Foto: Mabel Moraña.
(Por Facundo Sagardoy para momarandu.com) Con una aguda síntesis teórica y una intensa observación sobre los procesos migratorios, la célebre crítica y teórica Mabel Moraña, advirtió con una conferencia virtual sobre el descaecimiento de las categorías modernas de análisis social y cultural para reflexionar sobre conflictos y cambios en los imaginarios colectivos como los de cultura nacional, identidad, soberanía y consenso, a nivel global, y avivó con behemencia la lectura de la obra de autores latinoamericanos críticos de los siglos XIX y XX, como Bello, Mariáteguie, Mella, Ponce, Reyes, Sureña y Vasconcello, entre otros.
La teórica, crítica y ensayista, ofreció desde su residencia en Estados Unidos una conferencia magistral invitada por el Ciclo de Charla e Intercambios “
¿Para qué sirven los estudios culturales?”, organizado por el Instituto de Educación Superior Rodolfo Walsh del Ministerio de Educación del Chaco y la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia, el sábado 14 agosto pasado.
Moraña compartió una lectura panorámica sobre estudios culturales, el modo de pensar los estudios culturales en la cuestión cultural, su articulación con la tradición del pensamiento de los estudios latinoamericanos, la cuestión de la nación como tema en sí mismo, el cuerpo, el cuerpo y la nación, y sobre las nuevas agendas de estudios culturales, actualizadas a medida que avanza el proceso de globalización y de resistencia a la globalización, entre otros fenómenos vinculados.
Su exposición se desarrolló en torno a cuatro puntos; los rasgos característicos de los estudios culturales, los principales factores que propiciaron el giro crítico hacia el campo de los estudios culturales a partir de los años ochenta, el disciplinamiento de los estudios culturales, a nivel académico, intelectual y político, en las américas, y a las principales objeciones en su contra, y su reformulación más actual en el campo cultural en la globalización.
Moraña es Doctora por la Universidad de Minnesota -1983- con el trabajo Literatura y cultura nacional en Hispanoamérica. 1910-1940. Enseñó en la Universidad de Pittsburgh, donde también se desempeñó como directora del Departamento de Lenguas y Literaturas Hispánicas y como directora de Publicaciones del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. En años anteriores enseñó en la Universidad del Sur de California y la Universidad de Washington, en Seattle.
Moraña ha trabajado con instituciones como la Universidad de los Andes en Bogotá, Universidad de Harvard, la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito, y la Universidad de California en Santa Cruz. Ha dado conferencias en Francia, España, Corea del Sur, Canadá, América Latina y Estados Unidos. Desde 2005 pertenece al cuerpo docente de la Universidad de Washington, en St. Louis, Missouri, donde se desempeña como profesora de Español y directora del programa de Estudios Latinoamericanos Profesor William H. Gass en Artes y Ciencias.
La obra de Moraña es de carácter transdisciplinario y se especializa en una serie de temas que van desde los tiempos de la colonia hasta la actualidad: Barroco, nacionalidad y modernidad, crítica cultural y teoría cultural, narrativa contemporánea de América Latina, estudios poscoloniales, historia intelectual, sexo y violencia, entre otros.
Además de sus cursos sobre literatura colonial, crítica cultural latinoamericana y estudios culturales, imparte seminarios sobre el siglo xix, estética e ideología en el Barroco / Neo-barroco, literatura de mujeres, y sobre violencia y representación en América Latina.
Sus publicaciones incluyen ya más de cuarenta libros, editora y coeditora de más de treinta, y ha publicado alrededor de 70 artículos en libros y revistas especializadas, sobre colonialidad y poscolonialidad en América Latina, políticas de la escritura y crítica latinoamericana, entre otros temas.
Entre los de su autoría, se cuentan:
Crítica impura (2004),
La escritura del límite (2010),
Arguedas/Vargas Llosa. Dilemas y ensamblajes (2013), merecedor del Katherine Singer Kovacs Prize que concede la Modern Language Association (MLA) y del Premio Iberoamericano de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA),
Inscripciones críticas. Ensayos de crítica cultural (2014),
Bourdieu en la periferia (2014),
Churata postcolonial (2015),
El Monstruo como máquina de guerra (2018),
Líneas de fuga. Ciudadanía, frontera y sujeto migrante (2019) y
Pensar el cuerpo. Historia, materialidad y símbolo (2020).
Moraña ha editado múltiples volúmenes colectivos sobre teoría, crítica e historia cultural de América Latina, los cuales enfocan la obra de Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar, Carlos Monsiváis, Roger Bartra o Bolívar Echeverría.
LOS ESTUDIOS CULTURALES

Durante el primer fragmento de su exposición, Moraña definió a los estudios culturales, expuso sobre sus influencias, recomendó aceptar que así catalogados, estos tienen origen en Birmingham y que su proliferación parte de la academia norteamericana, pero remarcó que si bien estos hoy forman parte de la historia cultural de América Latina postmoderna, ya con anterioridad a su adopción América Latina contaba "con una sólida crítica de la cultura" que "se remonta a tiempos coloniales".
"Después de varias décadas de diseminación y aplicación plural a los estudios de variadisimos temas sociales, artísticos, políticos, etnográficos y literarios, los estudios culturales forman parte hoy de la historia cultural que podríamos caracterizar como la américa latina postmoderna, es decir, posterior a la plena vigencia de la modernidad, entre 1880 y 1960, u correlativa a las transformaciones que tuvieron lugar en el mundo intelectual de las últimas décadas del siglo XX y con más aceleración a partir del fin de la guerra fría", afirmó Moraña.
"Entiendo aquí por estudios culturales la orientación crítico-teórica que parte de la vertiente anglosajona de la Escuela de Birmingham, cuyas propuestas y prácticas fueron adoptadas con variaciones en la academia norteamericana, en el mundo hispánico, en Australia y en otros espacios de trabajo crítico, principalmente en los campos de las Humanidades y de las ciencias sociales", definió.
"Para distinguir la tradición crítica cultural latinoamericana de los llamados estudios culturales, debe comenzarse por admitir que estos, los estudios culturales proliferan en la academia norteamericana, no solamente por la fuerza intelectual de las propuestas de Birmingham, que venían legitimadas por el prestigioso trabajo de sus integrantes, sino porque tales planteamientos se articulan a una crisis real, social, política y epistémica, que hace necesario un vuelco radical en las formas de entender las relaciones entre cultura y política, entre praxis social y producción simbólica", sostuvo.
"Con anterioridad a la adopción de estudios culturales, América Latina contaba ya con una sólida crítica de la cultura que se remonta a tiempos coloniales, tal campo de trabajo incluye los estudios literarios, que en la colonia toman la forma de catálogos y registros biográficos para irse desarrollando poco a poco con una orientación filológica e historiográfica", subrayó.
SIGLO XIX Y LA CRÍTICA A LA CULTURA

Moraña remarcó que ya en el siglo XIX, la crítica de la cultura ocupaba un lugar central en América Latina, y avivó con behemencia la lectura de Andrés Bello, Alfonso Reyes, Pedro Enrique Sureña, Antonio Caso, José Vasconcello, Samuel Ramos, entre otros autores latinoamericanos.
"Ya en el siglo diecinueve, la crítica de la cultura ocupa un lugar central en los procesos de formación y consolidación nacional, y la literatura constituye un laboratorio donde conflictos, proyectos y utopías, asumen la forma de representaciones simbólicas, aleatorizaciones, o como lo llama en su libro Dolph Sommer, ficciones fundacionales en las que se ensayan formas diversas de subjetividad, relación con la naturaleza, relaciones interclase, cuestiones etnoraciales, y formas de inserción de la especificidad latinoamericana, en el amplio contexto del occidentalismo", remarcó.
"Autores como Simón Rodriguez y Andrés Bello, comienzan a concebir las bases de las culturas nacionales, y a prefigurar los horizontes de la nación estado, arraigando el ensayo como forma discursiva híbrida y abierta, como diría Alfonzo Reyes, ese centauro de los géneros, en la que se discuten en textos apasionados, políticos, y con frecuencia, no exentos de lirismo, los temas del ahora, las nociones de pueblo, las ideas de la ilustración, el heroísmo de la razón, las formas de organización de la sociedad civil, la importancia central de las ciencias y las letras, los afectos y la soberanía", dijo Moraña.
"El ateneo de la juventud con su humanismo antipositivista y opuesto al porfiriato constituirá en México un paradigma claro de pensamiento crítico erudito y claramente occidentalizado, aunque ya preocupado por la especificidad de la cultura latinoamericana, en torno a críticos de la cultura de la talla del mencionado Alfonso Reyes, Pedro Enrique Sureña, Antonio Caso, José Vasconcello, Samuel Ramos, entre otros", señaló.
"En esta línea de estudio o crítica de la cultura está también muy arraigada la tradición interdisciplinaria, o sea, el diálogo entre campos disciplinarios bien establecidos, constituidos de manera estable, con sus cánones, agendas y metodologías. O sea, cuando hablamos de interdisciplinariedad, todavía estamos en las disciplinas, estamos ayudando o combinando unas con otras, pero los campos disciplinarios todavía están concebidos como claros y distintos entre sí", sostuvo.
SIGLO XX Y LA CRÍTICA A LA RELACIÓN CULTURA - SOCIEDAD

Moraña también destacó la obra de José Carlos Mariáteguie, José antonio Mella y Anibal Ponce, y subrayó que en el siglo XX, en América latina, la crítica de la cultura se orientó hacia el estudio de la relación entre cultura y sociedad, con la obra de Beatriz Sarlo, Silviano Santiago, Rafael Gutiérrez Girardot, Antonio Cándido, Roberto Schwarz, y Ángel Ramos, entre otros.
"Será en el siglo veinte, cuando las instituciones nacionales, políticas y educativas, se encuentren ya asentadas, cuando los demás géneros, y, por supuesto, la tradición ensayística, serán más productivos", dijo Moraña.
"En la línea marxista, la obra de autores como José Carlos Mariáteguie, José antonio Mella y Anibal Ponce, resulta en el siglo veinte insoslayable, porque plantea por primera vez en la Historia latinoamericana una alternativa al pensamiento propiamente liberal, y un programa emancipatorio tanto a nivel social, como político, cultural y económico. Esa es la gran importancia de la introducción del marxismo en el pensamiento latinoamericano, la presentación de una alternativa al pensamiento liberal, que no volvió a darse con esa fuerza y esa organicidad después", señaló.
"La crítica de la cultura se orienta claramente en América latina hacia el estudio de la relación entre cultura y sociedad, que incorpora las propuestas de Georg Lukács, Raymond Williams, Walter Benjamin, y más tarde los aportes de la escuela de Frankfurt, y de autores como Michel Foucault, Pierre Bourdieu, etcétera, para el análisis básicamente del campo cultural, el poder, y los procesos de institucionalización cultural", precisó.
"Todo esto en lo que tiene que ver con la crítica sociohistórica de la cultura, la cual marca a fuego la primera etapa de la obra de críticos como Beatriz Sarlo, Silviano Santiago, Rafael Gutiérrez Girardot, Antonio Cándido, Roberto Schwarz, y Ángel Ramos", sostuvo.
DESCAECIMIENTO DE LAS CATEGORÍAS MODERNAS

Luego, la crítica y teórica prestó atención especial a las últimas decadas del siglo XX, y remarcó que a comienzos de los años ochenta ya era evidente "el descaecimiento de muchas de las categorías modernas de análisis social y cultural".
"A comienzos de los años ochenta, se hace ya evidente el descaecimiento de muchas de las categorías modernas de análisis social y cultural que habían guiado procesos anteriores. O sea, todo este desarrollo de crítica de la cultura que he mencionado hasta ahora, en los años ochenta, empieza a manifestarse como insuficiente para dar cuenta de una serie de conflictos y de cambios en los imaginarios a nivel global, pero también en lo que tiene que ver con América Latina", sostuvo.
"Las nociones de cultura nacional, por ejemplo, de identidad, de soberanía, de consenso, para no hablar de los pilares ideológicos de la modernidad occidental, que son progreso y orden social, se van debilitando como plataformas conceptuales necesarias para la comprensión del conflicto y de cambio social. Quiere decir que después de la guerra fría, en la vuelta del siglo del veinte al veintiuno, ya es imposible dar cuenta del conflicto social y, en particular del lugar de América Latina a nivel global, solamente tomando como plataformas crítico teóricas las categorías de cultura nacional, identidad, soberanía, consenso", explicó.
"Eso, digamos, deja grandes vacíos en la comprensión política y social. Comienza a realizarse una devastadora crítica a la razón iluminista y al proyecto modernizador en occidente, ahí comienza la crítica de la razón instrumental del concepto de razón de la industrialización y también del concepto modernizador en occidente, no solo por su carácter claramente eurocéntrico, sino por el costo social que el desarrollo de esos horizontes tuvo para las áreas periféricas, como contrapartida cultural del capitalismo transnacionalizado", señaló.
"El centralismo y el autoritarismo de Estado, en las políticas oficiales que excluyeron desde el siglo diecinueve a amplísimos sectores sociales marginados por cuestiones de raza, clase y lengua, y también de género, los efectos del patriarcalismo, la corrupción político económica, el debilitamiento de las políticas partidistas, la sindicalización y los sistemas de bienestar social, fueron analizados como evidencias incontrastables del fracaso social del proyecto moderno", precisó Moraña.
"Este había puesto los avances científicos y tecnológicos, educativos y urbanísticos al servicio de los sectores dominantes, relegando a grandes mayorías poblacionales a una posición subalterna, precaria y vulnerable. La independencia poco a poco se fue revelando como un quiebre político - administrativo con las antiguas metrópolis, que sin embargo no redundó en emancipación real -ahí comienza la diferenciación entre independencia y emancipación - si no en las formas modernas de dependencia. O sea, la independencia condujo a formas modernas de dependencia, atravesadas por las categorías del coolonialismo interno, estudiadas por (Pablo) González Casanova, por el fenómeno que Boaventura de Sousa Santos llama epistemicidio, y por el concepto o la existencia de la colonialidad estudiada por Anibal Quijano, entiendida la colonialidad la perpetuación de las estructuras de poder coonial en la modernidad, por ejemplo la perpetuación de las encomiendas en las estructuras del latifundio, la perpetuación del sistema de castas en la discriminación racial generalizada, la sublaternización de la mujer, que continúa del periodo colonial al periodo posterior a la independencia, las políticas estrictas sobre sexualidad, que vienen de antes", sostuvo.
"La nación criolla considerada desde sus orígenes como la política ideológica de la modernidad, la nación, se manifiesta claramente a un siglo y medio después de su surgimiento como un proyecto excluyente que entiende e implementa la democracia como un sistema de participación limitado, a partir del cual se legitiman y perpetúan los privilegios de las elites", subrayó.
"En base a esas transformaciones políticas y culturales, y a los cambios que se registran en la conciencia social, desde finales del siglo veinte, queda en evidencia que los conflictos y subjetividades, que son correlativos a la globalización, no pueden ser abarcados ni interpretados desde categorías o modelos puramente modernos de análisis social. Esto constituye el primer quiebre entre estudios culturales y la tradición anterior de crítica cultural sociohistórica. Esa crítica anterior a los estudios culturales, siendo tan productiva, al mismo tiempo está basada en una serie de categorías modernas que no pueden dar cuenta del fenómeno de la globalización, de los quiebres de la política moderna, después de los ochenta, y del cambio en los imaginarios populares", dijo Moraña.
"DESESTABILIZAR" LOS PROTOCOLOS DISCIPLINARIOS

Luego, Moraña profundizó sobre los motivos por los cuales los estudios culturales fueron adoptados, y remarcó sobre la necesidad "desestabilizar" los "protocolos disciplinarios" para generar "nuevas preguntas", "intersecciones" e "interpretaciones" para estudiar fenómenos como las migraciones y la fragmentación de la unidad nacional.
"La adopción de estudios culturales viene justamente de la necesidad de desestabilizar los protocolos disciplinarios, eso es lo que los estudios culturales vienen a hacer, desestabilizar los protocolos disciplinarios, promoviendo no un diálogo interdisciplinario como antes entre dominios separados pero todavía bien definidos del saber, sino y esta es la parte que caracteriza a los estudios culturales, un proceso transdisciplinario, donde las fronteras donde los distintos campos del saber van desapareciendo produciendo entonces una hibridación epistemológica radical. Esto sería el núcleo de lo que los estudios culturales vienen a ser", expresó.
"Se trata no, entonces, de que las disciplinas se encuentren, para dialogar e intentar, como decía (Louis) Althusser complementar sus insuficiencias, ayudándose una con otra ante los desafíos de un campo común de estudio y reflexión, cada cual, decía Althusser, desde sus bien diferenciadas e irrenunciables plataformas, más bien, se trata de crear campos de producción de conocimiento, de producción de sentidos diferentes, heterodoxos, rarificados, alternativos, no inter, sino transdisciplinarios, que permitan interrogar el texto social, cultural y político desde otra parte, produciendo nuevas preguntas, nuevas intersecciones, y nuevas interpretaciones", explicó.
"En Estados Unidos el campo propicio para estas nuevas formas de análisis cultural viene abonado por el movimiento de las llamadas minorías desde los años sesenta, negros, mujeres, homosexuales, etcéteras, que culturalizan la política al presionar desde agendas que cuestionan el predominio blanco, patriarcal y heterosexual, y que revelan que, como en el caso de América Latina, la nación no responde a los proyectos unificadores, centralistas, y homogeniezantes que las concibieron, sino a la heterogeneidad de sectores que constituyen la fuerza centrífigas del proyecto social, y que la modernidad invisibilizó y acalló durante siglos", recordó Moraña.
"Entonces, empiezan a emerger estas agendas diferenciadas, y aquel mito de la nación como centralización y unificación de un mismo proyecto, por otra parte excluyente de grandes sectores, empieza a mostrar que aquel concepto decimonónico, incluso anterior de nación estado, no representa el conflicto actual", detalló.
"La migración, sumada a los elementos que fragmentan la unidad nacional desde adentro, constituye a sí mismo uno de los actores de mayor impacto en el concepto de nación, que se va viendo desplazado por localismos y nuevas formas de regionalismo, como los movimientos sociales, por ejemplo, que operan transnacionalmente, así como por formas diversas de inscripción en la globalización por parte de actores no estatales, por ejemplo, de empresas trasnacionales, que no pasan por el estado, que tienen una existencia virtual independiente de la nación - estado, las ong, lo mismo, actores independientes, grupos financieros, etcétera, que disuelven la idea de nación como plataforma primaria de análisis social, sin que la nación llegue a desaparecer como tal, y esto es importante, todos estamos condicionados por la inmediatez de la configuración nacional, pero sin que llegue a desaparecer como tal, es obvio que su importancia y su centralidad va reduciéndose", afirmó.
“Hace algún tiempo, Eric Hobsbawm indicaba que en su opinión, esta es una idea importante, en verdad, una cita, la historia mundial "no puede ya ser contenida dentro de los límites de las naciones o las naciones estado, tal como solíamos definirla política, cultural y hasta lingüísticamente; la historia mundial verá a la nación estado y a las naciones y a los grupos etnolinguísticos dar un paso atrás, resistiéndose y adaptándose ellos mismos, siendo absorbidos o desarticulados por la nueva estructura supranacional del mundo". Esto dicho hace ya muchos años. Dice Hobsbawm, "las naciones y los nacionalismos seguirán presentes pero jugaran un papel subordinado y frecuentemente menor en la historia mundial", recomendó recordar.
HETEROGENEIDAD, HIBRIDACIÓN Y TRANSCULTURACIÓN

Hacia el final de su exposición, la célebre crítica y teórica subrayó en reconocer en los conceptos de "heterogeneidad", "hibridación" y "transculturación" una bisagra histórica entre la crítica de la cultura y los estudios culturales.
"Como elementos bisagra entre la crítica de la cultura y los estudios culturales, tres conceptos que se van desarrollando en la década de entre los ochenta y el fin de siglo permiten una deconstrucción sustancial de la cultura, y de las culturas nacionales en América latina, y ustedes conocen bien esos conceptos, los de heterogeneidad, hibridación y transculturación, a partir de los cuales se perciben formas y modos del caleidoscopio cultural", subrayó Moraña.
"Sobre estas bases los estudios culturales se articularían a las formas más innovadoras a la crítica latinoamericana, incorporando sus propias propuestas, América latina se manifestaría reticente, sin embargo, a recibir la buena nueva de los estudios culturales. Justamente por entender que esta nueva orientación del análisis cultural ya estaba presente y desconocía la historia crítica de América latina, y sin percibir de inmediato la diferencia entre estos dos impulsos, entre la crítica de la cultura que antes caractericé y los estudios culturales y sin entender inmediatamente las razones por las cuales se pasaba de una estrategia de análisis cultural a la otra", explicó.
"Intentando enfocar estas cuestiones de la resistencia de América latina a los estudios culturales, Nestor García Canclini, sugirió hace tiempo que en el panorama del cambio del milenio que él percibía marcado por la tensión entre las promesas del cosmopolitismo global y el decaimiento de los proyectos nacionales, los estudios culturales proporcionan un instrumento para la interpretación de los quiebres de las culturas nacionales y de los resíduos del proyecto moderno", afirmó.
"En palabras de García Canclini, y cito, "en esta explosiva expansión tecnológica y económica de repertorios culturales y de ofertas de consumo, en este estallido de mercados y ciudades, se han perdido proyectos y espacios públicos, pero quedan fragmentos o esquirlas diseminados por la explosión, retomados por movimientos sociales y culturales", y agrega, "los estudios culturales son los intentos por encontrar el sentido de las huellas inscritas por esos fragmentos sobrevivientes". O sea que, incluso, si queremos teorizar la fragmentación de lo nacional, los estudios culturales están ahí para proveer una serie de estrategias críticas y teóricas que pueden permitir encontrar sentido y analizar las causas de tal fragmentación", remarcó Moraña.
LA SUBJETIVACIÓN EN LA ERA DE LA DIGITALIZACIÓN

En un segmento posterior a su conferencia, Moraña reflexionó a pedido de los participantes sobre la subjetivación en la era de la digitalización y la actualidad del libro en sus diversas plataformas.
“La digitalización ha cambiado todo. Ha cambiado la percepción de la cultura, el concepto de participación, el concepto de intimidad, el concepto de amistad, el concepto de realidad, todos los realitys que vemos, fabricados, prefabricados, son ficticios, pero usamos el concepto de realidad, de intimidad, de amistad”, expresó.
“Todos esos, que son componentes de la subjetividad, han variado”, remarcó.
Hoy “la digitalización nos enseña qué cosa es cómica, qué cosa es trágica, nos enseña a coexistir con cadáveres, a naturalizar la violencia, nos enseña que el objeto es más importante que el sujeto, que cuando muere demasiada gente por día ya no importa, porque son siempre noticias viejas”, expresó.
“O sea, la digitalización ha acelerado por un lado el trabajo que los medios de industria, de comunicación habían iniciado ya hace tiempo con la televisión, los periódicos, ya, etcétera, pero lo ha radicalizado, en el sentido de que los monopolios de transmisión de mensajes parecen más pero no lo son, hay pocos canales que en realidad uno puede conectar, pero todo el mundo transmite la misma onda, en ciertos contextos”, reflexionó.
“Si ustedes miran las redes, un tema se pone de moda y todo el mundo pone su dedo, así, y eso parece que es lo que es, y entonces hay una tremenda banalización de grandes temas. Hay gente que así trata temas dramáticos realmente, que tocan a la vida y a la muerte”, señaló. “No hay que olvidar que nosotros nos encontramos en un período esencialmente biopolítico. En el sentido en el que hay una tremenda manipulación de la vida y de la muerte, y los medios comunican definitivamente eso, la digitalización”, remarcó.
“Cualquier película, cualquier mensaje, que ustedes ven, hasta de publicidad, integra elementos de violencia, porque como se dice en medios de comunicación, lo que sangra vende. Entonces, hay un mercado, hay una avidez pública por la violencia, por ver representada una violencia que a mí no me hace nada porque puedo apagar el televisor, pero que naturaliza la violencia en los imaginarios colectivos”, acentuó.
“Entonces, definitivamente, los procesos de subjetivización están enormemente alterados. Eso que yo mencionaba, la importancia superior del objeto sobre el sujeto, es típico de la sociedad de mercado global que estamos viviendo, y en los mensajes, en los medios, etcétera, se imponen modas, se imponen formas de vestir, se imponen valores”, sostuvo.
Esto “es bien interesante porque, de pronto, se importan a través de los estratos de las clases, por ejemplo, las modas del rap, de andar con los pantalones caídos. No se si se hacen en América Latina, que viene de la cárcel, que les quitan los cinturones para que no se suiciden, pero se quitan los pantalones. Pero entonces tu vez en una universidad privada los chicos apareciendo de la misma manera. Entonces, hay como una circulación chic, barata, de contenidos que al final terminan perdiendo su importancia, si tienen algún valor de resistencia cultural, o de algún mensaje, se pierden por la banalización”, agregó.
“Entonces, sí. La cuestión de la subjetivación está fuertemente alterada. Sobre todo en los jóvenes, que no tienen paradigmas anteriores, y que ven que el amor es así, que la sexualidad es así. Si ustedes tienen alguien en la familia, de doce, trece, catorce años, y los ven expuestos a esas versiones, es preocupante, porque no tienen parámetros como para ubicar lo que está de moda, lo que te hace popular, etcétera”, afirmó.
“Toda esa es una máquina que está en funcionamiento y detrás de la cual hay mercancía, mercancía real, y mercancía simbólica, cómo se obtiene prestigio, popularidad, todo eso, es importante, cómo debe verse, cómo una mujer debe ser, cómo un hombre debe ser, cómo alterar la imagen para acomodarse a ese modelo. Claro que hay una tremenda subjetivización en ese sentido”, subrayó.
EL LIBRO HOY

“Si te pones a pensar, el soporte material del libro ha variado en todas las épocas. Ya, evidentemente, no desplegamos el pergamino para leer la obra, todavía abrimos el libro, o si no tenemos la pantalla hasta el teléfono, se puede leer, etcétera. Podría decirse que no varía el contenido, pero yo no lo creo. Yo creo que sí varía en el sentido en el que prestigio del libro, la importancia que damos al objeto, la relación con el cuerpo, entre la fuente del conocimiento, no es por mitificar, con relación al cuerpo", opinó con respecto a la actualidad del libro en sus diversas plataformas.
"Tú lo tienes al lado de tu cama, lo puedes llevar eh el avión, puedes leerlo mientras vas en el metro, te acompaña si vas solo, puedes irte a un parque a leer, el formato cambia porque la tableta está asociada, premeditadamente, con la aceleración y con el cambio constante, con el zaping, y eso da la impresión de que un contenido es igual a otro", expresó.
"En cambio, el libro tiene otra significación, una significación de un contenido, de un conocimiento que no es intercambiable con otros. Es, obviamente intercambiable, puedes leer un libro y no otro, pero cada libro tiene su valor, remite, no se lee de esa manera cuando se lee en pantalla, se asocia con el movimiento del zapping, del cambio del control remoto. Se asocia con algo que es efímero, está ahí para desaparecer”, sostuvo.
"Necesitamos a Benjamin ahora que la época de la reproducibilidad técnica nos actualice, nos diga cómo leer, ese cambio tremendo, pero él lo vio y veía lo bueno y lo malo. Él veía, bueno, ahora puedes tener la Gioconda en tu cuarto, no es aquella Gioconda, pero es mejor, porque tu no tienes que estar entre cuarenta personas y, además, la Gioconda es chiquita, tu puedes comprar una versión ampliada y la tienes arriba de tu cama. Hay beneficios en la reproducción técnica, y también se pierde la presencia de la imagen original, pero, a ver, cuánta gente puede llegar a verla personalmente, al contrario, tú, por cuatro dólares, puedes comprar el poster”, compartió.
“Entonces, como en toda situación se gana y se pierde, pero es un fenómeno muy interesante, porque también el formato hace al contenido de alguna manera, también, como ustedes saben, la relación fondo y forma no está separada completamente. Que es distinguible a efectos del análisis, pero hay un momento en que una informa a la otra”, recordó.