Corrientes, miercoles 03 de diciembre de 2025

Opinión Corrientes

La alternativa de los pueblos a la pandemia, por Arturo Zamudio Barrios

14-04-2020
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“No os vanagloriéis de vuestras victorias sobre la naturaleza…advertía Engels en su “Dialéctica de la Naturaleza”, cuando el capitalismo aparecía como fuerza invencible sobre hombres y cosas; porque la naturaleza se venga de cada victoria vuestra… Ella no nos pertenece, sino que nosotros le pertenecemos…,” apuntaba el final de su exordio. Y hoy, cuando el desmadre del orden vivido, arrastra como en otros tiempos “pestes” y extraños peligros, pero con mayor rapidez –el tifus y la viruela conquistaron para Europa, los territorios al Oeste del Atlántico, al cabo de un siglo; el corona virus no ha necesitado más que unos meses para atormentar al planeta entero- aquella lucidez de Engels reluce todavía más que en sus días de labor.

Porque… la pregunta del “día después” de que esta pandemia concluya, está naturalmente en todas las cabezas, y hay quienes quieren –a lo Stiglitz- refundar el capitalismo, apoyándose en Keynes, mientras numerosos sectores tanto de Europa como de América tienen la mira en otro lado… Para más tarde, la discusión acerca de si el mercado le viene bien o mal a una alternativa cuyo nombre sigue siendo socialismo, sin santificar por eso las formas que al cambio social profundo otorgó la Revolución de Octubre. Para más tarde, otras discusiones, como la que brota de no ver que en “Los Dos Sistemas, un solo Desarrollo” de China, la mayor celeridad e iniciativa en la labor productiva ha empezado a mostrar la superioridad de la empresa de obreros asociados, del mismo modo que la “extrema centralización vista desde fuera”, no suele coincidir con la realidad. ¿O es casual que tanto Rusia como China protejan a Cuba y la Revolución Bolivariana de la agresión estadounidense...? ¿De dónde, si vamos al caso, ha salido el armamento sofisticado que la milicia venezolana ha aprendido a manejar con bastante eficacia, como para derribar ya unos cuantos aviones piratas de los que se meten en su espacio aéreo...? Finalmente, si zapadores rusos levantan hospitales en

New York, ¿no refleja esto aquel viejo humanismo cuya cristalización ha dado origen a la lucha popular por el socialismo?

Ahora bien, como lo afirmó un pensador filipino, Beelo, hace un tiempo: “no es el corona virus quien derrotará al capitalismo, sino el Poder Popular”. El desastre del coronavirus, habría de asegurar, por su parte, Naomí Klein, es sólo el que urgía al capitalismo del desastre… No podemos abrigar dudas a ese respecto… y menos aún ignorar que el FMI piensa dotar con un billón de dólares a los bancos cuyos beneficiarios pertenecen al 1 por ciento de los terrícolas. En tanto, la lucha de clases, borrada por algunos sociólogos de sus cuadernos, se acentuará enormemente en medio de la pandemia, o apenas ésta se supere… si se la supera antes. Ninguna duda tampoco podría caber sobre esta cuestión.

Pero si nos atrevemos a releer a Lenin, veremos que una situación especial se abre cuando “los de arriba” – es decir, la burguesía “global”- tiene dificultades para regir y “los de abajo” –léase, los sectores populares acaudillados por la clase obrera (esa clase que en el país algunos han borrado de los cuadernos)- no están dispuestos a dejarse explotar como antes. Y en muchos sitios ha empezado ya una labor de cambio social, les guste a no a “quienes toman las decisiones” –según algún innombrable funcionario- a partir de dos o tres premisas básicas: una economía mercantil basada en la propiedad colectiva, el autogobierno y la participación comunal, la misma que en Venezuela ha frustrado una y otra vez no sólo tentativas de invasión, sino hasta el magnicidio mediante drones. En Lombardía, por ejemplo, región industrial italiana, además de bajar la tasa de muertes y de cumplir con su tarea la brigada cubana, se protege a los migrantes de la política racista de Salviti y la Unión –o desunión- europea. ¿Podemos ignorar escépticos que además de las cuarentenas han empezado los pueblos a actuar? Estados Unidos roba barbijos y tests en Nueva Zelandia; ¿es el mismo Poder que en otra época flageló al mundo, especialmente en la Segunda Postguerra, por medio del dólar y el de sus invasiones en América Latina y en Medio Oriente?

Que no nos pase lo que a Víctor Hugo con el tercer Bonaparte, y de tanto criticarlo, se nos vuelva gigante de maldad un enano. Por eso, ante la perspectiva de modificaciones sociales no muy lejana en buena parte del mundo –el real, no el de los periodistas en boga- cobra actualidad el exordio engelsiano con el que encabezamos la nota. En muchas ocasiones, la acción colectiva libre y consciente, hizo en pocos días lo que necesitaba para enfrentar al capitalismo: los soviéticos sacaron de la mañana a la noche una fuerza militar capaz de aplastar al hitlerismo; los chinos montaron en tres años una base productiva que a los Estados Unidos le llevó cien. Sin embargo, los costos han sido muy altos, y los famosos virus de hoy tienen que ver también con aquello; la Unión Soviética sufrió, además del nazismo, el desastre de Chernovil. Y no sólo el capitalismo ha maltratado a la naturaleza con un “progresismo” que hacía “infinita” una capacidad, por el contrario, finita, al promover –como escribió alguna vez Edgar Pisani en “La Revue Nouvelle”- inversiones “ajenas a una cierta maduración, una cierta capacidad fundada sobre la geografía y sobre la historia”. Pues no es posible, hubiese ratificado el Papa Francisco, la vida de los hombres sin atender al necesario equilibro con las exigencias naturales del cuidado de la casa nuestra, en la Encíclica que Joao Stédile tradujo al portugués para distribuirlo entre “los Campesinos sin Tierra” del Brasil. Pero el día después de la Pandemia, si se quiere, entre los obreros franceses, españoles o italianos o entre los pueblos americanos que resisten con todo –un ama de casa caraqueña, días atrás, limpiaba el balcón y junto a ella se veía un arma larga, seguramente kalachnikov- a las amenazas de agresión, también reside allí: en las decisiones que los pueblos tomen en beneficio de los hombres, los demás seres y un planeta cuya supervivencia ha puesto en riesgo la creciente histeria del capitalismo, urgido ya de remoción histórica.