1952 - 26 DE JULIO - 2020
“Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo, y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”.
Al cumplirse el 26 de julio el sexagésimo octavo aniversario del tránsito a la inmortalidad de Eva Perón –o de “Evita” como cariñosamente la llamaba su pueblo-, es nuestro propósito no sólo rendir nuestro homenaje a quien brindó su vida en patriótico holocausto por la causa del pueblo y en particular de los más humildes, sino memorar para las nuevas generaciones la conciencia revolucionaria, la adhesión mística hacia una causa y el sentido ético de la conducta de una mujer, que por lejos, se ha convertido a través de los años en el paradigma de lo que debe ser la conducta rectora de la clase política y de la militancia juvenil peronista.
Nació en Los Toldos (provincia de Buenos Aires) en un hogar muy humilde, hija extramatrimonial de Juan Duarte y de doña Juana Ibarguren, conoció la pobreza y la discriminación de una sociedad decadente signada por el odio racista y por el resentimiento clasista de una pequeña burguesía parásita, históricamente presumida de culta. Con la fuerza arrebatadora de su temperamento y sin resignar jamás su dignidad de mujer, forjó con sacrificios una vida que duró escasamente treinta y tres años y de los cuales, fueron siete los suficientes para que se convirtiera en la jefa espiritual de la Nación y en el emblema indiscutido de la causa peronista.
Durante su breve vida política, aquella que se inició en 1944 con el terremoto de San Juan y que concluyó con su histórico mensaje del 1º de mayo de 1952, se mimetizó –desde el primer momento de su vida pública- con el Gral. Perón y con el pueblo trabajador, para lo cual renunció por convicción al boato formal de ser la primera dama para convertirse en la conciencia y en la mística de la Revolución Peronista, correa de transmisión de los reclamos, de las inquietudes y de las necesidades de los obreros, de los humildes y de los expulsados por la injusticia de los poderosos. Pero ella fue más allá, desde la fundación que llevó su nombre (sepultando lo indigno de la beneficencia oligárquica) emprendió una obra socialmente monumental, cuyo olvido sólo es comprensible a la luz de los prejuicios que obnubilan a los mediocres que, especulativamente reivindican su nombre con reserva de inventario, quizás temerosos de que, en algún momento de la historia despierte la Evita real, la Evita fervientemente Peronista, la que pontificó contra la oligarquía liberal, el capitalismo y el imperialismo y que, alguna vez sentenció con la elocuencia que la caracterizaba: “Los tibios, los indiferentes, los reservas mentales, los peronistas a media, me dan asco. Me repugnan porque no tienen olor ni sabor…Yo deseo, no quiero para el Peronismo a los cuadros sin mística revolucionaria… que no se incorporen, que queden rezagados si no están convencidos. El que ingrese que vuelque su cabeza y su corazón sin retaceos para afrontar nuestras luchas, que siempre habrán de terminar en un glorioso 17 de octubre”.
Fue la única mujer en la historia política que, fue ungida hacia el año 1951 por un cabildo abierto de más de dos millones de almas candidata la vicepresidencia de la Nación por la clase trabajadora nucleada en la CGT, y la que renunció a tal honor pero no a la lucha por los desposeídos de la Patria: “…declaro que esta determinación –su renunciamiento a la candidatura del 31 de agosto de 1951- surge de lo más profundo de mi convicción y por eso es totalmente libre y tiene toda la fuerza de mi voluntad definitiva… No tenía entonces –se refiere al 17 de octubre de 1945- ni tengo en este momento más que una sola y gran ambición personal: que de mí se diga, cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia dedicará seguramente a Perón, una mujer que se dedicó a llevar al presidente las desesperanzas del pueblo y que, a esa mujer, el pueblo la llamaba cariñosamente Evita. Eso es lo que quiero ser”.
Una de sus máximas realizaciones, fue la Fundación que llevó su nombre, la que se constituyó el 19 de junio de 1948 con un capital inicial de diez mil pesos. Más tarde, el fondo social de la Fundación se integraría con el aporte de los trabajadores (de los sueldos de las jornadas del 1º de mayo y 17 de octubre), con el realizado por la C.G.T. y por algunas empresas. Fruto del esfuerzo de Evita y de la Fundación que llevó su nombre fueron los policlínicos de Avellaneda, Lanús, Ezeiza y Catamarca. El colosal Hogar de Niños en la calle Warnes (abandonado luego de septiembre de 1955 cuando solo faltaba su equipamiento), Hogares de Tránsito, Hogares de Ancianos, Hogares-Escuelas (eliminando los denominados orfelinatos y reformatorios). Las Ciudades Universitarias de Córdoba y Mendoza, la Ciudad Estudiantil y la Ciudad Infantil (Gonet- Pcia. de Bs. As.), entre otras monumentales obras.
Fue el Peronismo -a través de Evita- el que posibilitó con el voto femenino (el derecho de elegir y de ser elegida) la irrupción de la mujer en la vida política nacional, derecho negado por la democracia acotada del liberalismo oligárquico y por los resabios propios de una sociedad machista y preñada de atávicos prejuicios. De ese modo, a partir de 1952, la democracia de masas que encarnó el Peronismo se vería reflejada en el Congreso con la presencia protagónica de la mujer y de la dirigencia obrera. Fue ella también la gran impulsora de los “derechos de la ancianidad”, los que serían incorporados a nuestra Carta Magna con la reforma constitucional de 1949, barridos por un “bando militar” en septiembre de 1955.
Eva Perón, no fue anatematizada y odiada por la oligarquía por ser Eva Perón, sino por ser “Evita”, esto es por ser el paradigma y el cuadro político más importante que emergió del Peronismo de aquellos años, producto de su práctica militante, de su grandeza moral, de su ética sin mácula y de su lealtad hacia la causa del pueblo. Evita es el nombre que resume el reconocimiento, el afecto y la adhesión fanática de las masas dignificadas por el Peronismo que, jamás habrían sido capaces –como no la fueron- de cometer el acto sacrílego de ignorar la simbiosis de vida que unió a Eva Perón con el Gral. Perón durante su corta pero prolífera vida política. La unidad política e ideológica de Evita con el pueblo y el reconocimiento y la lealtad de esa Evita y de ese pueblo hacia el Gral. Perón, fueron el sustento político que hizo posible llevar adelante la revolución Justicialista y afrontar con éxito el desafío de superar los escollos del bloqueo del imperialismo y el sabotaje opositor de la oligarquía nativa y de sectores de la jerarquía militar que, desde la sombra siguió conspirando tal como lo demostraría la frustrada tentativa golpista del 11 de setiembre de 1951, el bombardeo a Plaza de Mayo de junio de 1955 y por fin, el golpe fatídico del 16 de setiembre de 1955, con el cual se iba a restablecer la injusticia social y la dependencia neocolonial de la Patria. Resulta insólito e incomprensible que, a más de seis décadas de aquella lección histórica, no se haya comprendido aún la importancia de la unidad política del campo popular sobre la base de una identidad ideológica y programática de transformación que, defina de una vez por todas –de cara al pueblo- el rumbo futuro de la Nación.
La Evita, tal como hoy es exhibida, reivindicada y objeto de homenajes, es una Evita adocenada y con presencia circunstancial, sin referencia al contexto histórico del Peronismo que vivió y amó, esto es, una Evita que no compromete la estrategia política mezquina de los que erróneamente promueven reducir al Peronismo a un partido socialdemócrata, esto es, a una variante más del sistema demoliberal capitalista, lejos de la democracia social, del nacionalismo económico, de la justicia social y del ideal latinoamericanista de la Patria grande, que supo inspirar la cruzada revolucionaria del Peronismo.
La Evita que hoy evocamos es la que hizo posible con su práctica militante y su mística revolucionaria para que tuviera jerarquía constitucional los derechos del trabajador y de la ancianidad, la que desde la Fundación que llevó su nombre sembró el país de hogares-escuelas para la niñez desamparada, hogares de tránsito para las mujeres de trabajo y sin hogar y hogares de ancianos, la que con el voto femenino amplió la base social de la democracia política argentina, y la que por fin, se constituyó en el paradigma político más importante de la mujer durante el siglo XX y lo ya trascurrido del siglo XXI. Esto es la esencia olvidada del Peronismo, a la cual debemos retornar como el mejor homenaje a la memoria de nuestra querida Eva Perón.
FIRMAN:
Norberto S. Soto: abogado Laboralista, miembro titular de la FAES. Ex asesor de la CGT-Delegación Corrientes, actual; asesor de organizaciones sindicales.
Héctor O. Castillo: ex secretario Gral. de la Asociación Bancaria-Ctes.
Ramón A. Salazar Peleato: abogado – ex juez en lo Penal.
Ramón A. Gómez: abogado Laboralista- ex director Dpto. Pcial. Ex director Diario Corrientes y ex director IOSAP
Daniel A. Bordón: abogado –docente universitario (UNNE)
Juan M. Roldan: abogado
Germán Wiens: ex funcionario Poder Judicial de la Nación
Carlos A. Cassarino: docente e historiador