Corrientes, miercoles 03 de diciembre de 2025

Opinión Corrientes

El poeta ciego llamado homero, por Alejandro Bovino Maciel

27-04-2020
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Que un poeta ciego haya escrito las dos obras cumbres de la literatura de la Grecia Clásica, no deja de ser una imagen impregnada de romanticismo pero amenazada por la verdad. Dos escuelas de exégetas, doxógrafos, filólogos y lingüistas debaten desde hace al menos doce siglos para explicar puntos opuestos.

Un bastión asegura que “Homero” proviene del dialecto jónico eólico y que Homeridai en esa lengua significa “hijo de cautivos” porque en las guerras los prisioneros que se tomaban como rehenes eran asignados a tareas inofensivas para el bien de la patria, como la tarea de copistas y recopiladores de tradiciones orales. Nunca les permitían participar en los futuros combates para defender la ciudad, ya que dudaban de su lealtad. De este modo los Homeridai eran escoliastas de una especie de instituto de escritores que recopilaban relatos orales en forma de cantos para fijarlos en una escritura. Homero no sería uno sino una escuela de homeridai quienes habrían sido los responsables de escribir los dos relatos épicos mayores de Occidente: La Ilíada y la Odisea.

El bastión contrario sostiene que “Homero” es apócope de ho me horón que significa “el que no ve”, o sea, el ciego. De aquí proviene toda la legión de defensores del poeta ciego que iba de aldea en aldea recitando versos de la memoria de Grecia para ganarse la vida.

Tampoco es seguro su pesebre. Relatos dispersos dicen que nació en Cumas, Argos, Salamina, Quíos, Rodas o Pilos. Como solamente nacemos una vez, no es posible que todas estas patrias sean ciertas. El poeta Simónides juraba que Homero era de Quíos y que en estos versos de Ilíada respondió el mismo Homero: ¿Me preguntas por mi linaje? Tengo el mismo linaje que las hojas que nacen del mismo árbol.

Luciano de Samáosata en cambio dice que Homero fue babilonio, retenido en Grecia como rehén de guerra.

Pausanias (Descripción de Grecia, cap. X) asegura que había nacido en Chipre de una mujer llamada Temisto, y que un poeta llamado Euclo había profetizado llamándola “la feliz entre todas las mujeres” porque daría a luz un cantor que será inmortal para siempre. Ecos del saludo del Arcángel del relato de san Lucas merodea en estos presagios. No olvidemos que Homero vivió siglos antes que los evangelistas.

Poco después el mismo Pausanias (Op. cit. cap. X) dice que en Íos le enseñaron el sepulcro de Homero y a su lado el de la madre de Homero, que ahora en el recuerdo era una matrona del lugar llamada Clímene.

Si ignoramos el lugar tampoco conocemos el tiempo. Heródoto asegura que Homero vivió cuatrocientos años antes que él, lo que situaría el nacimiento en el siglo IX a. de C., mientras que Helánico de Lesbos (siglo V a. de C.) escribió que Homero había vivido en tiempos de la Guerra de Troya. Eratóstenes lo situó un siglo después. Heráclito, Píndaro y Jenófanes de Colofón lo citan, de manera que pudieron leerlo.

En algún momento, entre el siglo IX y el siglo VII tuvo que haber nacido el Homero original, o la casta amanuense de homeros que registró por escrito esos cantos volátiles que se repetían por toda la Hélade relatando heroicamente las hazañas de la Guerra de Troya y el regreso de Odiseo su ansiada Ítaca.

¿En qué lugar nació Homero o la cofradía de los homeríadas?

Ya hemos visto que, desde Babilonia, a la costa asiática de Eolia, al Peloponeso, todo el camino de piedras y las islas del Egeo está sembrado de pesebres homéricos. Tanto el espacio como el tiempo son fugitivos que persiguen a Homero detrás de densas páginas de textos, escolios, libros, tomos y bibliotecas íntegras intentando revelar el enigma. No sabemos la verdad, pero si ni siquiera sabemos si fue Homero o los homeríadas, ¿cómo saber con precisión el día y el sitio en el que todo empezó?

La Literatura no pierde un ápice de valor con esta ceguera. Mientras Homero siga encantando al alma humana en cualquier punto del planeta en el que se lo lea, Homero nacerá todos los días y seguirá siendo tracio, escandinavo, canadiense, angoleño, suizo y por qué no, correntino.