Corrientes, viernes 19 de abril de 2024

Opinión Corrientes

El debate indispensable acerca de la democracia

21-09-2021
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(Por Francisco Tomás González Cabañas). En la recientemente concluida VI Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) tras las intervenciones de los presidentes de Paraguay (Mario Abdo Benítez) y Uruguay (Luis Lacalle Pou) acerca de la situaciones “democráticas” en Venezuela, Nicaragua y Cuba, tanto Miguel Díaz Canel por la isla como Nicolás Maduro por el país caribeño respondieron desde sus posiciones conceptuales (ideologizadas), retando incluso el sucesor de Hugo Chávez Frías tanto al paraguayo como al uruguayo a debatir sobre democracia.

Sí bien Brasil se retiró de la CELAC el año pasado y Argentina llegó a la presente cumbre disminuida por las disputas intestinas en el frente de gobierno, lo cierto es que la cuestión neural a nivel internacional tiene que ver puntual y específicamente con rediseñar la semántica de lo democrático cómo su traducción con lo real entre representantes y gobernantes con gobernados y representados. Depurando este encuentro de todos los otros aspectos que no nos permitieron hasta esta instancia el poner la discusión central bajo relieve.


Paul Valéry recordaba que “la política es el arte de evitar que la gente tome parte en los asuntos que le conciernen”. Sirviéndose de esta manera de las medios de comunicación, como de reproducción, las madejas de redes y demás espacios virtuales, ocultan y tapan lo más determinante que se discute entre los mandatarios del mundo, evitando que la noción central de las discusiones trascendentes les llegue con claridad, incluso a cantidades ingentes de políticos y funcionarios de muchas ciudades que caen en el reduccionismo de convencerse que la política internacional aún se debate en una izquierda clásica o populista y entre un neoliberalismo que acelera la individuación y no teme correr el eje cada vez más a la derecha.

Siguiendo al filósofo francés, Paul Valéry que se declaraba en verdad antifilósofo, en una frase citada por R. Barre: "Los partidos políticos modernos, para subsistir, traicionan aquello que los hizo existir”, nada nos hace pensar o sospechar incluso que quienes hace tiempo llevan las riendas de países que se dicen de izquierda o derecha, no usan más que tales semánticas para continuar en el poder y administrar sus propias contradicciones culturales, sociales como individuales y personalísimas.

El eje, sin duda, debe ser la discusión por lo democrático, significante dentro del cuál todos habitamos, decimos habitar, deseamos habitarlo y señalamos que el otro como rival no lo practica ni lo fomenta.

Hace décadas que el único tema posible como sustancial es el intentar redefinir o circundar lo que implica la democracia para el ciudadano real, el pueblo de a pie o el sujeto como representante de lo humano dentro de su quehacer colectivo y cotidiano.

“Entre la sociedad y el lenguaje existe una relación recíproca de existencia. No hay sociedad sin lenguaje y no hay lenguaje sin sociedad. La sociedad sólo vive en lo que es expresable y por él” (Valéry, 1974, p. 1529.Cahiers II. Paris: Gallimard).

Las ciudades, comunidades o espacios de lo común que puedan desatar la trama de convivir con mayor armonía entre los suyos, no deben buscar mucho más allá de las palabras en debate o en cuestión. Al contrario. Todo lo que puedan hacer los gobernantes, representantes y dirigentes de la política, por promover y acrecentar la palabra como distrito principal de lo democrático, hará que tales individuos nucleados por haber nacido en un lugar determinado, despierten dentro de sí la naturaleza gregaria, que muchas veces el automatismo de la técnica afanosa por supuestos lugares de llegada se los ha arrebatado hace tiempo, señalando al otro como un rival a vencer y acallar.

Hace tiempo que nos debemos no sólo entre mandatarios, sino entre la comunidad toda, entre los núcleos familiares, los espacios educativos, las congregaciones religiosas y los sitios deportivos, iniciar un debate profundo e indispensable acerca de nuestras ideas, deseos y posiciones con respecto a lo democrático. El resto, gobernar incluído debe venir a la par o tal vez después.