Corrientes, jueves 28 de marzo de 2024

Opinión Corrientes

La reforma moral y política, por José Guillermo Alfonso*

14-04-2021
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Los partidos políticos, o al menos quienes los dirigen, no pasan en la actualidad por su mejor momento, tanto la Argentina como en otras partes del mundo. ¿Pero qué sería de nosotros sin ellos? Desde hace muchos años se los ha tratado de sustituir. La conclusión es obvia y contundente: Si se quiere una sociedad libre no existe más alternativa que tener partidos políticos y, por tanto, dirigentes y activistas políticos. Está claro que pueden ser buenos o malos, pero mejorarlos o reemplazarlos es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros, no solo de ellos.

Es bueno que nos ocupemos de la materia electoral, porque no está de más reflexionar acerca de que el acto electoral es el único momento – desgraciadamente en el cual en países como el nuestro somos todos iguales. En el momento en que se vota no hay diferencias, al menos aparentemente, porque a diario, convivimos con grandes desigualdades que quiebran la libertad de acceso y disminuyen la igualdad de oportunidades, sobresaliente y tristemente célebre característica de las democracias sociales de nuestro tiempo… ¿y del futuro? Entonces, ese instante de igualdad total en que vale lo mismo el voto de un millonario que el de un “ciruja” que no tiene dónde dormir y qué comer.

Ese momento sagrado, hay que custodiarlo para que el axioma básico que es un hombre o una mujer igual a un voto, se cumpla, se respete y esté efectivamente garantizado.

En este sentido, creo que el problema no pasa exclusivamente por el régimen electoral sino además por el sistema de partidos políticos, por el cual hasta hoy muy poco se ha hecho o cambiado. Por más que alcancemos el máximo ideal en materia electoral y de controles electorales , si no perfeccionamos el sistema de las estructuras necesaria e imprescindibles de mediación, que son, para este caso, los partidos políticos, el producto va a seguir ofreciendo “ rachas críticas o lamentaciones, máxime cuando las reformas constitucionales se monopolizan desde uno u otro sector, protagonizado una escena que se repite mientras duren los preparativos de la clásica “ batalla ” donde solo parecen estar en pugna “ las aguas para los propios molinos”, descuidando lo elemental: las opiniones que sustentarán ahora y siempre las bases verdaderas de estas, estructuras, en definitiva, la sociedad toda. Si en algo coincidiéramos todos, seguramente, es en el agotamiento moral que causan los abusos desde todos los estamentos públicos y privados, lógicamente, para cada situación problemática, el hombre y la ciencia establecen un mecanismo de defensa. Puede resultar válido tener presente una recomendación elemental de Ortega y Gasset en referencia a esta cuestión, quien sostiene que para “para sofocar los abusos hay que apuntar al cambio en los usos”. Evitemos las concesiones de los derechos que son de todos, en manos de unos pocos. La sociedad que queremos nos propone constantes desafíos. Tomemos la posta de un nuevo rumbo asumiendo los compromisos que nos demanda cada uno de nuestros roles. Definitivamente debemos erradicar la histórica manía de “tirar la piedra y esconder la mano”, siendo conscientes que lo que digamos, pronto va a ser olvidado, mientras que lo que seamos capaces de hacer, será recordado por años, por décadas, por siglos. Como humanos, convivimos con muchas pasiones y egoísmos. La clave puede estar en buscar un punto de equilibrio y motivarnos a partir de aquellas que nos movilizan a ganarnos la vida, a buscar una posición, sin pisar cabezas ni violar normas. Sensatamente, es tiempo de incorporar a nuestra finita existencia, los postulados básicos de un egoísmo razonable.

A modo de conclusión, Adam Smith decía: “Hasta en una isla de piratas tiene que haber una regla y alguien a quien los piratas obedezcan, porque si no se matarían ente ellos “