Esa es la razón por la que los medios nacionales tienen más empatía y dan más espacio y
.jpg)
tiempo de aire a los pañuelos verdes que a los celestes, los organismos internacionales como la OEA dicen que no viola los derechos humanos y la inmensa mayoría de los gobiernos sean de izquierda, centro o derecha, lo promueven.
Cuando el 1 de enero de 1972, el Club de Roma, fundado por el italiano Arturo Peccei y el escocés Alexander King publicó Los límites del Crecimiento, un informe lapidario realizado por la biofísica norteamericana Donella Meadows junto a 17 profesionales del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en el que advirtieron que si el crecimiento poblacional y la producción global continuaban al mismo ritmo no serían sostenibles porque vivimos en un planeta limitado y la superficie habitable y cultivable de la tierra es finita, el revuelo fue tal que del 5 al 16 de junio de ese mismo año, la Organización de Naciones Unidas (ONU) convocó a la Conferencia sobre el Medio Ambiente Humano, que más tarde se conoció como la Declaración de Estocolmo.
Al cónclave asistieron delegados de 113 países, representantes de 19 organismos internacionales y más de 400 organizaciones no gubernamentales. Se acordaron siete proclamas y 26 principios. En el decimosexto, se redactó el siguiente texto: “En las regiones en que exista el riesgo de que la tasa de crecimiento demográfico o las concentraciones excesivas de población perjudiquen al medio o al desarrollo, o en que la baja densidad de población pueda impedir el mejoramiento del medio humano y obstaculizar el desarrollo, deberían aplicarse políticas demográficas que respetasen los derechos humanos fundamentales y contasen con la aprobación de los gobiernos interesados”.
El planteo era muy claro, había que optar entre limitar un modelo económico insustentable que se basaba en la extracción indiscriminada de recursos naturales no renovables, con lo cual se desvanecía la ilusión desarrollista o reducir la propagación de la especie. Se eligió esto último.
Esta es la razón por la cual, a partir de ese momento, comenzaron a proliferar y diversificarse los métodos anticonceptivos y se aceptaron social y políticamente, las prácticas sexuales no convencionales.
Como la reproducción continuó a un ritmo no deseado, quizás por una mejora en la calidad de vida y aumentó la expectativa en cuanto a la edad que una persona pueda permanecer en este mundo debido a la evolución de la medicina, los diferentes estados empezaron a ver la legalización de la eutanasia como un instrumento útil y eficaz. Obviamente, como el poder nunca se muestra tal cual es y menos aún cuando lo que se quiere proponer es un crimen y necesita el consenso de la sociedad para institucionalizarlo, se lo disfrazó de “muerte digna”. Tampoco funcionó en la medida de lo esperado.
Ahí surgió la idea de instalar el debate sobre la unión legal entre personas del mismo sexo y el slogan que se utilizó para promocionarlo de una manera más elegante fue “matrimonio igualitario” pero no fue suficiente porque hoy ya se necesitan cinco planetas para cubrir las necesidades energéticas de todos los seres humanos.
¿Entonces?
Apareció el Coronavirus (parece ser que nadie sabe por qué) y “milagrosamente” asumió el rol de ejecutar una “reforma previsional” más completa y definitiva que la que exigía el Fondo Monetario Internacional, en casi todas las naciones.
Ahora se esperan vacunas para supuestamente controlar los efectos de esta catástrofe, que al decir de algunos profesionales de la salud como el médico italiano Roberto Petrella, poseen un componente que esterilizará a la población masculina. No sabemos si es verdad pero lo cierto es que tiene lógica si analizamos la evolución de los acontecimientos con rigor histórico.
A pesar de que esta pandemia ha provocado la muerte de más de un millón de personas, estamos muy lejos de llegar a la meta. Por eso, la Organización de Estados Americanos (OEA) siguiendo directrices de la ONU y algunos periodistas independientes sostienen que también el Fondo Monetario Internacional (FMI) presionó al gobierno argentino para que envíe el proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo al parlamento y cuando el presidente se enteró que podía complicarse la votación, amenazó con asistir para evitar que algún legislador de su propio espacio se “arrepintiera”.
La pregunta del milllón
La pregunta es ¿por qué los medios nacionales opositores que vinculan la gestión actual con la de Venezuela y la ubican en la izquierda, apoyan esta movida y le dan más espacio y cámara a las representantes de los pañuelos verdes que a la de los celestes y en la publicidad refuerzan los avisos en el mismo sentido? ¿Se volvieron de golpe defensores de los derechos humanos de las mujeres?
Es evidente que la orden viene de muy arriba, sino no se explicaría cómo los que idolatran al “dios mercado” y rechazan cualquier forma de intervención del estado, se alinean con militantes del Partido Obrero, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, las organizaciones sociales y los grupos radicalizados de feministas, a los que siempre han criticado.
Aquí hay gato encerrado y nuestra responsabilidad es sacarlo a la luz para que lo vean todos, y para desgracia de algunos, vamos a dar una primicia: el problema tampoco podrá resolverse de esta manera y en el futuro si las autoridades se niegan a tomar la decisión correcta que es detener la depredación indiscriminada de la naturaleza para favorecer el supuesto desarrollo industrial, tendrán que producirse nuevos virus y mutilar a hombres y mujeres. Eso sí, probablemente el eslogan sea “autoesterilización responsable”.
¿Por qué decimos esto?
Porque lo que acabamos de describir, que para nosotros es lo que sucede en el mundo, únicamente existe en occidente y China. En oriente medio y, en especial, en los países árabes y aquellos que abrazan el Islam, continúa el concepto de familia extendida y no les importa en lo más mínimo ni el control de la natalidad ni nada de lo que se discuta en esta parte del mundo. Por eso y porque poco a poco, han logrado radicarse en los principales países europeos y crecen a un ritmo de progresión geométrica, se estima que en un futuro no muy lejano conseguirán mayorías parlamentarias, formaran gobierno y lograran islamizar al viejo continente.
¿Está bien?
Para ellos suponemos que sí, porque sus intenciones son extender su fe por todo el mundo. Para occidente, tal como lo conocemos, probablemente no, porque está cavando su propia fosa y va hacia su autodestrucción sino da un giro de 180 grados y parece no querer darlo.
por Jorge Horacio Echeverz
*Licenciado en Comunicación Social- UNNE