El partido se iba, pero apareció Fabra para habilitar al goleador, que rompió el cero.
Boca no convence, pero se se muestra como un equipo oportunista , despojado de todo brillo, que aguanta, que no luce, pero que aprovecha para guardar en el bolso tres puntos.
Esto es Boca. Este es el perfil de un 11 que ha tomado prestado por un rato al menos la punta del campeonato, al menos hasta que esta noche jueguen Atlético Tucumán y Gimnasia. Y otra vez irrumpió Darío Benedetto y su lengua venenosa para darle una victoria trabajada sobre Lanús por un agónico 1-0.
Fueron casi 89 minutos de la nada misma. Pero Boca se está acostumbrando, y nos está acostumbrando, a que algo va a pasar antes del pitazo final. Los números así lo marcan. Porque de los últimos siete goles, seis de ellos se dieron en la última media hora. Memoria en funcionamiento: Vázquez a Defensa; Langoni a Atlético Tucumán; Pipa Benedetto a River y anoche, son algunos ejemplos que ha puesto a Boca en lo más alto tras hilvanar cinco victorias seguidas.
Poco y nada dejó el primer tiempo en el Sur. Hubo demasiada expectativa para tan poca propuesta que llegó desde el campo. La mediocridad marca este andar de Boca, que gana, que es capaz de quedarse con un Superclásico, que no domina, que genera poco, pero que con una mano le da forma al nocaut. Y del otro lado, un Lanús que hacía lo que podía en un contexto asfixiante por la mala campaña y por las amenazas de las que fueron blanco los jugadores tras la caída frente a Barracas Central.
Lanús entendió que era el partido para demostrar carácter, que domina el centro de la escena, desplazando al fútbol propiamente dicho. Por eso metió de principio a fin, no tuvo demasiados momentos cercanos a Rossi.
Pero a falta de un minuto, apareció Fabra por la izquierda desbordó y ese centro con forma de puñal llegó al área, en donde el goleador recuperado esperaba para clavar el segundo gol consecutivo y sostener que el Superclásico todavía se festeja.