Corrientes, miercoles 03 de diciembre de 2025

Opinión Corrientes

La presencia de lo que nos ronda, por Arturo Zamudio Barrios

21-10-2020
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Foto ilustrativa

¿Qué conclusiones saca Ud. Jeremy Corbin –pregunta The Jacobin- al político inglés cuya memoria y participación en contra del fascismo chileno, tras el asesinato de Allende, ha sido enorme…? Mire… recuerda Corbin, puedo contarle muchas anécdotas respecto de nuestra colaboración en contra del espanto provocado en Europa por los crímenes de Chile y la heroica lucha de su pueblo en contra de Pinochet. Veníamos de una concentración en algún lugar de Italia y, de pronto, el tren se detiene a causa de un desperfecto. Venían con nosotros algunos chilenos, a los cuales no conocíamos como tampoco sabíamos que habríamos de sufrir ese percance en las cercanías de Bolonia. Pero muy pronto, con algunas llamadas telefónicas el tren estaba lleno de connacionales y yo entraba a una casa desconocida cuyo propietario, cortésmente, me decía: “Pase Ud. señor Corbin…Esta es su casa.

Hace cincuenta años de la causa que promovió la indignación de tantos europeos, junto a Corbin y, al parecer la mala lectura sigue acosando a quienes creyeron que cortarle la lengua a Víctor Jara, equivalía a impedir que las cosas difiriesen para siempre de lo que generó el capital. Y no falta quien crea que el Socialismo está dejando de existir porque nuevos formatos llegan aquí y allá y ocupan espacios acaso difíciles de comprender; ¿o se ignora el aplastamiento del nazifascismo? El derrumbe de la URSS en 1992 cuyos ejes –Rusia y Bielorús- se han unido otra vez y marcharán en un mes, con participación de China –mil 300 millones de habitantes- y no pocas fuerzas provenientes del Caribe y Latinoamérica, para establecer -se evoca por supuesto la victoria en la Gran Guerra Patria- una convergencia mucho más amplia destinada a un mundo renovado a corto plazo, sin guerras ni zozobras. Porque el Socialismo, dirá Corbin, es otro modo de pensar y vivir tanto los trabajadores como los pueblos, dejando detrás al fin el “Ensayo General que los hombres intentan desde 1917.” Tal y como lo pensó Lenin, aquel pensador y político, tan leído por los lectores de The Jacobin, cuyo ejemplo sirve de guía a los núcleos sociales y políticos que en Estados Unidos se disponen a afrontar como sea a la negativa de Trump y la Ultraderecha a entregar el Gobierno a quien no hayan bendecido las Corporaciones (el 1 por ciento de la riqueza norteamericana).

Por supuesto –prosigue el político inglés en el reportaje a la revista estadounidense-, sin odio alguno a sus lectores, como cree el famoso presidente- comprenda Usted que el capital internacional tiene un poder enorme, y ese poder caerá de cualquier forma sobre un empeño progresista –lo hizo con el inolvidable Allende-. Por lo tanto, la única forma de avanzar es mediante fuertes movimientos laborales, siempre acompañados de una poderosa actividad cultural. Lo que une a las personas en la comprensión de la esperanza de que no tenemos que vivir en un mundo de desigualdad global.

Es decir, la existencia de un “orden” cuyos beneficios gravitan cada vez más sobre núcleos de habitantes ínfimos, mientras la escasa reproducción alimenta cada vez menos a quienes, al mismo tiempo, vuelve aceleradamente población despojada. Lo que, claro anticipa un porcentaje de crecimiento cada vez menor –la Unión Europea produce un quinto del total de Singapur y ya nadie duda del ciclo de feroz agotamiento creativo del llamado Neoliberalismo, cuya feracidad se dedica a robar dinero sin valía y cuanto un puñado de Multinacionales requiere en su beneficio (informática, tierras extrañas, litio, armamentismo y otras lindezas).

Hay quienes estiman que el capitalismo sigue fuerte por razones diversas: uno, porque “el progreso”, cuya definición rotunda le caracterizó desde ya antes de la mitad del siglo XIX. Véase si no cualquiera de las publicaciones de aquel tiempo, y no precisamente las que proponían matar nativos para reemplazarlos por extranjeros, sino la creación de un nuevo criterio –el de la utilidad- a fin de obtener no sólo manos diestras sino una remozada capacidad de producción. ¿O se ignora que la colonización de América por el capital no la había inyectado en el Nuevo Mundo la rusticidad inglesa sino esa España, con eje en Sevilla, cuyas bolsas desbordaban con las ideas y el pensamiento de Egipto, Macedonia o Grecia?

Otros…por el “milagro de la resurrección china”, cuyo aporte al desfondado capitalismo de 2008 brindó oxígeno a unos cuantos que ya apenas se sostenían. Pues, la Revolución que en 1949 sacudió al orbe del capital, según lo piensan más de uno de los ting-tang del llamado Occidente, concluyó en la “economía de Mercado” y el retorno a una forma particular de capitalismo, llevada hasta al calificativo de “burgués mojigato”. No significaba, por ende, absolutamente mucho la relación entre el establishment y los obreros fabriles, o mejor, el pueblo y las clases dominantes; el del capital era tan sólo una forma de emprendimiento, igual que para Milton Friedman, una máquina de cosechar dinero.

Lo curioso reside en que los factores esenciales se deslucen, a fin de dotar de lo inexistente a aquello de que se trata. La revolución china, retrasada enormemente en la etapa interminable que ésta exigió, pudo cometer errores, y una especie de stajanovismo –trabajo voluntario por decisión de obreros y campesinos que permitió en no mucho más de un lustro-, crear la base industrial que atajó el intento recolonizador de la escuadra nipona; así como el de los soviéticos, durante la guerra antinazi facilitó del mismo modo destruir las hordas del fürierprinzip que aterraban a Europa. Por eso se afirma que el dominio empresarial de los chinos, es una especie de debilidad –mojigatería, dice alguno también- y que el orden “natural”, como el europeo, donde “el ordeno y mando” pertenece siempre al magnate y no a quienes producen, constituye un conflicto aún falto de solución. Cuando la subordinación en el socialismo “a la China”, del empresario a comunas, partido político y organizaciones sociales es, justamente, lo que delinea a Oriente, ¡bien al revés de lo típico en la “Democrática Occidente”!

Pues bien, ocurre que los días que corren no son tan fáciles de definir como a no pocos teóricos (sin teoría) suele ocurrírseles, sobre todo ahora, cuando el “sociólogo estadounidense empieza a mostrar la ringlera de errores sobre que, tiempo atrás, asentaba “su clase media norteamericana y los herederos de Aveling y Jenny Marx demuestran hasta donde alcanza su herencia revolucionaria; ya “aquel patriota “ que gozaba haciéndose romper la cabeza en cualquier rincón del planeta ha empezado multitudinariamente a esfumarse, y como se sabe, descubrir –o redescubrirse- equivale a conocer y a rasgar las telas que, en no pocos casos, encubre a una autoconciencia. La que hoy aceleradamente empieza a marcar la existencia del obrero norteamericano, cuya presencia en zonas álgidas –como Nueva York- acrecienta el odio al “antifa… (antifascista) del “claw” de la Casa Blanca.

Acaso tengamos, por lo tanto, que ligar un punto detrás de nosotros, a mitad del siglo anterior con las pulsiones fecundas barridas por el crimen y las derrotas de Allende, cuyas victorias parecen relucir hoy más pese a los desacuerdos que gesten algunas dilaciones de Ariel Doffman. Y el giro avanzado de Corbin en nada asombra, tanto como el entusiasmo de The Jacobin al advertir su neto compromiso con el socialismo mientras se divisa ya el notorio retroceso de la derecha. ¿No previó el despertar del mundo colonial el gigantesco Congreso de Bakú en 1922, convocado por Lenin, así como los obreros norteamericanos desafiaron el peligro para la especie que enfrentamos con la audacia y solidez que el político ruso opuso a las enormes dificultades halladas en su camino? Síii... Pues como ellos pensamos… ¡Una nueva era anda también rondando sobre nuestras cabezas!