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Cuando el capitalismo se vuelve pobre prevé su inminente final, comprende que ha “llegado su hora” y cumplido un ciclo, paga el costo de haber sido abandonado a su suerte recluido en “cuarteles de invierno” y no puede soportar “el absurdo” de la realidad que lo contamina de necesidad porque el “gasto a cuenta”, el crédito “tapa agujeros” de necesidad acuciante y el habitual remezón financiero del “toma y data”, permanecen guardado en el recuerdo de su “mejor lucro”, sufriendo el estigma imprevisible que no lo deja salir de su “madriguera” y retroalimentarse, sometiéndolo a una estática que atrapa su “gen” lúdico cuentapropista e imperativo habituado a tomar el dominio del mercado y ser amo, no solo del capital financiero, industrial y de la producción en sus diferentes interfaces de explotación, sino a controlar ideológica y políticamente los resultados negativos de su accionar que en reiteradas ocasiones menoscaba beneficios prometidos y derechos de terceros, rechazando y desahuciando –llegado el caso- los justos reclamos de los hacedores de su plenipotenciaria plusvalía que los asalariados - laburantes rentados- supieron conseguir.
Claro está, en un Estado neoliberal-capitalista, la clave para que algo cumpla el ciclo económico dando frutos, es tener socios con “santo y seña” propio y la “moneda imantada” puesta a “trabajar”, “en la rueda de la fortuna” reproduciéndose sin límite, ahora, cuando ese capital se concentra en pocas manos y gran escala formando corporaciones financieras, tecnológicas e industriales, impone “per se” la omnipotencia de su cuantificación y crecimiento llegando a subvencionar el gasto operativo del Estado y como contrapartida lo somete a su dominio, colocando a la sociedad en estado de minusvalía e indefensión, ante la aparición en escena del “sujeto económico” llamado capitalismo que te “pinta la cara”, amparado o encubierto por el sistema político que el mismo se encarga de generar e implantar.
Puntualizar lo anterior debe servir para comprender, que “no hay nada nuevo bajo el sol”, sobre todo si abordamos el análisis considerando, el largo recorrido que realiza la práctica económica capitalista a partir de la Revolución Francesa en 1789, propiciando un cambio de época y un proyecto de civilización superador del feudalismo, abriendo el “abanico histórico” a la edad contemporánea con su enunciado de “Libertad, confraternidad e igualdad”, principios que se volvieron efímeros porque el paso del tiempo no ha conseguido fraguar una conciencia política “en los que mandan” en base a ese enunciado, no obstante se trasvasa el fenómeno político reactualizando el predicado del liberalismo clásico promediando el año 1930 en su nueva versión denominada “neoliberalismo” tal como lo conocemos en la actualidad, propiciando “un cambio para que nada cambie”, -porque continúa siendo más de lo mismo- con la pretensión de ser académicamente incorporada a los manuales de lectura como doctrina moderna, describiendo el relato de una historia que recicla su rutina replicando el viejo sistema político económico capitalista, al propiciar la liberalización de la economía, el libre comercio, la reducción del gasto público y del Estado a favor del sector privado, todas propuestas que probado está, escapan por la tangente del pensamiento de justicia consustanciado con la equidad y el reparto proporcional del beneficio, dato esencial para entender la confrontación vital que existe con la prepotencia neoliberal esencialmente autista sustentada en el principio autocrático, que el poder político embanderado bajo esa parafernalia principesca sublima, porque ellos en la práctica asumen el rol que le compete al Estado.
Los empoderados del sistema que a una gran mayoría de la sociedad segrega “haciéndolos bailar en patas”, -debemos decirlo-, no están solos, cuentan con los “ventrílocuos” que arman el sainete institucionalizando sus prerrogativas que como “lluvia ácida” corroe las bases culturales de convivencia, para que el individuo se desligue de todo compromiso social, confiando en el poder absoluto otorgado a sus mentores para que le sigan garantizando el uso y el abuso de sus privilegios, hecho del cual deviene la formación de clase, haciendo que un mismo sistema proteja a una minoría excluyendo al resto. En ese contexto de división social todo es factible, permitiendo el uso de la palabra fácil que a veces elije un objetivo político para descargar su enojo después de haber leído algún capítulo del libro de “doña Rosa”, otros más “léidos” son “garcas ilustrados” o anti sistémicos de izquierda parafraseando en un sentido similar, que normalmente no encajan con lo que el “vulgo” tiene en mente, poniendo de manifiesto que hay “escalas de pensamientos” que no concuerdan en ese incordio teórico de disputas sin debate, donde cada individuo pretende tener “la verdad rebelada” y está dispuesto a inmolar su propia conciencia, y hacer uso del pensamiento “ilustrado” “contra viento y marea” o del egoísmo patológico que lo aísla y segrega en el individualismo volviéndolo antisocial, este sujeto reúne las condiciones necesarias para ser “actor de reparto” en el universo donde el neoliberalismo recluta a intérpretes y defensores para concretar su designio, tal cual lo señalado previamente.
No quedan dudas de que los sistemas políticos de diferente signo o “raíz ideológica” se formulan respondiendo a intereses divergentes, ubicados en parámetros extremos que se agrupan en bloques cuasi universales identificados como derecha (capitalismo neoliberal) o izquierda (socialismo marxista), de ésta simple forma pretendieron “vendernos el “buzón” que también se incluyó en la literatura de formación universitaria, donde la razón crítica del imberbe muchas veces “pedalea en seco” porque se lo empuja a adherir a una opción, cuando se encuentra en una etapa de formación desprovisto de la racionalidad indispensable para abordar un proyecto ideológico-político de vida.
El común denominador que ensambla la “razón crítica” con la verdad, necesita de un tiempo prolongado de experiencia para lograr extraer el discernimiento con la cuota de racionalidad de política existencial que a la postre asumimos, dando por cierto aquello que dice “no por mucho madrugar se amanece más temprano”, porque comprobado está que los extremos aludidos no son la única opción de elección política, toda vez que la premisa existencial permite formular variables donde la construcción del proyecto político se formule -humanizando al capital- atento que la advertencia de un estadista como Perón transparentaba la porfía de los poderes en el manejo de la economía sosteniendo que: “La economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del Pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste”, definición que aclara más que mil palabras, y nos induce a pensar en la necesaria e indispensable vigencia del Estado social de derechos.
De nada vale regodearnos con los textos “líricos” del pasado, si no comprendemos a ciencia cierta, que la liturgia política no es solo “sanata” que baja del púlpito donde el “ateo” político consagra la diatriba del engaño prometeico, también contiene el virtuosismo del buen pastor que da de beber y comer al hermano que lo necesita, poniendo en práctica la cuota de solidaridad y justicia humana rescatada de la “grieta” donde la hundieron los “Midas” que “tiraron manteca al techo” y nos despojaron de los recursos vaciando la “alcancía” del Banco Central –se la llevaron toda- y por si fuera poco, tomaron crédito deudor a “lo loco” “endolarizándonos” por cien años, para que el “page Dios” lo salde el sacrificio del pueblo argentino, atado a la responsabilidad obligacional que se presume preexiste por la continuidad jurídica del Estado.
Comprender que el capitalismo coexiste en un universo sin patria ni bandera, nos debe llevar a “poner los pies en polvorosa” porque no ha modificado su carácter imperial y colonizador, operando con su añejada impronta de aplastar naciones, empobrecer pueblos, robar soberanía, y llegado al caso provocar guerras, claro está, ahora se encuentra con un “cambió de manos” impensado a colación de un gobierno que le sugiere con su propuesta de pago “barajar y dar de nuevo” porque “se acabó lo que se daba”, para más el presidente se planta diciendo públicamente, los acreedores de adentro y a los de afuera “No me van a torcer el brazo” transformándose en un titán político, cuando muchos lo devaluaban porque decían, era un “mannequin vivant” de Cristina, sin dudas, se hace merecedor del reconocimiento que lleva a reproducir ésta frase quijotesca: “Cosas veredes, Sancho, que non crederes” la que estar por los hechos cobra dimensión inaudita en la actualidad.
Saber que tenemos Patria y podemos “mirarnos hacia adentro” sin culpas, ni reproches representa resignificar el compromiso nacional diciendo: “No es hora de vagos ni de inoperantes”. J.D.P.