(Por Alejandro Bovino Maciel*) Luis Polo, psicoanalista, continúa en Barrientos (ConTexto Ediciones, 2023, ISNB 978-987-730-756-6 ) el recorrido iniciado en Érase una vez en Paso de los Libres que es, a su vez, debo decirlo, un desandar el rumbo de la propia biografía con la ayuda de la memoria, que atesora ese pasado casi milagroso que se vive como eternidad y que dura un suspiro.
Si Érase una vez en Paso de los Libres rescataba la infancia en una ciudad de provincia, que es decir el interior del interior, en Barrientos cambia bruscamente la escenografía y el adolescente se encuentra en una metrópolis tan gigante como es Buenos Aires.
Como bien lo sabe el psicoanálisis que el autor profesa, la memoria suele tener un orden particular. No necesariamente caótico, pero sus leyes de asociación de recuerdos no son las que dicta la cronología estricta de los almanaques. La memoria obedece un orden secreto que no lo gobierna la lógica, sino el círculo arbitrario de los sentimientos. En esta obra hay mucho de sentimientos que tienen la inestabilidad de la adolescencia: los amigos, las relaciones conflictivas en el colegio secundario donde un provinciano debe pagar “derecho de piso” entre los porteñitos, el deslumbramiento de la sexualidad que despierta una joven profesora de francés, todo fluye en la escritura con la misma velocidad que tiene la vida cuando los ojos están abiertos a tantos cambios. Barrientos se lee con holgura y felicidad, la escritura de Luis Polo se va deslizando con la misma naturalidad para el lector que la conversación con un amigo entrañable, de esos que hacen que las aventuras de ese argumento que desarrolla la trama fuesen un patrimonio común y casi secreto entre lector y autor. Tenemos al personaje instalado en el centro de una megápolis, sujeto a todas las tentaciones. Rousseau decía que la ciudad es el centro de toda la corrupción humana y el buen salvaje debería renunciar a ella si quería conservar una pizca de inocencia. En algo acierta el ginebrino. Esa inmensa urbanización que es Buenos Aires no puede ser connatural al ser humano. El protagonista lo sabe porque acompaña a un fotógrafo aficionado a las sórdidas crónicas policiales; también cuando visita esas fiestas del hippismo en eclipse, cuando “descubre” a Masotta que lo marca como maestro de todo su futuro.
“Payuca” es el término (hoy en desuso, significa poco menos que ‘campesino’) que recibe el protagonista en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe del barrio porteño de Palermo. Los compañeros asimilan lentamente al forastero. Vivimos ese proceso de segregación y lenta integración. Esa es la prodigiosa fuerza que despliega Luis Polo en su escritura: hacernos vivir esas desventuras llevándonos a nosotros como lectores a nuestras propias adolescencias sin que sepamos cómo. El autor tampoco nos lo dice. Entre citas de Ítalo Calvino y Piglia nos dice que todo lo escrito en la novela es ficticio, pero no le creemos. Todo lector tiene el deber de ser desconfiado del fondo, así como nos confiamos plenamente al desarrollo de la forma. El relato proviene de la consciencia del autor, por lo tanto, de esa verdad contundente que nace cuando se produce el milagro de situar la realidad en las coordenadas de tiempo y espacio, que la escritura fija definitivamente. No en vano el capítulo 14 se titula “Confesiones”. Un profesor, en la carrera de psiquiatría de la UBA, nos dijo que el psicoanálisis de S. Freud vino a reemplazar en occidente las confesiones que practican los religiosos de la secta papista cada domingo antes de comulgar. Si cada paciente ante el doctor Luis Polo vuelca inocentemente sus intimidades en la valiosa escucha del terapeuta, ¿por qué razón los lectores no desconfiaríamos que el autor repita ese truco en sus escritos? Si la biografía que nos refiere Barrientos fuese cronológicamente exacta podríamos, como lectores, ser más indulgentes. Más resulta que el relato salta, tal como procede la memoria humana, sobre fechas y años porque su visión está atenta a ese nudo de contradicciones que cándidamente llamamos “sentimientos” y contienen, nada más y nada menos que Afectos, Virtudes, Vicios y Pasiones. En esta cadena endemoniada de fricciones y búsquedas la única brújula que nos puede iluminar es la razón. Infeliz de aquel que se deje guiar por su “corazón” y los sentimientos, que siempre son armas de doble filo que nos conducen directamente a los andurriales. La adolescencia es ese terreno frágil que en Barrientos aparece con meridiana claridad y allí están las confesiones del autor/personaje que puede y no puede desdoblarse para ser al mismo tiempo locutor y analista. Por fortuna todas las prevenciones del escritor consiguen ser burladas por la pasión de la escritura y de ese modo, Luis Polo, autor y personaje, establece ese puente mágico que traduce la comunicación estética en una lectura que nunca decae, que siempre nos impulsa a querer avanzar más, a seguir dialogando con ese nuevo amigo que se nos presenta y es, al mismo tiempo, autor y personaje, ambos entrañables como es el milagro de la amistad.
*Buenos Aires, 2023.