No sirven, no están a la altura. Son criadores de vacas administrando la provincia con visión de quinieleros: apostamos acá poniendo a este y hacemos redoblona metiendo a dos nuestros en el otro ministerio. Son brutos, incapaces, demagogos. Hacen culto de la astucia, de la viveza del pajuerano aligerado, y desprecian la inteligencia. Dicen lo que la gente quiere todo el tiempo: mencionan a la virgen, al gaucho Gil, al chamamé y al mate. Les encanta pavonearse con las glorias pasadas de San Martín porque nunca serán capaces de engendrar glorias propias. Son violentos, reaccionarios y lo ostentan. Viven uncidos a la Iglesia, que les da la pátina de legitimidad moral a sus manejos turbios. Defienden valores dudosos y lo hacen con convicción.
Mienten. Todo el tiempo. Y pagan a otros por mentir.
Llevan décadas en el poder cambiando la ropa del partido según la ocasión: fueron liberales, autonomistas, radicales, peronistas, del PANU, de ECO y mañana quién sabe, porque son una casta, no un movimiento político.
No les interesa ser estadistas, solo ganar elecciones y la caja.
Nos quieren hacer creer que están manejando lo que nos toca de pandemia, y apenas saben de gestionar los carnavales.