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EN CUARENTENA

#QUEDATEENCASA: No hay mal que por bien no venga

06-04-2020
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Foto: FacundoSagardoy 

Compartimos una nota del poeta correntino Franco Rivero (jakare), que nos hizo llegar para su publicación*. “No hay mal que por bien no venga: ahora hay menos inseguridad. Lo oí. No pude responder. Todavía no sé cómo responder a la violencia. Ojalá nunca aprenda”, inicia su nota.

Alguien que amo y me consuela me dice: aguantá un poco, somos muchos aguantándonos y con eso me calma y ahora puedo escribir esto tranquilo. Disculpen que les venga con un texto, es la única posibilidad que tenemos de acercarnos (no sólo ahora). No sé qué adjetivo usar para decir cómo estoy, tampoco creo que importe, me interesa más hacer algunas preguntas.

Conozco personas analfabetas: ¿cómo harán para solicitar desde hoy la ayuda económica por una plataforma de internet?

En el 2018 leí que Argentina es el país de la región que tiene más smartphones por habitante (nueve de cada diez) decía en una nota de BAENEGOCIOS, calculaban que superaríamos esa cifra pero eso no significa que en este país cada habitante tenga un teléfono celular y sepa usarlo ni que todxs lxs que tengan acceso a uno puedan tener siempre saldo-crédito en su equipo. El año pasado levanté en la ruta a un peón forestal, tenía esa cara de padre con un hijx enfermx y que además se siente ignorante. Lo sé por mi familia, entendí ese gesto de niño. No llegaba a los treinta años, la edad que de mis viejxs en ese entonces, yo entiendo las cosas en espejo, y entendí. Le anoté mi número en un papel y se lo di por si necesitaba algo que yo pudiera hacer. A la semana me hizo un audio del teléfono de un compañero, me preguntaba si podía pasarme sus datos para que le averigüe por un trámite en una prestadora, quería pedir un crédito. Confirmé que no sabía leer o que leyendo, se defiende nomás, como decimos acá. También por mi infancia supe que me había ganado su confianza y que no tenía miedo de arriesgarse a darme información tan valiosa. ¿Cómo hará él ahora con el aislamiento y sin poder pedirle a alguien que le dé una mano para preinscribirse y solicitar la ayuda económica por una plataforma de internet cuando necesite hacerlo?

En el río un pescador hace un tiempo me pidió que le lea un poco de lo que leía porque le daba curiosidad, es uno que me ve siempre, todavía me pregunta por Morotí, mi perra que murió hace poco más de un año: ¿y Morotí? me dice, así; sabiendo que le voy a responder lo de siempre pero es su forma de hacer contacto. Yo le leí lo que leía, era un ensayo que se llama El croar de la rana. Le dije que el siguiera vaciando con ese jarro la canoa, que no hacía falta que deje de hacer sus cosas para oír. Qué lindo é había sido y qué bien que voleé, dijo antes de irse y me preguntó cómo se llamaba quien escribió: Chantal, le respondí. ¡Ah! ¡Como CHANTA! dijo y nos reímos un rato. Yo lagrimeé un poco al verlo alejarse, apunté estas cosas para un poema, como siempre. Me di cuenta de que no sabía leer. Conozco cómo es una persona que no sabe leer, las estrategias que usa para distinguir, para comunicarse. Hubo mucha gente que no sabía leer donde me crié. Y me crié acá, en Ituzaingó, Corrientes, donde ahora vivo, casi en el mismo barrio, a siete cuadras de mi casa materna y donde todavía hay personas que no saben leer. No sé si él tiene hijxs que puedan ayudarle, ¿y si no lxs tiene? porque ya es un hombre mayor: ¿cómo va a hacer para inscribirse, llenar datos, solicitar una ayuda económica por internet?

¿Y quienes viven solxs? ¿Cómo hacen quienes son adultxs, desfavorecidxs y viven solxs por distintas circunstancias? Existen personas así. Tengo un par de vecinxs en esta situación.

Sabemos que con la AUH no alcanza para subsistir. Hay que trabajar de lo que sea. Acá hay muchas personas que se dedican a pescar. Una vez le pedí el número a uno, tenía visitas y querían comprar pescados: ¡no! ¡yo no tengo eso!, me dijo y me explicó cómo llegar a su casa, era acá cerca. Todxs sus hijxs van a la primaria, tiene cinco. Ya no le dejan meterse con la canoa al río: ¿cómo está haciendo él que vive de eso?

Para estas situaciones críticas estamos lxs familiares, lxs conocidxs, lxs vecinxs. Lxs mismxs a quienes les caemos con alguna excusa cerca del mediodía cuando no tenemos para cocinar y nos invitan a comer como si fuese una ocurrencia suya. Ahora no estamos, no podemos estar. ¿Cómo hacen?

Tengo una prima que tiene cinco hijxs, Jesi se llama (pongo el nombre adrede, sé lo que éste puede disparar en la xenofobia); ella no está, por lo que leímos, en condiciones de postularse para recibir la ayuda y no por tener una situación holgada. Tampoco por no estudiar, es profesora, como yo. No está divorciada legalmente, va a aparecer un marido con sueldo pero lo que recibe por alimentos no es para tirar manteca al techo, su ex es docente de primaria. Ella es monotributista, está dentro de las categorías contempladas; tiene una máquina de la quiniela correntina a su nombre; su papá trabajó con ésta hasta que falleció y después de él una de sus hermanas. Ella estaba trabajando ahora así, vendiendo quiniela con la máquina por las calles (antes del aislamiento –acá se venden las jugadas así, a pata, en bici o en moto-); Jesi se quedó sin ese ingreso necesario a diario. Y no es sólo este trabajo el que necesita hacer para subsistir porque todo está caro y la plata que hacemos nunca alcanza. Ofrecía comidas, era otra changa, en esta situación no puede hacer una venta online de pasta frola porque no puede entregar los pedidos con Pedidos Ya o Glovos. Acá no funcionan aún esas corporaciones fantasmas. Y si no puede acceder al Ingreso Familiar de Emergencia por sus condiciones en papeles que no son sus condiciones reales: ¿Cómo hace? ¿Cómo recupera el ingreso que le viene faltando en estos días y el que va a seguir sin poder gestionárselo? Antes de ayer me decía por teléfono que mucha gente está sin provisiones ahora y se preguntaba: ¿cómo va a esperar hasta abril esa gente para solicitar ayuda?

Veo cortapastos con barbijos y me pregunto: ¿El pasto de algunas casas no puede esperar? ¿Algunas casas deben mantenerse confortables hasta para la vista de quien hipotéticamente pase?

¿Por qué no pueden lxs quinielerxs que viven de la venta de quiniela vender la jugada casa por casa con barbijos y otras medidas sanitarias? ¿Qué les diferencia en la necesidad de ganarse la comida diaria de un cortapasto o de alguien que hace repartos y que también están en la calle por lo mismo?

Entonces: ¿es la necesidad de que se gane la comida diaria quien empleo la que interesa acá?

¿Dejamos a todxs lxs desfavorecidxs hacer sus changas o solamente a aquellxs permiten que la estadía, de ésxs a quienes estamos cuidando más que a otrxs, en sus casas sea confortable y amena?

La serie de sucesos que venimos transcurriendo, las repercusiones y las formas que adquieren en las redes, más las medidas que se toman, dejan transparentar una cosa puntual: la diferencia de clases. Nos cuidamos entre iguales. Únicamente entre iguales.

Todavía hay más periferia en la periferia y no es sólo la que aparece en las redes o en los medios. Hay casos minoritarios pero esa minoría no deja de tener personas dentro, las minorías son personas y si son personas tienen los mismos derechos que nosotros.

Tolo que ocurre en estxs días no es sólo lo que aparece en nuestrxs pantallas. Los límites que marcan las redes sociales y los medios no son ni se corresponden con los límites de los acontecimientos que vivimos todxs. Un acontecimiento no es sólo emocional ni dura lo que mi emoción me dura frente al hecho replicado en las redes y en los medios; curiosamente, esta última, sí se puede medir por lo que duran las reacciones que recibo mientras estén aún reaccionando a mi post: ¿qué acontecimientos vivimos?

Esto parece una fiesta de la solidaridad rankeada con emojis: todo lo caro e inaccesible ahora aparece liberado. ¿Para quiénes? Aclaro que soy de lxs que no tienen internet en la casa; podría pagarlo pero no hay servicios en la zona donde vivo. Tengo datos móviles, pocos, los uso para dictar mis talleres de escritura. Soy docente pero tengo solamente cinco horas cátedras y necesito generarme otros ingresos. No puedo gastar mis datos visitando museos de todas partes del mundo, tomando clases gratis en línea o yendo a un concierto desde mi cama.

No digo que esos gestos solidarios estén mal sino que se nota que la solidaridad es clasista, es pantomima mucho del ser solidarixs entre todxs y con todxs. No estamos pudiendo ayudarnos entre varixs y quisiéramos hacerlo o quisiéramos recibir también una mano en esta situación. ¿Será que entre todxs puede llegar a no ser entre todxs lxs iguales, únicamente? ¿Cómo?

Pienso en las escuelas rurales que visitábamos con Jesi por trabajo durante estos dos años anteriores. La preocupación de lxs seños era tener para servir una triple porción los lunes en los comedores porque se notaba que lxs niñxs llegaban con hambre de no haber comido el fin de semana. Habían algunas netbooks pero remarcábamos que no tenían internet y que en muchas casas no tenían siquiera electricidad: viven pegados a los campos de yerba donde trabajan sus padres, muchxs de ellxs analfabetxs. ¿Están comiendo ahora? ¿Son para estxs niñxs las clases virtuales?

¿Y lxs que venden en las terminales a diario? ¿Qué está comiendo alguien que vende a diario en una terminal? Si viven el día a día con esos puchitos que hacen: ¿cómo están haciendo?

¿Ya dejaron de morir de hambre lxs niñxs de las comunidades originarias en Salta que veníamos compartiendo en nuestros post? ¿O ahora tienen qué comer?

¿Con qué alcohol en gel desinfectamos nuestra moral?

¿Nos estamos cuidando entre todxs?

No todxs necesitan contenidos y entretenimientos con que llenar su tiempo en casa (serían un país y un mundo fantásticos); no todxs necesitamos fitness o empezar a ponernos en forma: hay personas que necesitan qué comer, necesitan que se les ayude o volver a sus changas.

¿No nos llama la atención que existan más denuncias anónimas o escraches a vecinxs que iniciativas para ayudar a lxs más desfavorecidxs circulando en las redes?

¿No estamos dejando morir a personas en simultáneo a nuestro miedo hipotético a morir? ¿No prueba esto que mi vida vale más que las de otrxs? ¿No es también un modo de desinterés, de irresponsabilidad social y ciudadana, de falta de cuidado y de empatía, justo lo que cuestionamos en la conducta de quienes rompen el aislamiento?

¿Para qué comparar, en este momento, lo que hubiese sido la situación actual con una hipotética gestión extendida del anterior presidente? Y ¿para quién-es es la comparación? Desde mi punto de estar no hay diferencia entre esta acción y la de remarcar los precios en las góndolas de un supermercado: es sacar ventaja. Si nos estamos cuidando de que no se extinga nuestra especie ¿por qué preocuparnos ahora de hacer una diferencia de índices para las próximas elecciones?

Quizás para lo único que la palabra nos sirva como especie sea para marcar nuestras incoherencias. Porque lo que es entendernos, eso, en el fondo, no nos interesa. Nos interesa más dominar algún ejercicio, aunque mínimo, de poder sobre otrxs.

Lxs personas en situación de calle votan, yo vi personas en esta situación votar: ¿cuenta su voto pero no su vida? Si tienen un DNI son parte del Estado, aunque no queramos verlas del todo como personas, son ciudadanxs.

Antes no tenía dónde hablar. Ahora sí, por eso hablo, porque sé lo que implica no poder decir incluso teniendo habilitado un lugar para hacerlo: el espacio para decir no garantiza perderle el miedo a hablar. Hablar es un privilegio de clase.

Les estoy poniendo en relato a algunas personas para que existan y es triste; porque si no, sólo existen si son funcionales a un discurso de poder, cualquiera sea. Tener un relato, un recorrido, es tener un espectáculo para mostrar y ser visto, existir. No todas las clases necesitan uno para tener un lugar en el mundo. Yo estoy diciendo quiénes son (porque ya no estoy en la misma clase) y cuento con quienes me encuentro, de dónde venimos, donde vivimos, y: lo tengo que decir para que existamos. Porque de la misma forma que nos alimentamos de atacar por redes a alguien a diario (sí, nos alimentamos de esto), también comemos de hacernos sentir buenxs por postear el relato de una situación conmovedora.

¿Y la labor del resto de la clase dirigente? ¿La clase mejor paga del Estado? ¿No es dirigir por lo que cada unx de lxs ciudadanxs de este Estado le paga a esta clase? ¿Hacen donaciones? ¿Dónde? ¿Cómo?

En los pueblos y las colonias de por acá, en las elecciones se alcanza a cada ciudadanx, se llega a cada casa donde haya alguien que pueda votar: te vienen a buscar en auto y te devuelven a tu casa con una bolsita de mercadería. Pero ahora no. Tampoco hay, ni remotamente, una gestión política que garantice que cada ciudadanx, desfavorecidx del sistema, esté comiendo.

No está el ejército repartiendo comida por acá, pero sí leí varias notas sobre que lo empezaron a hacer y dan a saber que es una práctica ubicua y continua. Circula en las redes. Pregunto, si hay fuerzas para sacar del medio del río Paraná, en mi pueblo, a un pescador que vive de pescar y si pueden las fuerzas estar en todo el territorio nacional ¿por qué no llegan con alimentos a todos lados?

¿Por qué de golpe está bien que te pidan el dni hasta cuando vas a la veterinaria y duden si dejarte pasar porque te queda en otro barrio, aunque tus mascotas tuvieron un problema de salud, están en jaulas y se las ve enfermas?

No voy a poner otros casos porque ya circularon videos y notas sobre abusos de autoridad. Sólo voy a contar que ayer me di cuenta de que cuando lxs de las fuerzas me controlan tratándome bien, sin ser agresivxs ni prepotentes puedo responder sin temblar y no se me olvida hasta la dirección de mi casa. Sí tengo algunas preguntas porque no confío en el pase a disponibilidad sino más bien en la prevención (¿no es acaso, prevenir, lo único que tenemos ahora?): ¿El presidente no podría haber hecho un llamado a la amabilidad en el ejercicio de los controles en lugar de habilitarlxs, abiertamente, a ejercer la fuerza? ¿Por qué puedo resumir una conferencia de prensa del presidente en un meme que dice: y si no cumplís con la cuarentena te vamos a ir a buscar a tu casa y te vamos a cagar bien a palos, y festejarlo? ¿Cómo pasamos de pedir la separación de la Iglesia del Estado a repartir por las redes una estampita de San Alberto? ¿Qué nos pasó a lxs buenxs?

Yo conozco personas en las fuerzas que no le harían daño a nadie y tengo en claro un hecho: salimos de la misma clase social. Lxs docentes como yo y aquella prima mía que ahora está en la Bonaerense y que no mata ni una mosca: salimos del mismo lugar. Hasta vivimos en la misma casa. La violencia se educa y se alienta. Ese mensaje del presidente: ¿no fue alentar?, ¿alcanza con que después pasemos a lxs agentes a disponibilidad?

Vi en el verano un espectáculo a la gorra de circo, uno de los chistes era decir que el trapecista se iba a caer y se iba a reventar contra el suelo y que a todxs nos iba a salpicar la sangre. Como parte del chiste un payaso preguntaba; ustedes niños ¿quieren ver sangre? Después hacía un silencio, y otro payaso empezaba a hacer palmas y arengaba: ¡SAAAAN-GRE! ¡SAAAAN-GRE! ¡SAAAAN-GRE! y lxs niñxs se sumaban al toque repitiendo: ¡SAAAAN-GRE! ¡SAAAAN-GRE! ¡SAAAAN-GRE!.

¡POR FAVOR! decía el payaso: ¡PADRES! ¡CÓMO EDUCAN A ESTOS NIÑOS! Nos reíamos todxs. Yo entendí con eso lo que encerraba una arenga, lo fácil y lo peligrosa que es.

Es cierto que en cada control por el que haya pasado, en cualquier momento de mi vida, siempre temblé. Y eso se llama miedo, y el miedo tiene todavía un lado instintivo en nuestra especie. El miedo a Las Fuerzas del Estado viene de la eficacia que tuvieron con ellas estas arengas por el bien de la patria.

Agradezco las repercusiones de los videos de los abusos, pero no por eso dejo de reparar que no las publicaron lxs humilladxs sino quienes necesitaban el post para tener algo bueno que ser y que se mida en reacciones y comentarios.

Recuerdo un suceso en las inundaciones del ´98, yo era adolescente. A la vergüenza que ya te da la adolescencia en situación de pobreza yo le sumaba mi ser puto y afeminado. Quería llevar algo a casa y no le dije a mi mamá adónde iba. Me enteré de que en la escuela estaban repartiendo alimentos. Cuando llegué vi cómo abrían los paquetes de arroz para llenarle el puño a cada integrante del grupo familiar. Yo fui solo. Viví como generosidad recibir en un paquete la medida de dos puños de quien se convertía en mi benefactor con esa limosna. Cuando llegué a casa le dije a mamá que le convidé arroz a alguien.

También vengo de una clase donde siempre ocultamos o mentimos las humillaciones que sufrimos porque tenemos vergüenza y nos educaron a sentir que quizás nos las merecemos.

Escribo esto para pedir ayuda y amabilidad y porque vengo de una clase que no sabe pedir ninguna de las dos cosas; pero me crié oyendo que vivimos de pedir y de arriba. Me crié con humillaciones. La situación actual habilita las humillaciones ejercidas sobre las personas que siguen perteneciendo a la que fue mi clase. Quisiera que la ayuda llegue y que no sea de nuevo el ejercicio de otra humillación

Ituzaingó, Corrientes, 27 de marzo de 2020

*Nota también publicada en Revista Sudestada.