Corrientes, miercoles 24 de abril de 2024

Opinión Corrientes

¿Águilas en acecho...o Cómicos de la Legua?, por Arturo Zamudio Barrios

27-03-2020
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Según los datos históricos, cuyo recuerdo molesta entre los europeístas, Hitler quería devolver a Austria y Alemania –sus financistas, naturalmente- la “propiedad” de Latinoamérica que los préstamos otorgados a España, tras el Congreso de Viena, no habían podido restituir a la antigua Colonia. Por eso, Inglaterra otorga la Presidencia al “más grande hombre civil de la tierra de los argentinos”, como llama Mitre a Rivadavia, a condición de respetar “Las Leyes de Indias”, aunque el Estado “reconocido” distaba bastante de existir.

Nos presentaba, así, la civilización occidental, “la cual –escribe, por su parte, Christofer Dawson- se funda en el respeto del individuo y en su voluntad de Poder, sin dejarse aplastar por la Fatalidad, sino que él mismo –el individuo que lo habita- es artesano de su destino, “siempre que pueda hacerlo en un clima de libertad…” (“L’economie européene, de Hubert D’Herouville, Prensa Universitaria de Francia, 1949). Aquélla, sin duda, que EE. UU., hija dilecta de Europa, llevó con sus bombas a Irak, a Libia y Afganistán, sin que sus pobladores le hayan mostrado, hasta el día de hoy demasiados agradecimientos.

Pero la ingratitud es grande y se halla muy difundida. Pues “l’Amérique”, como aseguró en 1917, el presidente Hoover, se había vuelto rica y próspera gracias a la Gran Guerra. Pero a los obreros rusos, alemanes y de otros sitios, se les había dado por ponerle “las peras al cuarto” a la burguesía que los mandó a la matanza, turbando el plácido engorde de los hijos de Occidente. ¿Resultado…? Que había que tomar medidas contra quienes Churchill aconsejaba “estrangular en la cuna”; por eso, desde los primeros años de la entreguerras, Estados Unidos alimentó las finanzas alemanas con créditos de bajo costo. Finalmente, su antigua metrópoli y subordinada ya, otorga a Hitler permiso para que entre a saco en los “Sudetes”, es decir, Checoeslovaquia y parte de Ucrania, cuyo poderío bélico habría de servir a los nazis para reforzar su mortífera fuerza de tanques.

A renglón seguido, el 19 de diciembre de 1947, el inefable Truman habrá de pontificar que el pueblo de Estados Unidos –no el genuino, en verdad, sino el que él aduce representar- ha demostrado su simpatía y apoyo a los millones de europeos que han sufrido la guerra y la ocupación”. Repetía el objetivo que el General George Marshall puntualiza en Harvard como el de alentar una política que vaya “contra el hambre, la pobreza, la desesperación y el caos…” de los millones de europeos entrevistos por el Presidente norteamericano, sin bajar, por supuesto, del Boeing donde viajaba.

¿Dónde ha quedado aquella identidad de valores tan religiosos que obligaban a acudir en ayuda de sus pobres, olvidando las diferencias que pudieron haberse cruzado? No figura, naturalmente en la agenda “libertaria” actual del Coloso del Norte –gobernada por un loco que ha enloquecido a otros, se asegura por aquellos lares- cuando el gobernador californiano le pide, desesperado, 25 millones de dólares para atender a los enfermos o el neoyorquino sigue por su cuenta el ejemplo de China y declara la cuarentena, en tanto el presidente lunático anda muy ocupado para escucharlos. Y todavía menos para tener en cuenta los fallecidos de Italia, cuyos cementerios no dan abasto, o los del resto del viejo continente cuya muerte –lloraba recientemente el médico granadino Jesús Candel- ronda a la población de edad para dejar tan sólo una exigua generación joven.

El Imperio del Caos, en verdad, el cual, como decía Oscar Wilde, pasó de “la barbarie a la decadencia, sin detenerse en la civilización”, no está para dedicar su tiempo a la población viral en acecho. Mientras la desesperación cunde en la “tierra de la libertad” ante los 303.000 infectados y los 12.966 decesos, cuyas bajas estadounidenses son de 265 por día, no muy lejos de las italianas cercanas a las 900, el gran magnate se entrevista con el “botafogo do Sul”, prometiéndole hacer de Brasil una gran Potencia. Claro… de ahí la presencia en la entrevista de las autoridades –las marchas, la ceremonia y la parada- del Comando Sur, cuyos “payasos” –y que me perdonen los payasos- miran con ansiedad desde hace mucho las tentadoras uvas de Venezuela (“pero están verdes”, hubiese asegurado cualquier lobo, custodiadas como están por 2 millones y pico de hombres en armas).

Y el Botafogo do Sul, cuyo prestigio militar no ha sido destacable y como gobernante posee menos del 10 por ciento de adhesión, parece que como asistente a la gesta grandiosa tampoco aporta demasiado. Concurrió a la cita con mucho empaque –lo único que le queda- y unos 11 afectados por el coronavirus, cuya intrusión no contaba en la lista de participantes; seguramente la infección habría aparecido de pronto y el brillante mandatario de nuestras tierras, después de todo no es epidemiólogo. ¡Qué no se confunda...! Para evitar todo contacto con tales ciencias, echó a todos los médicos cubanos que atendían a trabajadores y campesinos, mientras los gladiadores del Altar lo nombraban Mesías, por pretender sin duda, como los socios fundamentalistas del Presidente nórdico, apurar por medio de una guerra total la llamada Parusia”, es decir el juicio final. ¿Estaba San Pedro en condiciones de trabajar tanto y había tanta capacidad en los cielos para albergar tantas almas? Habría que preguntar a Murillo y sus paramilitares bolivianos, pero, por supuesto, los que apuntan con sus miras el acuerdo “monroísta”, diría D’Herouville al pasar, no se hallan dispuestos a otorgar razón al dúo cuyas venias en el Comando Sur, no ofrecen precisamente posibilidades de persuasión. Y la nación grande que Trump ofrece a Bolsonaro, todavía mucho menos.