Corrientes, viernes 29 de marzo de 2024

Cultura Corrientes
31 FIESTA NACIONAL, 17 DEL MERCOSUR, 1 MUNDIAL

El sapucay rompe el silencio de la pandemia y desde Corrientes abraza a las Islas Malvinas en un canto de chamamé

16-01-2022
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(Por Facundo Sagardoy para momarandu.com) Entre oraciones a la Virgen y añoranzas al amor de familia y al suelo natal, el grito de júbilo guaraní rompió este sábado el solemne velo de luto con que aún viste el pueblo amainado por la Covid y apartó el silencio lúgubre para dar paso al canto de la patria en un soberano abrazo a las Islas Malvinas bendecido por María de Itatí.

Este noche, la voz de Ofelia Leiva fue la bandera que flameó la matria que abraza al mundo aún sometido a los avatares de la pandemia de coronavirus, una voz celeste que cantó junto al sapucay hasta quebrar el cielo negro para abrir camino y unirse a las constalaciones con que aquí la Luna teje la luz del manto chamamecero.

Sus canciones fueron el lenguaje preciso para vitalizar el cuerpo folclórico que habita dentro de este pueblo reunido para celebrar el amor con el que han dado nombre a este arte y a este suelo.

Mezcla de abrazo de madre y caricia de santa, la obra de Leiva levantó vuelo hasta dar en el centro del anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola, para recordar al puñado de miles reunido en su nombre la fuerza que el arte folclórico abrevia y derrama a quienes saben amarlo.

Lengua milenaria vestida de cantora, allí sentada para ver a sus miles de hijos sin rostro volver a entonar sus pasiones.

La segunda noche de la Fiesta Nacional la recibió como artista protagónica, a la vez, anfitriona.

Antes que ella, el grupo Semblanza cantó Memorias a Malvinas, de Maciel y Mendoza y Camino a Tres Plamas, de R. González y E. Sena; Hugo Leiva y La Nueva Estirpe, Refugio de Amor y La Rubia del Chamamé, de Hugo Leiva, y El Campo de la Ternura, de Leiva y Ranaletti, Los Especialísimos Hermanos Ortiz, Bella Flor de mi terruño y Recordando a Lapachito, de R. Gómez y J.C. Ortiz, La Tierra no tiene dueño, del padre Zini y Velazquez, y Las manos del abuelo, de Ortiz y Delgado.

El Grupo San José, ilustrado por las misiones jesúiticas, invocó Oraciones con Madrecita, de fondo, interpretado por Tarragó Ros, y cantó Qué triste y qué lindo, y Nuestro Canto, de Zini, Anibal Maldonado, interpretó Levantando el avispero, de su propio repertorio, La changa de los domingos, de Teresa Parodi, y El último Sapucay, de Valles, César Frette Trío, llevó al escenario Lamento correntino, de Chamorro, Sangre Montarás, de Chavez, Panariello y Rojas, Musiquero y Esperanza Renovada, de su propio repertorio, y Juan Lali Romero, entonó el Recitado Provinciano Mercedeño, de los Mutuá.

Una noche de maravillas, que, además, recibió una elegante interpretación de Alma Guaraní, de Osvaldo Sosa Cordero, Maria Va, de Tarragó Ros, Canción a Puerto Sánchez, de Mendez, y Villanueva, de Chamorro y Montiel, bajo la batuta de la Banda Sinfóncia de la Prefectura Naval Argentina.
 
A todo ello, Cacho Espíndola sumó Amor Juraste, de Montiel, Don Colí, de su propio repertorio, junto a Toto Encina, Lluvia Correntina, de Mateo Villalva e Iñiguez, No quiero verte partir, de su propio repertorio junto a Coqui Ojeda, Juan Chamigo, de su propio repertorio junto a Mateo Villalba, Señores soy chamamé, una particular interpretación de My Way, A mí manera, de Paul Anka para cerrar con Estancia San Blas, de Ernesto Montiel.

Luego fue el turno de Luis Moulín junto a Belén Belcastro, con Abrí mi pecho y mirá, Cuatro Rumbos, Legado y Nada cambiará Salvador, todas obras que iluminaron con una sonrisa a la nación chamamecera a punto de completar los asientos del anfiteatro. 

Las primeras palabras de Ofelia sobre el escenario fueron ¡vamos mi gente querida!. Las segundas, una pregunta: ¿algún Sapucay? Y el anfiteatro tronó de orgullo mientras en su voz cantaba Paraná, de Salvador Miqueri, su primera canción.

"Extrañaba eso", afirmó Ofelia apuntando al pueblo chamamecero. "Extrañaaaaba esos cantos", dijo. "Y yo a ustedes ¡no saben cuánto!", agregó.

Ante gradas alumbradas por miles de teléfonos móviles grabando en vivo, sobre la estampa inconfundible de la costanera correntina en su tramo Ñanderekó, Ofelia cantó a dúo Mi Corrientes porá, de Bayardo y Martinez, interpretó hasta las lágrimas Che Mitaró Guaré, de Osvaldo Sosa Cordero, y celebró las últimas conquistas de la nación chamamecera.

"Tenemos que acordarnos de que no pudimos festejar el año pasado, que no es poca cosa que la UNESCO haya declarado a nuestro chamamé patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Nosotros lo tenemos, y tenemos que tener un inmensísimo orgullo por que haya pasado, se hizo mundial, verdaderamente, esta música, que costaba que estuviese en los escenarios mayores de la Argentina.Hoy es patrimonio cultural del mundo. Eso merece un sapucay de todo el Anfiteatro Cocomarola", dijo

En homenaje a ello, luego, recitó al Chamamé: "todo el pueblo se ilumina con tu sentido mensaje, sonora voz de un paisaje, que en tus teclados camina, latente expresión genuina, con verdadero payé, porque me suenan con fe, hacedores de un destino, por tus grandes, correntina, es tu nombre, chamamé", poema de Carlos Rodriguez y Rosendo Palacios.

Después de llegaron Camino del Arenal, de Mario Millán Medina y Tarragó Ros, La Fiesta Grande, de Parodi y Palacios, y Cielo de Mantilla, de Teresa Parodi y Mateo Villalba. "Si ustedes supieran de la fuerza que hago para no llorar", afirmó aún sonando los acordes de esta última. "Me pasó en varios festivales, de ponerme a llorar, y el que llora no puede cantar pué", dijo al Anfiteatro resistiendo su despedida. "No saben lo que daría por estar parada allá para verles las caras", expresó con el pulgar y el índice sobre los párpados empapados. "Agradezco todo ese amor que me dan todas las veces que vengo, ese cariño es el que me sostiene", dijo con el puño cerrado frente a su rostro. "Gracias es poco decirles, solamente cantando voy a decir gracias", añadió para dar paso a las guitarras anunciando Recordando a Concepción, de Remirez y Palacios.

Ya entonces, el anfiteatro habia olvidado el silencio.

El aleteo de las palmas sonar y el chasquido de sus aplausos aprobaba la armonía de la celebración folclórica percutida contra los dolores y las penas.

Ofelia se despidió, "hasta que Dios disponga", con el pueblo serpentenado otro himno del género: Puerto Tirol.

La noche cerró con la elgante Orquesta Chamamé Kuña, el cuarteto Guitarras de Curuzú, con Lamento de Chicharra, de Pocholo Airé, A Orillas del Sol de Balestra y Fernández y Lunita entrerriana, de Osuna y Valles, y Monte Purahei, de Avelino Flores, acompañados por el acordeonista Pablo Melgareño, Los Hermanos Britez, Miryam Beatriz, Alejandro Balbi, Nico Cardozo Grupo, Lucas Segovia, Grupo Renaciendo, Guille Morales y Los Amarilla sobre el escenario.