Corrientes, miercoles 03 de diciembre de 2025

Cultura Corrientes

El libro rectangular tiene larga vida!!!

17-07-2022
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(Por Jose Miguel Bonet *) .En cuanto los abres se inicia un proceso de meditación, y de diálogo con quien escribe y con nosotros mismos; de preguntas que se abren a otras preguntas, de respuestas no satisfechas. Un viaje interminable.

Los libros aguardan cientos de miles de historias esperando para ser leídas. Historias de amor, historias de la guerra, historias de engaños, de fantasías, de suspense, de terror y de cualquier temática que sea susceptible de ser impresa sobre las hojas de estos maravillosos productos. Miles de historias, cuentos, novelas e investigaciones pueden encontrarse almacenadas en las estanterías de las librerías.

Tal como definió la UNESCO para fines estadísticos, un libro debe cumplir con las siguientes características: Debe ser una publicación impresa no periódica, debe tener, como mínimo, 49 páginas y debe estar editada en el país y puesta a disposición del público.

 El historiador Federico Palma nos aseguró que los primeros libros que llegaron a Corrientes los trajo en sus “alforjas aventureras”, el Licenciado Juan Torres de Vera y Aragón, fundador de Corrientes (“fundo y asiento en este sitio de las Siete Corrientes…etc.”). Palma dice que esos libros eran vidas de santos y algunas obras de teatro de la época que tenían éxito en España. Ese mismo año de 1588, el francés Miguel de Montaigne publicaba sus famosos “Ensayos”, donde dedicaba unas 15 páginas al libro.

  Entre otras cosas nos decía que en los libros sólo buscaba un “entretenimiento agradable”, y alguna vez “estudio” (“me aplico a la ciencia que trata del conocimiento de mí mismo, la cual me enseña el bien vivir y el bien morir”); y luego confesaba: “las dificultades con que al leer tropiezo las dejo a un lado, no me muerdo las uñas resolviéndolas… cuando un libro me aburre tomo otro, apenas leo los nuevos, porque los antiguos me parecen más sólidos y sustanciosos…”
 
 Cuatrocientos años después el argentino Borges, en 1980 y tantos, en una conferencia que dictó sobre el libro (fue en la Universidad de Belgrano), recordaba ese capítulo de Montaigne y lo comparaba con otros instrumentos del hombre. Borges nos decía: “De los diversos instrmentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensión de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; el arado y la espada son extensiones de au brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”.

   Quince años después de esa conferencia de Borges, el italiano Umberto Eco, en un artículo publicado por el diario porteño “La Nación”, nos señalaba que “hay dos tipos de libros: los que sirven para consultar y los que sirven para leer. Los primeros (el prototipo es la guía telefónica, pero se extiende a los diccionarios y a las enciclopedias)… ellos podrán ser sustituídos por discos multimediales, así habrá más espacio en la casa y en las bibliotecas para los libros que sirven para leer (que van desde “La Divina Comedia” hasta el último policial). Los libros para leer no podrán ser sustituídos por ningún artefacto electrónico. Están hechos para ser tomados en la mano, llevarlos a la cama, o en barco, aún allí donde no hay pilas eléctricas… pueden abandonarlos sobre el pecho o las rodillas cuando nos sorprende el sueño; van en el bolsillo, asumen una fisonomía individual según la intensidad y asiduidad de nuestras lecturas… (Prueben leer toda “La Divina Comedia” en una computadora, y después me cuentan). Un libro para leer pertenece a esos milagros de una tecnología eterna de la cual forman parte la rueda, el cuchillo, la cuchara, el martillo… La forma del libro está determinada por nuestra anatomía… depende de las dimensiones de nuestras manos, y ésas –al menos por ahora-, no han cambiado”.

Por suerte el libro rectangular lleno de hojas tiene larga vida,Realidad y simulación. El libro electrónico no es sino una imitación del libro real. El formato, la tipografía, la textura y el color mate de la página que creemos que tenemos enfrente son fingidos. Con el libro digital no se ha hecho sino inventar lo que ya estaba inventado. Un avatar, como todos los demás habitantes del metaverso.

Cuando apagamos la pizarra, el libro ha dejado de existir, ha vuelto a la nada de donde salió. No es nuestro. No puede regalarse, ni heredarse. No lo hallaremos en ninguno de esos santuarios que son las librerías de viejo. Es un fantasma que no puede ser colocado en el estante donde sabemos que los libros reales están, y a los que podemos regresar cuando queramos.

*desde Mburucuyá