Está incómodo River. En cada partido se le presentan situaciones adversas que lo obligan a luchar más de la cuenta debido que ese juego agresivo que lo caracterizaba parece perdido en algún rincón de la memoria.
Tiene destellos individuales que le permiten emparejar los partidos, ayer fueron los casos Mammana -impasable en defensa-, De la Cruz y Solari, más algún centro de Herrera, que sirvió para la igualdad parcial por intermedio de Borja.
Sin embargo, su mandíbula sigue siendo de cristal y le sigue dando dolores de cabeza. Como a los 26, cuando un remate desde fuera del área de Cabrera venció la estirada de Armani para transformarse en el 1-0, inesperado por el desarrollo del juego hasta ese momento.
Entonces, volvieron a entrar las dudas en el dueño de casa. Esas vicisitudes que se reflejan en un dominio territorial pero sin la profundidad necesaria para quebrar la resistencia de sus rivales.
Tuvo una mejoría notable en los primeros veinte minutos del segundo tiempo, especialmente desde el ingreso de Borja. A esa altura, Solari jugaba bien de punta y, eso sumado al buen manejo de De la Cruz, hizo que el Taladro retrocediera unos metros y se abroquelara contra su arco. Allí llegó el empate de Borja.
Sin embargo, la visita volvió a pegar cuando nada lo hacía prever. Y fue tras un largo saque lateral que cruzó toda el área hasta el segundo palo y que le cayó a Palacios que, sacó un remate cruzado inatajable.
El final tuvo al Millo con mucho empuje y poco fútbol. Sobre la hora hubo tiempo para la polémica cuando Borja cayó dentro del área tras un forcejeo con Gissi pero no hubo llamado desde el VAR y por eso la historia ya no se modificó. River sumó su segunda derrota consecutiva y pese a que todavía tiene chances de pelear por el título, hoy mira un poco más de lejos la cima.
LA SÍNTESIS