Corrientes, viernes 29 de marzo de 2024

Opinión Corrientes

¿Sigue siendo la democracia la “affectio societatis” de las repúblicas occidentales?

22-10-2019
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(Por Francisco Tomás González Cabañas) Tras la revolución francesa, el código civil francés determinó la voluntad común de asociación, más allá de que las partes integrantes no posean o contribuyan con lo mismo o en partes iguales.

Este es el hiato, el punto de fuga que, como no podía ser de otra manera, detectó el psicoanalista francés Jacques-Alain Miller, en su conferencia, no casualmente intitulada, “Affectio Societatis”. Se pueden leer pasajes como el siguiente: “El Derecho está hecho precisamente para que los afectos no afecten los contratos. Los afectos pasan, el contrato queda. Si hay empero que mencionar en el contrato asociativo una condición afectiva, tal vez sea porque el orden simbólico no basta, porque hay un más allá del contrato con el cual el Derecho mismo debe transigir”.

Y sigue: “La affectio societatis introduce un elemento suplementario que se aloja en un fallo de lo universal. En el lazo social, todo no puede ser capturado por lo universal, el Derecho lo atestigua. Donde el Derecho habla de affectio societatis, Freud habla de Eros. La identificación simbólica a un significante amo no satura todo lo tocante al grupo. Hay que agregarle el factor pulsional, cuya vertiente aglutinante se designa como erótico”.

Para, finalmente expresar: “El orden simbólico tiene por horizonte el discurso universal. Lo que lo obstaculiza es el objeto a que siempre particulariza… Es posible combatirlo, pero nace todos los días, brota del grupo por todos sus poros”.

Miller, en el texto les habla a sus colegas psicoanalistas, acerca de una escuela de psicoanálisis. Claro que sin que sea su intención, está hablando de otra cosa, de aquí que lo citemos. Incluso en otros pasajes menciona que lo que llama objeto a, es la particularización para que el significante signifique lo mismo para los que están comprendiendo. Rápidamente reconoce, un ejercicio, inevitablemente sectario. Dentro de la, en términos amables, secta del psicoanálisis, como buen lacaniano, el citado reafirma la condición sectaria, de la corriente a la que pertenece.

Sus palabras, sin embargo, impactan de lleno en la actualidad política de nuestras democracias occidentales.

El hito fundacional de la libertad, igualdad y fraternidad, se consagraron en letra, mediante la affectio societatis entronizado en el código civil francés, para imponer el real-imposible de la igualdad. Aquí es donde surge la democracia, reinando en el orden simbólico. El objeto a que siempre particulariza, lo democrático, es lo electoral, la elección. La decisiva importancia de que el pueblo, soberano, elija cuando en verdad opta, radica en qué opera en el ámbito de lo imaginario. Nos dice Miller, en relación a esto: “La agresividad perdura, bajo una u otra forma, en el lazo social, surge cuando flaquea el discurso que la contiene”.

Cada vez que, en las diferentes aldeas occidentales, que se precian de democráticas, el discurso flaquea en su continente y en su contención, la aparición de la agresividad transformada, colectivamente en violencia social, vuelve a legitimar la necesidad de la elección, de lo electoral, para dar cura, no con palabras, sino validando la Affectio Societatis, mediante el renovado llamado a las urnas. Lo vemos en la actualidad en lugares como Ecuador, México y Cataluña, como lo han sido semanas atrás, otras plazas, que serán próximamente, otras o las mismas.

Lo electoral opera como sinthome, como el indispensable anclaje con la realidad, con lo democrático, con la voluntad general, con las ganas de qué sigamos siendo parte de un espacio en común (la república o la cosa pública) por más que no formemos parte de ello (ni justamente, ni mediante el deseo) ni tan siquiera nos lo planteemos.

Es decir, no votamos ni deseamos hacerlo, para validar lo democrático, sino simplemente, porque es el último resquicio, antes de que prevalezca un desorden, que nos obligue a que construyamos o constituyamos un nuevo orden.

Hasta aquí lo meramente descriptivo. El problema, serio que tenemos en manos, es que nuestros intelectuales, no nos alertan que a decir del pintor cubista Braque “con las pruebas, fatigamos la verdad”, por tanto, con la misma respuesta al sinthome, con las elecciones, estamos fatigamos la democracia.

Si queremos continuar, dentro de la cosa pública, con un sentido democrático, la debemos preservar de la banalización electoralista a la que la venimos sometiendo.

De lo contrario, profundizaremos el aceleracionismo en que hemos caído, y un buen día, alguna de las tantas manifestaciones a las que asistimos, directamente o por medios audiovisuales, nos impondrá el desorden que nos obligará a un nuevo orden.

En caso de que asistamos a este fenómeno, se habrá respondido el interrogante, y no habrá Affectio Societatis que sostenga, en ninguno de los planos la ilusión de la democracia, que cada vez más se aleja del sueño que pudo haber sido, y se asemeja a la pesadilla de la que todos queremos despertar.