Corrientes, jueves 25 de abril de 2024

Cultura Corrientes
MITOS Y LEYENDAS GUARANÍES POR NUBE EDICIONES

Con obras de Marcos Billordo, Sol Flores y Carlos Vivas el yaguareté, la panambí y la jara emergen en el Museo Vidal

19-09-2020
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Foto: Leyenda de los dos hermanos. El yaguareté, por Marcos Billordo. Ilustración.

La flora y la fauna fantásticas que pueblan los bosques nativos, los humedales y los pastizales de Corrientes creados por aliento de Tupã surgen en las obras de los artistas visuales Marcos Billordo, Sol Flores y Carlos Vivas en la muestra online de Mitología Guaraní que expone el Museo Provincial de Bellas Artes de Corrientes Dr. J.R Vidal junto a Nube Ediciones.

Además de Marcos Billordo, Sol Flores y Carlos Vivas participan en esta muestra Eugenio Led, Bibiana Romero, Kevin Mayore, Alexander Roa, Emiliano Correa, Diana Aguirre, Agustina Magalí Aguirre, Manuel Artigue, Sofía Di Pietro, Jorge Efrén Silva, Matías Gómez, Gerardo Mansur, Darío Ojeda y Fabián Roldán.

La muestra puede apreciarse completa en https://museovidal.wixsite.com/corrientes

LEYENDA DE LOS DOS HERMANOS: EL YAGUARETÉ

Cuando Tupá hizo la primera pareja, la dejó sobre la Tierra, donde preparó el hombre la tierra y la mujer sembró maíz con el que habían de comer.

Un día el hombre se alejó y la mujer, inspirada por el hijo que llevaba en su vientre, lo siguió a través de la selva, donde un yaguareté hambriento la mató, pero de su vientre alcanzaron a nacer dos mellizos llamados Erekeí y Erevuí.

Criáronse entre las fieras hasta que ya hombres, se les apareció un día Añá, el diablo, quien los llevó a su choza donde vivía una hermosa joven hija de Añá. Los tres huyeron dejando al diablo con sus maquinaciones.

Tupá les llamaba con voz más fuerte.

Cuando le encontraron, representado por un anciano bondadoso, les preguntó cuáles eran sus deseos. -Yo -dijo Erekeí- quiero la luz. Tú serás el Sol, le respondió el Dios. - Yo -agregó Erevú- amo la luz en las sombras. Tú -replicó de nuevo Tupá- serás la Luna. Y así fueron creados estos dos astros, a los que los guaraníes -especialmente al Sol- saludan solemnemente desde el comienzo de los siglos.

Para los guaraní los principales cuerpos celestes que se observan a simple vista nacieron de una forma muy particular, así por ejemplo Kuarahy (el Sol) es producto de la unión entre Ñamandu (dios, nuestro padre) y Ñande Sy (nuestra madre), quien muere durante el parto de Kuarahy.

Bajo el influjo energético de Kuarahy sobre los huesos de su madre, nace Jasy (la Luna), por eso es que a medida que se acerca la fecha de la muerte de Ñande Sy, Jasy va perdiendo fuerza (Luna en menguante) hasta desaparecer y volver a aparecer en el resplandor solar (Luna nueva) rememorando así su nacimiento.

JARÁ


Foto: Jará, Carlos Vivas. Acrílico sobre lienzo 160x125cm.

Tupá creó las plantas y los animales, pero pasaron muchas lunas antes de que creara a los hombres. Y cuando los hizo, les dio la inteligencia para adueñarse de las plantas y vencer a los más fieros animales.

El hombre no poblaba aún todas las regiones: existía una parte del bosque donde no había seres humanos. De esta región deshabitada I-Yara, el Dueño de las Aguas, que era amigo de Tupá, le llevó un poco de tierra.

Tupá la amasó, le dio la forma de dos figuras humanas y les infundió vida con rayos del sol. De esta manera aparecieron hombres en aquella región en donde antes no existía vida humana.

Eran dos hermanos, ambos de color oscuro, pues estaban hechos de tierra; sólo que uno era de piel más oscura y el otro, de piel más clara. Por eso recibieron los nombres de Pitá (morado) y Morotí (blanco).

Hechos los hombres, Tupá encargó a I-Yara que hiciera dos mujeres hermanas para dárselas a Pitá y a Morotí. Ellas les harían compañía y les darían hijos.

Y así fué: las dos parejas vivían felices; se alimentaban de las frutas de los árboles; se amaban y tenían hijos. Cultivaban la paz y amistad entre las tribus que fueron consolidándose en los montes guaraníticos…

Pero un día, Pitá, frotando dos piedras, descubrió el fuego: y otro día, Morotí mató un pecarí y se le ocurrió poner esta carne al fuego. Como el olor de la carne asada brindaba un olor apetitoso, la comió, y luego la hizo probar a su mujer e hijos y también a los hijos y a la mujer del hermano.

Desde entonces empezaron a desdeñar los frutos de los árboles y se entregaron a la caza. Pero los animales eran ligeros y fuertes… tuvieron que inventar armas, como el arco y la flecha.

Pitá y Morotí, con sus tribus, vivieron de la caza; aunque ya no existía la misma paz. Ahora se disputaban las presas y reñían por territorio los dos caciques. Poco faltó para que el arco y la flecha se usaran para luchar entre sí. No llegaron a tanto, pero sí terminaron alejándose en malos términos...

Tupá decidió castigar a los dos hermanos por no mantenerse en paz y unidos. A Tupá le hubiera sido muy fácil destruirlos; pero prefirió sólo darles una lección que perdurara en el tiempo.

Y sobrevino el castigo.

Una tormenta terrible azotó por tres días y tres noches la selva donde habitaban las tribus ahora rivales de Pitá y Morotí.

Fueron días de terror… Todos huían aterrados y se guarecían bajo los árboles, huyendo de la luz de los relámpagos y del rugir de los truenos. Al terminar estos tres días, brilló el sol y de él los hombres, asombrados, vieron bajar a I-Yara; llegaba a las tribus y -en cada una de éstas-, pedía que lo siguieran… los hombres lo hicieron silenciosamente.

Llegaron así a un abra del monte y allí I-Yara les habló:

-Me envía Tupá, nuestro Padre. Está irritado con ustedes porque han rivalizado. Hermanos son, e hijos de hermanos; nunca debió haber disgusto entre ustedes. Tupá me envía para unirlos de nuevo. ¡Pitá, Morotí, abrácense! - ordenó I-Yara.

Ambos hermanos, arrepentidos, se abrazaron y -en presencia de sus descendientes-, que los miraban llenos de asombro, fueron perdiendo la forma humana, fundiéndose el uno con el otro hasta llegar a ser un solo cuerpo. Y este cuerpo se convirtió en tronco, de donde salieron ramas… y de las ramas nacieron hojas y flores. Y estas flores fueron de color rojo morado primero, y después, antes de marchitarse y caer, tomaron el color lila, que fue debilitándose hasta hacerse blanco: Pitá el morado y Morotí el blanco daban sus nombres a estas flores.

Así nació el arbusto silvestre que hoy podemos ver en nuestra zona guaranítica dando colorido y perfumando nuestro entorno.

Con su presencia a nuestro alrededor, el eterno mensaje de la Divinidad instándonos a cultivar la belleza, la armonía, la paz y la amistad...

Fue llamado “azucena del bosque”. Lo conocemos con ese nombre o, en Brasil, como “primavera”.


PANAMBÍ


Foto: Panambí, por Sol Flores. Ilustración digital. (21x29,7 cm)

Entre las tribus guaraníes, la del cacique Taguató tenía las doncellas más bonitas, y venían muchos guerreros de otras, con regalos para incorporarse a la tribu y poder casarse con una de ellas.

La más bella de todas, Panambi, coqueteaba con todos, los encantaba y después los desdeñaba.

Un día aparecieron los invasores blancos, y, después de una sangrienta batalla Tacuabó y los suyos volvieron vencedores, trayendo prisioneros, entre los cuales había un joven de cabellos dorados y ojos celestes del cual Panambi se enamoró a primera vista.

Los brujos fueron aconsejados por Añá a incinerar a los invasores, pero, a la mañana siguiente, cuando los fueron a quemar, descubrieron que el joven de cabellos de oro había desaparecido.
Panambi, con sus encantos había seducido a los guerreros que lo custodiaban y lo había liberado.

Pero el extranjero la abandonó enseguida, y ella lloró durante días hasta morir al pie de un isipó. Poco tiempo después los guerreros de Taguató encontraron su cuerpo y vieron que sobre él revoloteaba un insecto bellísimo, con grandes alas luminosas de variados colores. Era la mariposa que acababa de nacer, y que iba coqueteando, de flor en flor, alegre y juguetona como un día fuera la cuñataí.

Extraído del libro "Leyendas y supersticiones" de Serafin J. Garcia, publicado por Ed. Mosca Hnos, Montevideo, 1968. Primera Parte: Leyendas Americanas.