Obra Los Clowns del Pasaje, presentada en Sala Mariño (Imagen de archivo)
(Por Alejandro Bovino Maciel, para momarandu).Hacer teatro independiente en Buenos Aires tiene la dificultad de no hallar eco alguno en los medios. Ningún diario, revista, radio o canal se aviene a publicitar una obra recién estrenada. Hay demasiada oferta y, aunque la demanda del público también es muy buena, entre el montón de lo estrenado, una obra más es la golondrina que no hace verano.
En Corrientes percibo lo contrario. Hay muy buena disposición de los medios de prensa, publican las gacetillas y notas que se les llevan, pero casi no existe público. Más allá de los familiares de quienes actúan y de los compañeros de otros elencos, al público en general de la ciudad de Corrientes el teatro parece no interesarle. Ignoro si habrá otro tipo de propuestas culturales o sociales de fines de semana, pero dudo de ello.
La Magna Grecia educó a sus ciudadanos para el ejercicio democrático a través del teatro de los grandes trágicos: Sófocles, Esquilo y Eurípides. En las tragedias se empieza presentando un problema de orden público (que afecta a toda la ciudadanía) y luego de proponen soluciones a ese inconveniente. Uno propone una salida y otro personaje, objeta que no es la mejor porque tiene tal o cual inconveniente. Ambos personajes debaten, intercambian sus ideas, sus comentarios, sus críticas a la vista del público. La discusión, que está en la base de todo conflicto, se hace sin que uno u otro se sienta herido porque se rechazó su idea. Se piensa primero en la comunidad, en el bien común, y después en el individuo que gane o pierda en un debate si la ganancia es el bien comunitario.
Creo que en Corrientes hay deficiencia en cuanto a la formación de espectadores. Ni el mentado Instituto de Cultura ni el Instituto Nacional de Teatro filial NEA (cuya carga es doble, ya que es la única actividad que debe promover) se ve que hagan demasiado por promover un público teatral. Tampoco el ámbito de la enseñanza colabora mucho. Cuando hice el ciclo secundario en el Colegio Nacional de Corrientes (por entonces reputado como el mejor de la Ciudad) ni hicimos ninguna obra de teatro como se estila en otros colegios y liceos, ni se nos llevó a ver una función teatral para después analizar y debatir en clases. Espero que la situación haya cambiado. Me cuentan que ahora la asignatura “teatro” está incorporada al currículum de enseñanza media. Es preferible asignar teatro que agiliza la mente y es un valioso auxiliar para sociabilizar sin timideces y no esas tareas prácticas que consistían en hacer paneras con leches de lata Nido que invariablemente mi madre tiraba a la basura no bien se las tría bajo el pretexto de que “cortaban la mano con el filo”. Y hemos perdido horas haciendo esas pavadas que si uno tiene ingénitamente falta de habilidad manual, ni haciendo mil paneras mejoraría.
Para desarrollar un público teatral hay que habituar a la gente a tomar el teatro como una forma directa de involucrarse con el arte. Debe figurar en el horizonte imaginario del público esa costumbre de necesitar el teatro, tal como se necesita la música, para vivir en forma completa. Pero estas condiciones únicamente se adquieren con experiencia, asistiendo en forma regular como lo hace toda sociedad evolucionada. Pregunté a una amiga de Corrientes, que está muy vinculada a la cultura, cuándo fue la última vez que vio una obra de teatro. Me dijo “hace unos tres años”.
Si la gente de cultura acude al teatro cada tres años, imaginémonos el resto.
BUENOS AIRES, JULIO 2023
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