El INDEC publicó recientemente los datos del segundo semestre del 2020 y las cifras, aunque eran esperables, no dejan de ser dolorosas. El 42% de nuestros compatriotas son pobres, lo que componen un universo de 12.000.998 personas. A su vez, 3.007.177 viven en la indigencia.
Creció la pobreza respecto al primer semestre y sin embargo el Gobierno Nacional no pagó un cuarto IFE en plan de achicar gastos tal como lo pedía el FMI. Esos más de 9 millones de ciudadanos que sorprendieron a las autoridades por su número cuando se registraron hoy quedaron a la intemperie.
Las ayudas otorgadas por el Gobierno a los sectores más postergados de la sociedad fueron evidentemente insuficientes. La tarjeta alimentar, por ejemplo, se estipuló para hogares con niños de hasta seis años de edad. Los resultados del relevamiento que efectuó en su momento el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci) sobre 20.260 familias entrevistadas en 22 provincias arrojaban que solo al 5% de dichos hogares les permite cubrir los gastos en alimentos de todo el mes, un 18% llega a 3 semanas, el 55% llega a 2 semanas y un 22% cubre sus necesidades alimentarias solo una semana con dicha tarjeta.
Resulta obvio que era necesario subir el monto y ampliar el espectro de cobertura, puesto que son muy numerosas las familias y hogares con niños mayores de seis años. Otro de los instrumentos generados por el Gobierno fue el IFE, el cual solo se pagó en tres oportunidades en siete meses aproximadamente, o sea algo menos de $5000 por mes. La cuarta cuota fue vetada desde el Ministerio de Economía en plena negociación con el Fondo Monetario. Si se comparan los porcentuales del PBI destinados a este tipo de ayudas, veremos que están por debajo de lo destinado por gobiernos de la región de orientaciones políticas conservadoras.
Los jubilados también fueron víctimas del ajuste de gastos, se calcula que casi 100 mil millones de pesos se ahorró el Estado durante el 2020 derogando la fórmula que se había aprobado a fines del 2018, y que oportunamente cuestionamos y resistimos en las calles. O sea, parte de las ayudas que desde el Estado se dieron durante la primera ola fueron costeadas por los jubilados, sector que a su vez aportó la mayor cantidad de muertos por causa del COVID.
Decía que las cifras son dolorosas en la vida concreta de cada persona pero también lo son como país. Deben saber los jóvenes que no siempre fue así en la Argentina, que sus padres o abuelos conocieron otra realidad donde la pobreza era casi marginal y existía la movilidad social mientras que ahora la pobreza es hereditaria. El que nace en un hogar pobre muy probablemente siga la misma suerte durante el desarrollo de su vida.
No desconozco el desastre económico heredado del nefasto gobierno de Macri, particularmente la delicada situación financiera con los acreedores externos y las debilitadas reservas del Banco Central. Tampoco el efecto destructivo de la pandemia en el mundo y en nuestro país. Pero no es menos cierto que los ajustes sobre los sectores populares para achicar el déficit no son un camino viable. No es justo, habrá resistencia como siempre y sin paz social no hay estabilidad política ni económica.
Década tras década desde hace más de 40 años la pobreza viene subiendo a pisos que se consolidan. Así el indicador más bajo de la década pasada se dio en el 2011, año de crecimiento, con más del 25% de pobreza, o sea un cuarto de nuestra población.
Seria autocrítica le corresponde a la dirigencia gobernante de nuestro país, que como muestra de su mediocridad en plena pandemia de un lado de la grieta llamaron a no vacunar y del otro implementaron vacunatorios VIPs, postergando a quienes más urgente lo necesitan.
Ojalá pronto truene el escarmiento. Que vuelva el Trabajo!
*Secretario General del Movimiento Libres del Sur