( Por Jose Miguel Bonet desde Mburucuyá) .Defender la autoridad que nos dan el conocimiento y el tiempo vivido supone a menudo exponerse a ser juzgados como retrógrados liberticidas.
Massimo Recalcati describía hace unos años el complejo de Telémaco. El psicoanalista italiano decía tener la consulta llena de adolescentes que expresaban quejas acerca del comportamiento de sus progenitores, del hecho de que ya no ejercieran como tales. Más bien al contrario: querían ser amigos de sus hijos, vestían igual que ellos, les copiaban los gustos y hábitos y descuidaban todas las funciones que les son propias. En el libro con el mismo título (El complejo de Telémaco, de 2014) defendía que la falta de figuras de autoridad llevaba a los menores contemporáneos a la abulia, la depresión y una angustia casi existencial.
La autoridad simbólica del padre ha perdido peso, se ha eclipsado, ha llegado irremisiblemente a su ocaso”.????
Las causas de esta evaporación son múltiples, en esta era de la transparencia, no hay líder social, institucional o político al que no se le vean las costuras. La autoridad no resiste la exposición brutal a la que la someten las redes sociales o los medios, cada vez más invasivos, de comunicación; la autoridad necesita una zona de claroscuro para operar y rearmarse, para ocultar sus miserias, porque sin esa zona quienes están sujetos a su autoridad le preguntan ¿por qué eres tú la autoridad y no yo?, y lo preguntan con ese feroz tuteo al que nos invita la relación interactiva, la jerarquía plana que ofertan las redes sociales.
Pero ¿quién quiere ejercer de adulto a día de hoy? Asumir las funciones que nos corresponden como padres, profesores, profesionales con nuestros conocimientos sobre la materia en la que estamos especializados es altamente impopular en una sociedad que pretende tomar por sinónimos la igualdad y la indiferenciación. Defender la autoridad que nos dan el conocimiento y el tiempo vivido supone a menudo exponerse a ser juzgados como retrógrados liberticidas ??. Pero la alternativa a esta incómoda tarea es la de abandonar a su suerte a quienes no tienen todavía uso de razón suficiente para tomar ciertas decisiones. Puede que tengamos que recordarle a Telémaco que aunque él no lo haya visto nunca, Ulises existe y está por volver y eso es lo mejor que puede esperar.
PD Telémaco creció sin su padre, que no regresó hasta pasados 20 años.