Corrientes, miercoles 24 de abril de 2024

Opinión Corrientes

Los que crearon la figura de la tortuga, por José Miguel Bonet

22-08-2020
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A 53 años del derrocamiento de Illia

Primera Plana y Confirmado conforman, a través de sus editoriales políticos, las ideas que desacreditaron al gobierno radical de Arturo Illia, tanto como su imagen presidencial y poder político, además de incentivar su caída mediante una campaña psicológica que propuso la instauración de un gobierno militar como alternativa para el restablecimiento del orden nacional. “El derrocamiento del gobierno de Arturo Illia se produjo como resultado de una coherente campaña ideológica, implementada por los medios de comunicación masiva y orquestada por un sector de las Fuerzas Armadas, que contó con el apoyo de dirigente empresariales, sindicales y políticos, y que, posteriormente, en función de gobierno intentaría implementar un programa corporativista con el apoyo de importantes sectores del sindicalismo. Estos sectores, tal como se puede apreciar a través del discurso político de los editorialistas, asumieron que la llamada “partidocracia”1. Esta sentencia que la podemos sostener con la teoría del lingüista Teun Van Dijk de que nuestros actos de habla no sólo deben desempeñar funciones ilocutivas sino también efectos perlocutivos. “Esto en términos retóricos significa que nos hallamos implicados en un proceso de persuasión”.

Este concepto lo sostenemos mediante un análisis cualitativo de cada editorial como parte del corpus. Por otro lado, en tanto análisis lingüístico en lo que se refiere al discurso como disciplina que permitiría un análisis cientificista, con el marco teórico de semióticos y lingüistas, un conjunto de ideas e imágenes para, por un lado, desacreditar la acción del gobierno radical y, por el otro, prestigiar el golpe de estado y el encumbramiento de un nuevo líder militar como respuesta a la crisis argentina.
Los semanarios se constituyeron en nuevos actores políticos de gran peso en la década del 60, a través de un seguimiento de las editoriales. Acordando con lo que sostiene Taroncher Padilla en su tesis doctoral citando a John King “El análisis de los columnistas políticos nos permite un análisis epocal”, a partir de su consideración “como historia y como texto” como caja de resonancia y espacio para el debate y la persuasión, como un actor político más que en el caso que nos ocupa acompañó la ruptura institucional de junio de 1966”3.

Teniendo en cuenta esta perspectiva y la postura de Teum Van Dijk, que postula que “la lucha por el poder es también la lucha por la palabra, realizaremos un exhaustivo análisis de las editoriales como totalidad y de partes del discurso como sub-unidades con un universo de connotaciones tanto las manifiestas explícitamente, como aquellas sutilmente esbozadas en un entrelíneas.

En cuanto al contexto histórico en septiembre de 1962 se da en la Argentina el enfrentamiento entre sectores internos del Ejército Azules y Colorados. Este hecho tuvo una importante consecuencia cultural: la aparición de Primera Plana, denominada la revista más importante de la década de los 60, de acuerdo a un estudio de las estadísticas.

En un mercado editorial como el descrito y específicamente a partir de la propuesta que los militares del victorioso bando Azul -deseosos de crear un órgano “novedoso”, y “atractivo” para la difusión de su proyecto político- le hicieran a Jacobo Timerman luego del enfrentamiento de septiembre, es que en 1962 funda Primera Plana, con el capital que le solicita a un empresario amigo. El semanario, que inicialmente se llamaría Azul, adopta, en forma definitiva, el de Primera Plana, con la intención de presentar un carácter de mayor neutralidad y más abarcador que el sugerido por el nombre de una facción del Ejército. Su financiación proviene de aportes de la filial local de Renault, de empresas textiles y del apoyo político e informativo que le suministrarán los militares azules y sus asesores. La dirección de la revista estaba a cargo de su fundador, con Victorio I.S. Dalle Nogare como administrador.

 La aparición del semanario Primera Plana “significó un punto de inflexión en el proceso de modernización del periodismo argentino de manera significativa en el universo de la gráfica como en el del semanario”.
Nació un semanario de opinión cuya inspiración fueron las revistas de información norteamericanas, especialmente Newsweek; y contaba con la asociación de Times y L exprés Su redacción estaba integrada por un staff de destacados periodistas: Tomás Eloy Martínez, Ramiro de Casabellas, Osiris Troiani, Ernesto Schóo, Roberto Aizcorbe, Hugo Gambini. El semanario creo desde el principio una imagen estereotipada de ambos bandos del Ejército. Los colorados eran los golpistas; los azules eran los legalistas, garantes de la democracia. Era parte de la cultura intelectual de una generación que marcaba una pertenencia y cierto status, el de un público culto, gozador de la lectura, de ciertas corrientes estéticas, del buen cine. Destaca por su protagonismo un modelo específico de prensa escrita: los semanarios diseñados según las pautas del “Nuevo Periodismo”, de amplia difusión entre los lectores de la clase media y alta de la Argentina, en la década del sesenta. Hay una anécdota que es importante recordar la única opinión disonante era la de Osiris Troiani, de quien se mofaban porque defendía a Illia. Hasta que en una fuerte discusión levantó la voz: "¿Ustedes no se dan cuenta de que están serruchando la rama del árbol donde están sentados? ¡Después que lo echen a este viejo, los fascistas van a venir aquí a cerrar esta revista!". Osiris, que se había iniciado en el oficio durante los años de la mordaza peronista, sabía de qué hablaba. El tiempo le daría la razón.

La revista Confirmado, fundada por Jacobo Timerman, lanza su primera edición el 5 de mayo de 1965. Intentaba reproducir el modelo de Primera Plana, pero contaba con una menor circulación y un equipo periodístico de menor calidad que la primera, es estudiada junto con Primera Plana y en referencia exclusiva a su definida posición en favor del derrocamiento del gobierno de Arturo Illia, objetivo compartido con su competidora más famosa. La creación de Confirmado fue impulsada por militares y políticos dispuestos a encumbrar al General Onganía al poder y por empresarios de laboratorios farmacéuticos afectados por la ley de medicamentos dictada por el Congreso Nacional a propuesta del Poder Ejecutivo. “Estoy seguro [...] que Confirmado continuará prestando un valioso servicio a los ideales de la Revolución Argentina.
A pesar de que la unidad de objetivos consistía en propiciar el derrocamiento de Illia, un objetivo que supuestamente debería unirlos, los militares golpistas y la oficialidad menor del Ejército. Por esto podemos entender, que generó un gran efecto en la opinión pública ya que “Los lectores como participantes en la comunicación están presentes sólo indirecta e implícitamente en el discurso periodístico.

 De acuerdo con “El diario La Opinión...”, Confirmado mantenía el perfil de medio culto, bien escrito y “contenedor de un perfil opositor, especialmente con el gobierno de Illia, apoyando una salida militar.

En el caso de Primera Plana, Mariano Grondona es quien desliza la pluma, a través de sus columnas políticas que atacaban el prestigio del gobierno, la campaña maccartista, la utilización de la caricatura y el humor político en la construcción de imágenes arquetípicas de Illia y Onganía. Grondona entra en junio de 1964, y se convierte en el image- maker, en Confirmado Montemayor. Carlos Ulanovsky en “Paren las rotativas” cita a Roberto Potash, que señala a revistas como Primera Plana y Confirmado y a columnistas como José Guiraldes y Mariano Montemayor, como los conspiradores de la prensa más visibles.

Ambos eran de derecha querían el derrocamiento del presidente Illia y su reemplazo por Juan Carlos Onganía, aunque ambos compartían diferentes tipos de golpismo: Grondona oscilaba entre un golpismo pragmático y uno gorila- es un liberal que ve al final de la revolución una democracia liberal con un peronismo potable y con partidos de ideas fuertes y capaces de terminan con la polarización y bipartidismo. Montemayor era un golpista ideológico que no creía en la democracia liberal, sino en un régimen corporativo que terminara para siempre con los viejos partidos políticos.

Su columna abordaba una temática variada, que teniendo como eje la realidad nacional. Su principal preocupación fue la formación de una tercera fuerza que representara los grupos que se niegan a optar entre peronistas y radicales. Grondonaquería la formación de partidos de ideas que aceptasen la idea de estado técnico manejado por funcionarios escogidos según el criterio de lealtad partidaria. Que deberían ser de la 3 corriente, los conservadores. Llegaba a afirmar que el exceso de prudencia de Illia “bordea el nihilismo”.

De acuerdo con lo que plantea Luis Alberto Romero “El gobierno de Illia fue condenado por ineficiente por Primera Plana, vocero de este grupo [militares, empresarios. Católicos integristas, sindicalistas peronistas], ya en septiembre de 1963, un mes antes de que el nuevo presidente asumiera, y desde entonces la propaganda se ensañó con él”.

El impacto de Primera Plana generó debate sobre su rol en periodístico, sobretodo “a la luz de su influencia en los acontecimientos políticos previos al derrocamiento del presidente Arturo Illia en junio de 1966”.

En 1964 Mariano Grondona ingresa al semanario como columnista político y Jacobo Timmerman se aleja de la dirección siendo reemplazado por Dalle Nogare.

Es en mayo de 1965, a raíz de la crisis dominicana como también lo sostiene La Historia de las Revistas Argentinas, que Primera Plana se transformó en el eco de la posición militar - que impulsaba la intervención de las FFAA en Santo Domingo, el aumento del presupuesto militar y la necesidad de dinamizar la acción del gobierno- e Illia se convirtió en el centro de las críticas. Críticas referidas hacia una supuesta visión irreal y simplista de la Argentina. Pérdida de tiempo, indecisión, improvisación respecto a las decisiones que le correspondían tomar como Jefe de Estado.

Este giro radical en las opiniones de Grondona del legalismo que pregonaba al golpismo, pasó de clasificar al presidente como un hábil manipulador del tiempo político” a ser “un hombre... verdaderamente superado por la dinámica de los acontecimientos y quizá atemorizado por la perspectiva de tomar decisiones cuyo alcance final no atina a ver”.

El Ejército representado por Onganía se auto-instituyó en la más fuerte garantía de la legalidad, único responsable de que en la Argentina existiese democracia, acompañada por la idea e irreversibilidad del golpe de Estado. “El intelectual orgánico de Onganía fue Mariano Grondona”.

 El 22 de junio de 1965 en la editorial “En torno al golpismo” afirma que “la eventualidad de un golpe de Estado se ha convertido en un tema insoslayable”. “(...) El golpista cree que ese movimiento de fuerza posee, por sí mismo, la virtud curativa de la República”. A lo que rematará con “Ambos grupos trabajan en la oscuridad porque el futuro es incierto. Pero todo indica que, cuando la hora de la prueba se acerque, los argentinos no podremos eludir la opción”.

Esta campaña de clima psicológico propicio a la interrupción del orden constitucional, tiene el peso del nuevo semanario Confirmado, que salió al mercado periodístico en mayo de 1965, la etapa más intensa de la relación gobierno Illia/ prensa argentina.

“Tanto Confirmado como Primera Plana (cultivó la famosa tesis del vacío de poder que tanto horadó la estabilidad del gobierno radical”. "hay un vacío del poder", seguían pregonando los militares, y fue el 29 de mayo de 1966, en el Día del Ejército, cuando el comandante en jefe Pascual Pistarini, en presencia del presidente lo manifestó en su discurso La ausencia de liderazgo personal de la UCRP, fomentaba la imagen de vacío de poder, que sólo podría llenarse con líderes. Grondona decía citando a Max Weber (una democracia con líderes) que “un líder sin democracia es la dictadura, pero una democracia sin líderes es la caducidad. Hablaba de democratizar a los líderes, cuyo ejemplo más acérrimo fue De Gaulle quien según sus palabras pudiendo ser dictador, prefirió ser presidente, identificaba con la imagen que él mismo creaba de Onganía.

En los meses de agosto – septiembre de 65 sostenía firmemente que Onganía era el soporte de la legalidad. Por lo tanto, el discurso legalista de Grondona, sólo concebía a Onganía como presidente dentro del sistema. Sin embargo, su discurso a favor de la democracia cambia en noviembre del 65 cuando lo relevan al Comandante en jefe, realizando un giro radical en sus opiniones Desde aquí comienza una ofensiva golpista progresiva., ante la designación de un nuevo Secretario de Guerra se produjo el retiro del general Onganía como comandante en jefe. Fue reemplazado por el general Pascual Pistarini.

En la nota de la sección el País titulada “Onganía: Reacciones y alarmas” se trazan versiones sobre el golpe “el general prepara un golpe con el pretexto de combatir la infiltración comunista: terminaría con Arturo Illia”.

En diciembre Grondona opta por un golpismo pragmático. Incentivando sutilmente el camino a la oposición total del oficialismo, Grondona subraya el estado de crisis de la Argentina, critica el accionar estacionario del presidente y sus falsas expectativas “El fin que el Presidente se ha propuesto es inaccesible. (...). La Argentina del doctor Illia es una inútil esperanza”16. Montemayor declara en su editorial “La verdad es que el gobierno U.C.R.P, se ha quedado sin política; ni buena ni mala: sin política a secas”. (El mensaje del país es otro, 5 de mayo de 1966.

La transmisión de un proyecto político por parte de las publicaciones que hemos tomado como objeto de análisis es transparente. De acuerdo con Taroncher Padilla, las ediciones gráficas de estas dos empresas “han pretendido cubrir, habitualmente, un vacío y satisfacer una necesidad y deseo de captar la voluntad “17intentando y logrando finalmente persuadir a la opinión pública hasta instalar un imaginario colectivo cuyas raíces fue forjando progresivamente, desde el inconsciente.

Aproximadamente un mes antes del golpe, Grondona basaba su postura en la teoría alberdiana que sostiene que en la Argentina existen tres poderes reales: el nacional, el militar y el bonaerense. La inestabilidad nace de su separación, y da como resultado una Argentina indisciplinada donde entra en crisis la idea de jerarquía. Por el contrario, cuando se encuentran en una sola mano, el país se asienta en una sólida estructura de autoridad y gestión. Adjudica la causa de la crisis nacional a la descentralización de los poderes “La presidencia es una responsabilidad indivisible y solitaria” .

Montemayor hace una crítica manifiesta del gobierno “Una vez que la U.C.R.P. comprobó, en la Casa Rosada, que su programa no servía para nada y que estaba lejos de producir (...)” se dedicó a “(...) impulsar la división de todo lo que tuviera enfrente: en la práctica, la inmensa mayoría del país”. Además, desconoce la presencia de una figura presidencial capaz “Ante la ausencia de una autoridad legítima y consentida, ante la ausencia de un quehacer colectivo que se sienta justificado (...)”.

El 26 de mayo Montemayor, sostiene las críticas que la sociedad le hace al presidente, y al gobierno de la UCRP sostiene “así como el esquizofrénico se distingue por un irreductible divorcio entre conciencia y realidad, el país oficial padece una esquizofrenia política en las que las palabras poco tienen que ver con los hechos”. A lo que deriva en la conclusión de que “para disimular esta falta de sinceramiento con la realidad, el gobierno tenga que deambular de trampa en trampa”. “(...)el gobierno no tuvo más remedio que ir de mentira en mentira (...)” (Trampa electoral; trampa intelectual. 26 de mayo de 1966). En la última parte se lee en entrelíneas el nombre de Onganía, mientras argumenta que estamos en medio de una trampa electoral sostiene “(...)En eso estamos, y sólo Dios y el general x saben hasta cuándo.”

  El 31 de mayo del 66, Grondona hace manifiesto su deseo en el editorial titulado “La Dictadura”, donde le otorga cargas positivas. Luego de comparar los términos de tirano y dictador, por éste último los romanos designaban a quien era elegido para enfrentar una situación de excepción, por un término preciso y con amplios poderes “ El dictador es un funcionario para tiempos difíciles” sostiene que la Argentina no atraviesa un momento de anormalidad, pero “ el gobierno se empeña en “ aplicar a esta situación remedios normales (...)” insiste en una mano fuerte “El país espera un Moisés porque vislumbró la tierra prometida (...). Lo que remató con una declaración incontrastable que proclama una dictadura, donde el nombre de Onganía se filtraba por aquellas entrelíneas “quizá el Gobierno esté a tiempo (...) para asumir la responsabilidad de una sutil dictadura al estilo romano”.

De acuerdo con “La Historia de...” en junio de 1966 todos los comentarios políticos fueron monopolizados por la presunción de un golpe de Estado. Grondona sintetiza su golpismo pragmático en una editorial del 7 de junio de 1966 (“El Pensamiento Militar”) donde entroncaba el discurso del Gral. Pistarini con las tradiciones del pensamiento azul, criticaba en torno a los conceptos de grandeza, eficiencia y autoridad puede estructurarse toda su crítica a los últimos años del gobierno radical. “(...) Y la tercera condición es por fin la autoridad. La libertad es plena en un orden”. Las causas de la crítica a la UCRP “el Gobierno radical, respetando la vigencia de las libertades individuales, deja sin cumplir los otros tres valores” a lo que sumará la debilidad electoral, la decisión de monopolizar el gobierno y la “ausencia de liderazgo personal” y se ensaño en la búsqueda de un líder.

El 9 de junio Confirmado anunciaba un eminente golpe de Estado “los días del gobierno de la U.C.R.P. están contados”. A lo que agregó con una dura calificación nefasta del presidente “(...) AI sólo podría salvarse con una maniobra de gran imaginación y grandeza políticas, dejando de ser A.I.” Y alaga al gobierno militar sosteniendo “La Argentina podrá lograr sus profundas aspiraciones (...)Este convencimiento (...) ha prendido en las fuerzas armadas.

El 30 de junio de 1966, Primera Plana sintetiza su postura dándole la bienvenida a la Revolución Argentina. En la editorial de esta edición (titulada “Por la Nación”), Grondona enaltece la figura de Onganía, manifestando su orgullo y personificándolo como un caudillo “Onganía es pura esperanza (...)”. Y el advenimiento de un caudillo es la apertura de una nueva etapa en la que la Nación apuesta. Luego de una ardua espera “El Gobierno y el poder se reconcilian, y la Nación recobra su destino” Finalmente se daban los tres poderes de Alberdi.

Para los golpistas comenzaba una nueva etapa “abierta al peligro y a la esperanza: es la vida de una gran Nación cuya vacación termina” Para Grondona era el fin de una agonía a muy largo plazo de una Argentina “que se preparaba para bien morir”.

  En la edición del 30 de junio de Confirmado titulada “Esta vez es a favor”, simplemente el nombre de la editorial está cargado de todos los subjetivismos de Montemayor “En la agonía del sistema el país vivió así la orgía de las formalidades y las más insólitas piruetas mentales(...)En cambio, juntos con el orden (...) la Argentina está sedienta de una conducta y de procedimientos rectos”. Se denota una total aceptación de la Revolución Argentina “El país está hastiado de las invocaciones a la democracia (...) que esconden la más desvergonzada pretensión de las mayorías”. Y por lo tanto una crítica radical al gobierno “El gobierno U.C.R.P cae sencillamente porque el país no lo aguanta más (...). Es buen síntoma de salud nacional que caiga(...) y se opone a cualquier presión de los medios en el imaginario colectivo diciendo “ porque el hecho no es producto de (...) ninguna artificial, sistemática y destructiva campaña de guerra psicológica, que fabrica horrores donde no los hay”.

A lo que agrega “Por primera vez, ahora una revolución aparece signada fundamentalmente por lo positivo: por la Nación”. (“Esta vez es a favor”, 30 de junio de 1966).

Al asumir el poder el general Onganía, se presenta a la sociedad como un intento de depuración de lo que consideraba la visión histórica de la Revolución Argentina. Intentaba una modernización autoritaria y desde arriba de la estructura económica y social con una fuerte intervención del Estado y una condicional apertura hacia el capital extranjero. Cuando Onganía asume el mando, fue saludado por la publicación de Confirmado. Sin embargo, esta simpatía no duró mucho, debido a la indiferencia del nuevo presidente hacia Timerman, y a el corte autoritario de la política que pregonaba. La desconfianza que suscitaba el periodismo en el nuevo gobierno y las dificultades económicas de Confirmado, hizo otra vez que el director del semanario se aleje.

A un mes del golpe, el 28 de julio de 1966, Grondona sostiene que “Las tensiones de la lucha política pueden ser caóticas, como lo fueron hasta el 28 de junio, y pueden ser creadoras, como en aquellos países que las lograron domesticar. Los partidos políticos no hacen falta ya que se ha acabado con sus estructuras decaídas que acompañaron al antiguo régimen. (“Las dos vías”).

A los 60 días del golpe, en una suerte de balance preliminar, Grondona esboza sus ideas en la editorial titulada “La Justificación” - 30 de agosto de 1966-: “La revolución argentina se justifica (...) hacia el pasado, por haber interrumpido un proceso institucional sin legitimidad y sin horizonte (...) y hacia el futuro, en el largo plazo del planeamiento”.

Estos semanarios crearon el caldo propicio para imponer esta imagen "hay un vacío del poder”, El 28 de junio de ese año, las Fuerzas Armadas anunciaron
la decisión de derrocar al gobierno constitucional de Arturo Illia.

Un amplio consenso acompañó este golpe de Estado. Grandes sectores empresarios, la mayoría de los partidos políticos e inclusive grupos de extrema izquierda apoyaron el golpe.

Pero no se dieron cuenta de que con el nombramiento del general Juan Carlos Onganía como nuevo presidente de facto, se rompía el sistema institucional y desalojaban el presidente que demostró que la honestidad no es incompatible con la política, que nunca hizo uso los fondos reservados, sobre su tan mentada lentitud e inoperancia administrativa -se lo identificaba como una tortuga-, veamos el saldo de su gestión. En tres años de gobierno, Illia logró superar la dura recesión heredada con una política de corto plazo que volvió a poner en marcha el crecimiento. Durante 1964, el PBI aumentó en un 10,3 por ciento y, al año siguiente, fue del 9,1. Ese incremento acumulado de un 20,3 en apenas dos años implicaba una extraordinaria cantidad de bienes y servicios adicionales puestos a disposición de la sociedad.

La actividad de las industrias manufactureras, que representaban entonces la tercera parte del PBI (la producción agropecuaria era un sexto), registró un aumento del 18,9 por ciento en el primer año y del 13,8 en el segundo. O sea que, en dos años, la producción industrial subió el 35,3 por ciento (más de una cuarta parte). De este modo la industria, que en 1961 había logrado una participación máxima en el PBI con el 31,9 por ciento, superó ese coeficiente en 1964 con el 32,5 y alcanzaría en 1965 un récord del 33,9 por ciento.

Y lo más importante, el impulso a la educación y la cultura fue lo más sobresaliente de su gobierno, reconocido por el argentino Luis Leloir, Premio Nobel de Química: “La Argentina tuvo una brevísima edad de oro en las artes, la ciencia y la cultura, fue de 1963 a 1966”. El presupuesto educativo creció exponencialmente durante su gobierno, en 1963 era de 12 % y en 1965 de 23 %. Se inició el Plan Nacional de Alfabetización, se crearon escuelas que incluían comedores, se repartió gratuitamente útiles para medio millón de alumnos y se impulsó las escuelas técnicas y las rurales. En las universidades creció enormemente el presupuesto y se garantizó la libertad absoluta de pensamiento para docentes y alumnos.

Estas cifras no son las de una administración precisamente inoperante. Comparándolas con las de la gestión inmediatamente posterior, la tortuga habría resultado mucho más veloz que las liebres que la sucedieron.

Fue don Arturo coherente hasta el final de sus días, fue el único presidente en la historia argentina que renunció a la jubilación de privilegio.

*Desde Mburucuya