlo o, como escribió Anne B. Petersen en su artículo publicado en BuzzFeed Cómo los millennials se convirtieron en la generación del agotamiento: “¿Por qué no puedo hacer estas cosas mundanas? Porque estoy agotado. ¿Por qué estoy agotado? Porque he interiorizado la idea de que debería estar trabajando todo el tiempo”
El demonio sabe que tiene poco tiempo”, se dice en el Apocalipsis, y esa sensación de que vivimos en sociedades endiabladas se debe a que estamos frente a demasiadas disrupciones, al borde de la catástrofe, jugándonos la supervivencia, de modo que la política no tiene tiempo que perder. Ante el fin del mundo, la deliberación, el respeto a los procedimientos, el diseño estratégico, la consideración del largo plazo son una pérdida de tiempo que no se puede permitir quien tiene que asegurar su supervivencia.
En un reciente artículo publicado en Time titulado: “¿Por qué estamos más agotados que nunca?”, la psicóloga Emily Ballesteros apunta a que si después de la pandemia Estados Unidos vivió la llamada Gran Renuncia (un fenómeno por el que 47 millones de personas renunciaron voluntariamente a su puesto de trabajo), ahora vivimos en lo que se conocería como la era del gran agotamiento. Las causas de ese agotamiento, según la autora, pasan por un estilo de vida insostenible (“No hemos construido una sociedad que priorice las necesidades humanas sino una sociedad que prioriza las necesidades empresariales”); el estrés fuera de nuestro control como el desastre climático y las guerras (“Podemos soportar las dificultades con una moral mucho más alta cuando mantenemos la esperanza en que las cosas mejorarán. Cuando en todos lados hay noticias que nos hacen sentir que no están mejorando, comenzamos a derrumbarnos”), y la inseguridad financiera (“Hemos sido una sociedad centrada en el trabajo durante generaciones, sin embargo, cada vez es más difícil convencer a las personas de que lleven una vida centrada y ocupada en el trabajo si eso no se traduce en la calidad de vida que solía tener”).
Te sientes agotado cuando has agotado todos tus recursos internos pero no puedes liberarte de la compulsión nerviosa de seguir adelante de todas formas”, escribe Josh Cohen en el artículo ¿Hay algo más detrás del burnout que trabajar demasiado duro?, publicado en The Economist. La imagen gráfica sería que todos somos como una especie de batería agotada que en vez de recargarse cuando se conecta al enchufe, simplemente empieza a echar humo. O una cerilla ennegrecida andante. Agotados de estar agotados viviendo en una economía del agotamiento colectivo.
La clave del momento en que vivimos es el tiempo y cómo se ha acelerado, para que quepan con la mayor naturalidad una cosa y su contraria. Se suceden tantas noticias tan rápidas que es imposible acordarse de todas, o acordarse de alguna. La aceleración es más que un rasgo que nos defina: es una inercia y casi una estrategia en la que resulta imposible digerir y asimilar lo que nos pasa. Hay tanto donde mirar que cuesta llegar a ver
Será imposible prestar la atención que necesita cada asunto si cuando vamos a interesarnos por él ya estamos a otra cosa. Será imposible si pretendemos entender lo que sucede sin apriorismos de partido o ideológicos ―sin prejuicios, vaya―, combinados con una toxicidad que mezcla los hechos con tuits que hablan de perros y de fruta. De eso se nutre la caldera: de una cascada de tuits y de titulares que se van echando a una hoguera que no se detiene porque la locomotora no puede frenar. La locomotora corre sin filtro, como si tuviéramos que escapar de alguien. Corre y corre sin que se sepa muy bien adónde
Los correntinos decimos argelados,y eran los cristianos presos y esclavos en Argelia,hoy han perdido poder a manos de los capitales especulativos porque unos están atados no solo a su territorio sino a las consecuencias políticas y sociales del ejercicio de ese poder; mientras que otros con un click de computadora mudan sus dineros hacia los sitios más seguros y rentables del planeta, estén donde estén. De esta manera, la mayoría de los hábitos aprendidos para enfrentar la vida han perdido toda utilidad y sentido, describe Bauman, para darle entonces a esa categoría de espacio/tiempo una dimensión cultural y filosófica, donde los hombres y las mujeres de hoy difieren de sus padres y sus madres porque viven en un presente en el que quieren olvidar el pasado y ya no parecen creen en el futuro. Pero la memoria del pasado y la confianza en el futuro han sido, hasta ahora, los dos pilares sobre los que se asentaba los puentes morales entre lo transitorio y lo duradero, entre la mortalidad humana y la inmortalidad de los logros humanos y entre la asunción de responsabilidad y la preferencia por vivir el momento.
*Desde Mburucuya.
**Extracto de artículos varios.