( Por Luis Serrano , desde _España). Que estamos rodeados de tarados no es una apreciación personal. Eso lo sabemos todos. Pero que se multiplicaron por miles tras las llegadas de las nuevas tecnologías es una realidad que a veces cuesta ver.
Y lo peor es que son los tarados los que no lo ven hasta que es tarde. En mi juventud, todos los niños queríamos ser futbolistas. Ansiábamos la fama, el dinero, y estar rodeados de chicas guapas. ¿Y quién no? Pero la generación de jóvenes actual ven que para llegar a ser un futbolista de élite hay que esforzarse mucho y no están muy acostumbrados. Para ellos, el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo es su religión. Por eso, si les preguntas a los chicos de hoy en día, la mitad te dirán que quieren ser influencers. Las razones argumentadas serían que llenan los contenidos de las revistas vendiendo su supuesta vidorra, dicen que cobran millonadas y tienen a todas las followers del mundo a sus pies. Pues eso, que todos quieren comérselo crudo con solo un par de horas sentados en el ordenador.
Les engañan y no tienen capacidad de darse cuenta. Al final pasa que se tiran 10 horas en el ordenador y no ganan ni un centavo. Eso es lo que le pasa a la mayoría que no aceptan las reglas del juego. Muchos de ellos se envician en hacer “fechorías” muy gordas y publicarlas para hacerlas virales. Algunos han muerto haciéndose selfies alongados en la cornisa de un edificio para hacer una foto con la que petarla en las redes. Y catacrock, el disgusto para su familia.
Esto le pasó al tal Mr. GranBomba. Seguí el caso en su momento y me alegré de que lo condenaran. Les hago un repaso. Se dedicaba a grabarse haciendo preguntas por la calle y en medio de la pregunta, llamaba “cara anchoa” a los transeúntes a los que abordaba. Tal falta de respeto no se le escapó a un repartidor de listines de teléfono que le pidió que se lo repitiera de nuevo. Al volver a llamarle de la misma manera le arreó tremenda castaña que todavía le pitan los oídos. Tras la denuncia, el youtuber le quiso, además, levantar con prepotencia una indemnización por la agresión. La justicia, ahora, ha condenado a este “niñato” a pagar a la persona a la que faltó al respeto con una cantidad de 20.000 euros. Me dan pena sus padres. Recuerdo en su momento verlos pedir disculpas públicas en su nombre. Pobrecitos. A ver si los padres de hoy toman ejemplo y educan a sus hijos con unos poquitos menos de delirios de grandeza
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