Foto: La leyenda del Ceibo, por Agustina Magalí Aguirre. Modelado. (40x30x25 cm.)
Las leyendas del ceibo y del cuervo toman forma en modelados de la artista visual Agustina Magalí Aguirre en la muestra online de Mitología Guaraní que expone el Museo Provincial de Bellas Artes de Corrientes Dr. J.R Vidal junto a Nube Ediciones.
Además de Agustina Magalí Aguirre también participan en esta muestra Eugenio Led, Bibiana Romero, Kevin Mayore, Alexander Roa, Sol Flores, Carlos Vivas Diana Aguirre, Manuel Augusto Artigué, Fabián Roldán, Emiliano Correa, Matías Gómez, Sofía Di Pietro, Jorge Efrén Silva, Darío Ojeda, Gerardo Mansur y Marcos Billordo,.
La muestra puede apreciarse completa en
https://museovidal.wixsite.com/corrientes/mitologia-guarani
LEYENDA DEL CEIBO
"Estamos seguros de que Anahí, es vocablo guaraní, pero no sabemos su correcto significado. Suponemos que su original sonido ha sufrido alguna modificación, y conjeturamos que provendría de: ana-i (pequeño pariente); ananá (piña pequeña); o angai (pobrecita). También podría ser deformación de andai (calabaza), debido a que los guaraníes estaban inclinados en darse nombres de la flora y la fauna. Pero, nos confunde la h intermedia. La incorrecta grafía, al no ser unificada, perjudica al idioma. Anahí, en guaraní se leería Anaji, expirando la h.
La leyenda de Anahí, llamada a veces: Leyenda de la Flor del Ceibo, es una bella narración y está muy difundida. Las versiones coinciden en que se trata de la inmolación de una joven aborigen, quemada en la hoguera por los españoles o una tribu enemiga. En alguna se le asigna el nombre de Akã´e (Urraca) a la protagonista.
El relato cuenta que la valiente muchacha guaraní pertenecía a una belicosa e indomable tribu y que, al ser capturada prisionera durante una batalla, se la condenó a ser quemada viva. El martirio de la valiente joven, fue motivo de su transformación en la planta o la flor del Ceibo, según sea la versión que se escuche.
Dicen que no fue agraciada por la belleza. Era la más fea de todas, pero tenía una maravillosa voz y cantaba con tanta dulzura que encantaba a todos cuando modulaba las melodías de su tribu. Era noble de corazón y de manera afables. Su espigada estampa era signo de vigor, audacia y valentía, cualidades que demostraría muy pronto. No tenía hermosas facciones, pero sí belleza de alma y un coraje solidario que ennoblecía su persona,
Un día, sobrevino un ataque al táva (pueblo) de su grupo. Sin titubear, la joven Anahí, se sumó a los guerreros de su tribu para defender el hogar y la comunidad. Lo hizo con increíble bravura. En medio del combate, se le veía altiva y decidida. Los españoles, enviando a guerreros guaikuru por delante, venían a llevar cautivos para sus servicios. La bravura de la muchacha despertó enseguida la admiración de todos, defensores y atacantes. En denodada lucha demostró las ansias de libertad de su estirpe. Pero la ferocidad de los guaikuru y el tronar de arcabuces, consiguieron reducir a los defensores. A Anahí, la tomaron prisionera y fue llevada atada, por el temor que inspiraba su irreductible decisión de luchar. La pequeña muchacha de la hermosa y dulce voz, resultó ser una admirable guerrera.
Anahí, la más fea de su tribu, fue encerrada con centinela. Triste y sola, no perdió su apostura. Por momentos cantaba con su invencible y melodiosa voz. Era tan cautivante su dulce voz, que el propio centinela quedó a su vez preso de sus canciones. No faltó el momento del descuido. Anahí, le asestó un sorpresivo y violento golpe con un trozo de palo que pudo tomar. Dándole en la nuca, con todas sus fuerzas, dejó tendido al cuidador y salió prestamente, en frenética huida del lugar.
Ya había ganado el bosque cuando la alcanzaron. Nuevamente fue capturada y condenada a morir en la hoguera. Los españoles alentaron y permitieron el sacrificio para complacer a sus furiosos aliados guaikuru, y para dar un castigo ejemplar a quienes querían escapar al yugo del vasallaje. Además, creían que Anahí podría tener poderes ocultos de hechicera o bruja.
Esa noche, cuando la luna llena alumbraba con todo su vigor, el pequeño cuerpo de la abnegada y decidida muchacha, fue atada a un poste a orillas del río. Enseguida trajeron montones de leñas que fueron apiladas alrededor de la prisionera. Un danza ritual de los guaikuru, acompañó la ceremonia y dio comienzo a la inmolación de Anahí. Un denso humo negro cubrió la escena de la quema en vida de la infortunada víctima. No se escuchó ningún grito desesperado, ni llantos. Solamente una quejumbre que más bien parecía un murmullo de amenazas, un sordo canto fúnebre.
Seguramente tenía conciencia que su sacrificio era el símbolo de la defensa de la heredad y las ansias de libertad de su pueblo. Ofrendó su vida con serenidad y coraje. La India más fea de la tribu, pero que poseía la más dulce voz que habían escuchado sus hermanos, fue quemada viva, en la hoguera.
Una vez que ardieron los leños, el negro humo fue disipándose. Al llegar los resplandores del alba, cuando las llamas habían consumido el cuerpo sacrificado en un holocausto de venganza sin piedad, quienes martirizaron a la pequeña y valiente guerrera, vieron con asombro que sobre las cenizas que dejaron las lenguas de fuego, algo se agitaba. La luz de la madrugada mostró que, en el lugar del tronco que había servido para atar a la joven de dulce voz, estaba erguido un árbol cuya rugosa corteza formaba unos canales que parecían llamas danzando. En sus verdes ramas, lucían ramilletes de rojas flores. Eran como si la sangre de
Anahí estuviera manando en gotas vegetales. El Ceibo, representa el alma indomable y altiva de una estirpe que no quiere morir. Su presencia, muchas veces solitaria en los montes, recuerda a quienes supieron morir por su libertad. Es un árbol rústico, casi hosco, cuya flor, por el indomable espíritu de Anahí, no puede llevarse sobre el pecho. La voz dulce de la indiecita fea, anida en ella.
Afortunadamente, la poesía y la música, se juntaron en una hermosa canción sentimental que con acierto perpetúa la leyenda de Anahí, dándole la merecida trascendencia. Parte de la letra dice: "Defendiendo altiva tu indómita raza fuiste prisionera. Anahí, indiecita fea de la voz tan dulce como el aguai".
Del libro "Mitos y leyendas guaraníes" de Girala Yampey (Edición del autor;2003; Asunción, Paraguay)
LEYENDA DEL CUERVO
Foto: La Leyenda del Cuervo, por Agustina Magalí Aguirre. Modelado. (30x25x8cm)
El cuervo, el yryvu, era un gaucho muy comilón de carne, que un día de miseria salió de su casa en busca de alimento.
Anduvo y anduvo, hasta que encontró una osamenta; como tenía mucha hambre probó la presa y le gustó.
El mozo comió todo lo que quiso. Sació bien su apetito con la carne pútrida y se tendió después a dormir tranquilamente, sobre el pasto, sin importarle el olor ni las moscas que lo rodeaban.
Cuando aquel gaucho despertó, ya no era el mismo. Su cuerpo estaba lleno de plumas negras, su boca era un largo pico, sus piernas tenían púas y uñas filosas...
Dios, que había contemplado con disgusto y asco su terrible banquete con la osamenta, lo ató para siempre a ella. Por eso es que dice el vulgo, cuando una persona sale de su casa y tarda mucho en volver, hizo como el cuervo, encontró una osamenta y se quedó.
Entre los cazadores hay una interdicción que ordena: No hay que tirarle al cuervo con la escopeta, porque su caño se humedece para siempre...
“Leyendas y supersticiones del Iberá. Seres metamorfoseados”, por Perkins Hidalgo, Guillermo - Nota aparecida en el fascículo 7 “Corrientes entre la leyenda y la tradición”, de la publicación “Todo es Historia”, colección dirigida por Félix Luna, en Octubre de 1987.